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A última hora de la tarde, con el edificio del Hostal de San Marcos casi ocre por el efecto de la iluminación, las vistas son magníficas desde las cristaleras de El Peregrino.
Esta cafetería, un clásico en la hostelería de la capital, es todo un balcón a la fachada labrada en estilo plateresco. A esas mismas horas el balcón que conforman sus cristaleras está abarrotado. No hay una mesa libre.
El reclamo es el buen ambiente en su interior, el empeño por el buen servicio al cliente y, de algún modo, el precio del café. En la barra de este establecimiento se sirve el café más barato de León: 1 euro.
En el entorno, el precio oscila entre el 1,30 y el 1,50. Hay un poco de todo. Pero en El Peregrino el café no cambia de precio desde hace meses.
Su popietario, que evita cualquier contacto con la prensa porque lo suyo solo es «trabajar», reconoce que mantener el café a ese precio es un esfuerzo titánico.
«Un día decidimos no subirlo y ahora ya no merece la pena», asegura mientras sirve uno de los últimos cafés de la tarde.
El secreto para este precio se encuentra, asegura, en el empeño personal y en el buen hacer de los proveedores: «No sé, cuando llevas tiempo los proveedores confían en tí y también ellos hacen un esfuerzo», remarca mientras limpia las cucharillas para los próximos servicios.
Y mientras el bar es un ir y venir de clientes.
- «Dos cafés con leche, por favor», se escucha al fondo de la barra.
- «Son dos euros».
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