«Están muy emocionados, llevan toda la semana preguntando ¿es hoy?»

«Antes íbamos a regar y yo daba a la noria de día y de noche», recuerda Lola asegurando que «yo he trabajado lo mío». Ahora su 'trabajo' es no perder ni una clase de gimnasia en el centro y lo hace muy bien: «Hago mucha gimnasia y la profesora está muy contenta conmigo y yo con ella», explica a leonoticias mientras nos muestra como levanta los brazos en clase.

Herminia de 104 años fue la primera de la residencia Buendía La Sal en ponerse la primera vacuna contra la covid-19 y lo hizo con un gran aplauso del personal y sus compañeros. Una vacuna muy especial, por todo lo que significa para Hermina que superó la covid-19 durante 2020, pero también para todos los que trabajan en el centro.

María Victoria García, directora del Centro Buendía La Sal, remarca que el sentimiento es «entre alegría y un poco de nerviosismo, porque por fin llegó». Un paso más que «para nuestros residentes es una seguridad muy grande y todos ellos están muy contentos, y todos los trabajadores también, desde el primer momento nunca dudamos en poner la vacuna».

Y aunque no todos muestran sus emociones al enfrentarse a ese 'pinchazo', Covadonja Tejera, administradora de centros Buendía, recuerda que «algunos que están muy emocionados llevan toda la semana nerviosos ¿cuando es? ¿es hoy?». La administradora agradece el compromiso de todos y recuerda que «hay residentes que lo eligen ellos y otros por motivos sanitarios lo deciden las familias y todas han estado volcadas y se lo agradecemos un montón».

El primer paso ya ha llegado a Buendía, pero las medidas que han tomado hasta ahora seguirán presentes, porque los residentes son los más importante para todos los trabajadores. Y muchos de ellos han sufrido la covid-19 y otros el miedo de poder contagiarse. «Yo pasé la enfermedad», recuerda Francisca, y con la voz muy bajita como si aún le doliera explica que «hubo días que lo pasé muy mal, porque son cosas que no esperas».

Francisca también tiene 92 años, vivió en Veguellina de Órbigo y aún recuerda el trabajo de sacar una casa adelante con su marido, su madre y sus tres hijos. El tiempo que no tuvo de joven para ella misma, lo disfruta ahora con un libro en la mano.

«Ahora estoy bien, me gusta leer y eso es lo que me anima, antes en mi casa había muchísimos libros, pero leía menos porque había otras cosas que hacer, pero aquí leo todo lo que me traen», explica Francisca.

La pandemia de la covid-19 hizo que la paz de la residencia se convirtiera en miedo, pero de todas las situaciones se aprende y en el centro Buendía de esto saben mucho. Y aunque las mascarillas se quedarán un tiempo entre ellos y los abrazos y besos tendrán que esperar a paciencia y fuerza, pocos les ganan.

Marina Tejera, enfermera y administradora del centros Buendía, recuerda que en marzo lo vivieron «con miedo y dudas», pero sobre todo «con la intención de querer facilitar el trabajo lo máximo posible a las personas que están aquí». Desde atrás y sin querer entorpecer desde la administración buscaron «la mayor calidad de vida de nuestros residentes y de nuestros trabajadores que son los que han estado arriesgando su salud y la de sus familiares».

Y a pesar de todo, muchos han superado la enfermedad. Pero la soledad y todo lo que no han podido hacer es lo que más pesa entre ellos. «El contacto humano se ha reducido mucho, al final ellos la relación que tienen con las gerocultoras, con las auxiliares, con las que están todos los días... ahora es diferente porque ellas llevan mascarilla, tienes que mantener la distancia. Han sentido frialdad», explica Covadonga Tejera.

Una situación que se ha llevado así para proteger a los residentes antes cualquier posibilidad de contagio y que «han llevado bien dentro de las circunstancias».

El equipo de vacunación ha ocupado una mesa en el salón principal y aunque no hay adornos, comida ni familiares, esta jornada se vive entre todos como una fiesta. Y no es para menos, ya que la plantilla completa de trabajadores y los 45 residentes, con una media de edad de 87 años, han iniciado el proceso hacia la inmunidad.

«Es una alegría para los que hemos vivido esto tan de cerca, ha sido una situación durísima y es una alegría venir ahora por aquí y ver que se supera y se puede», remarca Marina Tejera, porque según asegura la enfermera «con trabajo y dedicación todo se supera y la gente puede retomar la vida que tenía antes».

La primera dosis de Pfizer ha llegado al centro Buendía La Sal de León. Y la han recibido entre aplausos y con mucha ilusión. Todo el equipo espera que este sea el principio del fin de la pandemía y el teléfono no ha tenido descanso, porque las familias también han estado muy pendientes de todos ellos. «Todos los días me llama mi hija y me pregunta... hoy ya le puedo decir: ya me la han puesto», sonríe Francisca.

Herminia, Lola y Francisca, entre otros muchos, ya han marcado en el calendario el día de la próxima vacuna y es que después de todo lo que han vivido, una pandemia mundial en 2020 no se la esperaba ninguno y aunque son más fuertes de lo que parece. No pueden vivir sin los abrazos de sus familias y de eso, ya tienen muchas ganas.