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«Disculpe que le robe unos minutos haciéndole partícipe de mi dolor».
De este modo da inicio la emotiva carta remitida por Ana Gutiérrez, «hija del difunto doctor Antonio Gutiérrez González, primer médico fallecido en León a causa de la exposición al coronavirus«, ... al rey Felipe VI.
La misiva fue remitida días atrás y el objeto de la misma no es otro, según la remitente, que trasladar al jefe del Estado la necesidad de proteger a todos los sanitarios y evitar que se produzcan nuevas muertes por el coronavirus COVID-19.
A lo largo de la carta, en la que se detallan los pormenores de la vivencia de su padre en la lucha contra esta enfermedad, también se relatan aquellas terribles jornadas que derivaron en un desenlace fatal.
Todo ello generando un sufrimiento que, quizá, encuentra un mínimo alivio en la carta remitida al Palacio de la Zarzuela: «Este dolor, no me deja dormir ni me dejará en mucho tiempo. Nadie se imagina lo fuerte que tienes que ser, para poder seguir con aire después de este sufrimiento. Mi Padre no se merecía este final, una persona querida por su familia, por sus pacientes, por toda la sociedad porque siempre mostró una gran disposición para ayudar a todos«.
Esta es la carta remitida al rey Felipe VI a excepción de un párrafo que «por su carácter estrictamente personal» la hija del médico leonés ha preferido obviar de forma pública.
Esta es la carta remitida por la hija del médico leonés.
Excmo Sr. Jefe de la Casa de S.M. el Rey
D. Felipe de Borbón y Grecia
Palacio de la Zarzuela
28071- Madrid
León, 27 de Abril de 2020
A Su Majestad el Rey Don Felipe de Borbón y Grecia:
Majestad:
Disculpe que le robe unos minutos haciéndole partícipe de mi dolor y de mis reflexiones.
Soy Ana Gutiérrez, hija del difunto Doctor Don Antonio Gutiérrez González, primer médico fallecido en León a causa de la exposición al coronavirus.
Perdone mi osadía dirigiéndome a Usted, pero estoy segura de que a mi Padre le gustaría que le escribiera, ya que siempre me hablaba de Usted, como la persona más íntegra y capaz de llevar nuestro País por el mejor rumbo, sin faltar a la verdad y pensando siempre en el BIEN de los ciudadanos.
Si mi Padre lo tenía como referente en valores, no tengo duda que desde el CIELO, Él estará orgulloso de que le haga partícipe de la experiencia más trágica de mi vida y que me encoge el corazón aún más, cuando la recuerdo:
El jueves 12 de marzo, mi Padre, el Doctor Antonio Gutiérrez estuvo trabajando más de 32 horas seguidas. Tras esa guardia del día 12, se quedó supervisando todo el primer triaje (mañana del viernes 13 de Marzo) que se ponía en marcha en el Centro de Salud de Eras de Renueva, del que era Coordinador en la ciudad de León, para separar a los afectados respiratorios y mantener un metro de distancia entre ellos. No quería fallos, según describieron sus compañeros.
En ese momento, mi Padre, no pensaba ni en su salud por el sobreesfuerzo físico y psíquico que estaba haciendo, ni en la sobreexposición al coronavirus a la que estaba expuesto… Por su cabeza solo pasaba, la terrible crisis sanitaria que había que parar inminentemente, no pudiendo abandonar a sus pacientes bajo ningún concepto cuando más le necesitaban y proteger a su equipo, luchando al frente en primera línea como el «CAPITÁN que encabeza un ejército para luchar contra un enemigo poco conocido, el coronavirus».
Este hecho, destaca la valentía y la lucha de un gran profesional con una inmensa calidad humana y generosidad. Mi padre abandonó su puesto de trabajo el viernes 13 de marzo a las 16:00 horas porque yo le llamé y le pedí por favor, como Hija, que volviese a casa por su salud. Llegó derrotado, sin apenas fuerzas para hablar.
