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Su casa es muy pequeña, o muy grande. Tan reducida, o tan inmensa, que todo entra y nada cabe. Una contradicción, seguro. Como quien la habita, que en todo caso no deja de ser una persona con su mundo. Sus mundos, mejor.
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En La Corredera, ... junto a la Plaza de Toros de León, vive Jessica. Las paredes de su vivienda son el viento y cada noche le cubren las estrellas. Todos sus tesoros se acumulan en ese pequeño y otras veces inmenso espacio vital que ella misma se ha creado.
Allí, en la esquina de un local en obra, a la intemperie vive esta mujer de aspecto singular y conversación serena. Al menos, en esta ocasión. Jessica acumula en ese espacio todos sus tesoros: utensilios de cocina de usar y tirar, unas botellas de agua, ropa, mantas, un cepillo con el que barrer ese suelo de cemento recortado; tiene una silla que encontró junto a un contenedor, un carrito para almacenar la comida y una maleta, vieja y sucia, que espera utilizar para un viaje por el momento imposible.
Jessica asegura que es «artista». Le encanta «la música y la pintura», y no siempre vivió en la calle. Al menos, eso es lo que dice.
«Vivía aquí al lado, en un piso con mi pareja. Pero me dejó, me dijo que no me quería y que me fuera. Eso hice, me marché con todo esto y aquí estoy. Él no me quería, otro me querrá. Estoy esperando un juicio que tengo, pero no daré más detalles, y cuando pase el juicio si puedo me iré», dice.
En su esquina malvive, pero no lo reconoce. «El invierno es mucho más duro que el verano. Antes estaba aquí al lado, pero dicen que molestaba al comercio y me vine para aquí. Aquí no molesto a nadie», asegura.
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- ¿Pero cuánto tiempo lleva en la calle?
- «No lo recuerdo. Años, llevo años», dice.
Jessi asegura que la gente de León «es muy buena. Me ayudan en lo que pueden. Y las cosas sociales estas que dicen, no funcionan», sentencia.
Cuando el tiempo mejore (el suyo, el personal) espera «volver a tener la vida de antes. Con mi casa y mis cosas. Y así podré cantar y pintar. Eso es lo que quiero», mantiene.
Mientras cada día son miles de personas las que pasan a su lado, pero nadie la habla. Así que ella, y no queda otra, habla sola.
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- ¿No tiene miedo?
- «Nunca lo he tenido, no siento miedo. Hay quien se ha metido conmigo cuando pasan o me quieren hacer fotos a escondidas y entonces me enfado con ellos», añade.
Es brasileña, «pero llevo tanto tiempo en León que casi casi soy leonesa. Creo que me conoce todo el mundo porque León es un sitio muy pequeño y todo el mundo se conoce. Me conoce mucha gente».
Para Jessica todos los días son iguales. Pero como su mundo está lleno de contradicciones mejor se podría decir que ningún día es igual, ninguno. «Yo no pido nada, solo poder estar tranquila y volver a tener una vida como la de antes. Quiero que la gente sepa que soy artista», concluye.
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- ¿Contamos tu historia?
- «Claro, me parece bien».
Y a continuación, posa para las fotografías.
Es el mundo de Jessica. Un drama, en realidad.
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