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RUBÉN FARIÑAS
León
Miércoles, 24 de enero 2018, 10:53
Lo que empezó hace 26 años como un asentamiento temporal se ha acabado convirtiendo en el día a día de 16 familias.
Junto al río Bernesga, aislados, tras el Centro Hispánico; y en el Altos de Nava, al lado de la rotonda de acceso a hospitales.
Dos convenios incumplidos por Junta y Ayuntamiento de León mantienen a estas personas viviendo en caracolas, las casas prefabricadas a las que fueron desahuciadas las familias de Riaño en los años 90.
La ciudad cuenta con dos asentamientos irregulares donde sus habitantes «luchamos para sobrevivir, porque se puede decir que estamos sobreviviendo».
En 1993, Isabel Carrasco desplazó estas barracas cuando era delegada territorial de la Junta de Castilla y León. «Iba a ser algo temporal, para cinco o seis años, y ya llevamos 25».
Estos dos asentamientos irregulares fueron levantados para obligar a desplazarse a sus inquilinos ante las obras de la Ronda Este y El Corte Inglés, en la calle Las Fuentes.
Ahora, la concejala de León Despierta, María Hernández, tiene una obligación «ética y moral» con estos ‘inquilinos forzados’. Por ello, denuncia que no se diera una solución habitacional en su momento. «No interesaba, son gente que nunca van a protestar, que están aquí aislados y no se van a movilizar para protestar».
Son de raza gitana, por ello creen que solo se acuerdan de ellos el 8 de abril, Día del Pueblo Gitano. Su lucha perdura ya más de cinco lustros y tan solo piden «un poco de dignidad».
Así lo pide Ricardo García, uno de los habitantes más mayores de este lugar. «Queremos una vivienda para vivir que sea un poco decente». Su sobrino, Álvaro, también lamenta que ya no puedan arreglar sus unidades familiares. «No podemos acondicionar una vivienda digna como otras».
En un principio, las barracas iban a ser para seis años y luego les alojarían en viviendas de protección oficial. «En seis años nos iban a levantar la vivienda y nos iban a sacar de aquí y no hay manera; estoy un poco indignado».
Tras 15 años, les ofrecieron seis millones de pesetas para que buscasen un piso, pero «ese dinero desapareció», según denuncian.
También les comprometieron tres millones, pero todo quedó en una promesa. Su vida sigue transcurriendo en un hábitat insalubre y que no cumple con unas condiciones dignas.
Las barracas tienen luz, agua, tres habitaciones, cocina, baño y una estufa de leña. El problema llega con el hábitat y el entorno. «Las cucarachas ya nos comen. Hay ratas, cucarachas y la madera se está rompiendo. Ya no hay manera de arreglar estas viviendas, la verdad; no la hay».
Solo piden vivir como cualquier persona. Esperan una mano que les ayude y les saque de este lugar.
«Tenemos hijos y nietos que van a las escuelas y no pueden vestir como los demás niños. Se levantan por la mañana y ven sus ropas que están mojadas de la humedad», lamenta un habitante de este lugar.
El futuro es más alentador para el asentamiento de Hospitales. El Plan Edusi invertirá 28 millones de euros en esta área de la ciudad y el Bienestar Social se ha comprometido a retirar estas barracas y buscarles un hogar. Sin embargo, la gravera aún espera una solución a este conflicto.
Los años siguen pasando, las promesas, también; pero las familias siguen viviendo en las caracolas, siguen viviendo entre ratas y cucarachas y la humedad agrieta los muros de un hogar circunstancial del que nadie les quiere sacar.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
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