Siguió trabajando los cuatro días siguientes (sábado 14, domingo 15, lunes 16 y martes 17). Cuando ya no podía más, ese martes día 17 de Marzo, le volví a pedir por favor que viniera a casa y llegó destrozado, con fiebre alta y unos dolores terribles, que él no me transmitía para no preocuparme.
Le recomendaron paracetamol y reposo en cama. Mi padre todavía quería seguir trabajando al día siguiente, a pesar de no poder con su vida.
No se puede ni imaginar que agonía produce ver a tu padre en esta situación y que después de varias llamadas, al final, le realizaron la prueba del coronavirus ese mismo día 17 martes en su domicilio a las 22:00h de la noche con un resultado dudoso: ni positivo ni negativo, según nos transmitieron al día siguiente (por la tarde noche). No sé si ante este resultado, se la tendrían que haber repetido: no soy médico.
En los cuatro días siguientes (jueves 19, viernes 20, sábado 21 y domingo 22) mi padre siguió las indicaciones médicas que le dijeron (paracetamol y reposo en casa).
El lunes 23 empezó a empeorar, le subió la fiebre y deliraba e insistimos en que vinieran a casa a verle y le ingresaran en el hospital. No sabe lo duro que es verle, estando en estado muy grave y tarden en atenderle, pese a la insistencia de sus hijas que estábamos horrorizadas.
Ante esta situación, el martes 24, seguimos insistiendo para que le trasladaran al hospital. Como no acudían a recogerle, yo misma, en mi vehículo particular, le llevé a urgencias.
Mi Padre ya no podía andar y se tenía que ir apoyando en mí. Lo último que le pude decir en ese momento: «Papá como te pase algo, se van a enterar…». Por eso, me siento en la obligación moral de escribir esta carta Señor. Se lo dije a mi Padre que desde ese momento, ya no le he vuelto a ver.
Entonces Majestad comprenderá el dolor y el vacío que tengo.
Pero lo peor llegó después de dejarle en el hospital ingresado. Nueve días sin apenas información, sin saber que estaba pasando con mi padre, sin saber quién le trataba ya que las pocas veces que llamaban los médicos, muchos de ellos, no querían identificarse, sin conocer el momento en que le habían intubado en la UCI, sin poder cogerle de la mano, sin abrazarle, sin besarle y sin llegar a darle el último adiós. Así estuve hasta el 2 de Abril en que a las 9:00 horas de la mañana, nos llaman del hospital para que urgentemente subamos porque mi padre había empeorado inexplicablemente.
Cuando llegué al aparcamiento del hospital, telefónicamente nos dicen que mi padre ha entrado en parada cardiorespiratoria y le están intentando reanirmar, tras dos minutos de espera al teléfono, me dicen que no han podido hacer nada por salvar su vida.
NO PUDE DESPEDIRME DE MI PADRE.
Este dolor, no me deja dormir ni me dejará en mucho tiempo. Nadie se imagina lo fuerte que tienes que ser, para poder seguir con aire después de este sufrimiento. Mi Padre no se merecía este final, una persona querida por su familia, por sus pacientes, por toda la sociedad porque siempre mostró una gran disposición para ayudar a todos.
Cuanto me gustaría poder hablar ahora con Él, me gustaría volver a abrazarle y a decirle cuanto le quiero y lo orgullosa que estoy de Él. Majestad, me dirijo a Usted porque es una persona en la que tengo una confianza ciega. Le ruego que después de esta vivencia, haga todo lo que esté en su mano para homenajear a TODOS LOS PROFESIONALES SANITARIOS que han dado su vida por SERVIR A LOS DEMÁS.
Espero que se tomen medidas para que a ningún sanitario le vuelva a ocurrir lo mismo que desgraciadamente le ha ocurrido al Dr. Antonio Gutiérrez González, el mejor Padre del mundo y la mejor persona que he conocido en mi vida. Le dejo una foto para que le conozca porque aunque ya no esté físicamente con nosotros, lo que ha hecho por la sociedad y la sanidad pública perdurará para siempre en la eternidad.
Señor, MUCHAS GRACIAS por escucharme y nuevamente disculpe.
Eternamente agradecida.
Ana Gutiérrez, su hija
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