Vivimos hoy en una sociedad con tal ansiedad por ser aséptica, inmaculada e hipoalergénica, que, por decirlo con una metáfora de alta resolución de las que les gustan a mis amigos de la tertulia de médicos y revolucionarios de los sábados (Cafetería Big-Ben), ya ... no sabemos casi cómo conseguir que Sanidad retire los precintos a nuestro catre matrimonial.
Sí, la gente ahora a menudo va a médicos a los que la voz les sienta bien, eso, a médicos que les decretan comer cosas que no manchan ni tienen color ni sabor, como, por ejemplo, los filetes de ternera de floristería.
Pero brillan las excepciones.
De hecho hoy le rinden homenaje, en nuestra ciudad tan gótica como parca en parabienes o abrazos gratuitos, a dos profesionales que han culminado su carrera laboral. ¡Y eso me ha hecho pensar que tal vez sí exista la justicia poética!
Y es que entre los elegidos se cuenta este neurocirujano de pelo insultantemente negro, manos de pianista, maneras de diplomático doctorado en cautela y una eterna habilidad para combinar delgadez y magnetismo (sí, este médico hurgacerebros que una vez entró en el mío con su casco y sus caja de herramientas y, por suerte, al salir, se dejó la luz encendida).
Quiero decir pues que esta mañana con luz de increíble belleza la ciudad de León rinde merecido homenaje de gratitud a mi neurocirujano y amigo (en verdad cómo estará el historial médico de uno para que mi neurocirujano sea mi amigo) el doctor Cosamalón.
Se trata de un sabio sin alardes y con humildad –imprescindible cualidad para aprender sin desmayo, pero rara entre científicos insignes-. Además es un conversador empático, uno que siempre dialoga haciéndote ver sin decirlo que lo que importa es el otro, y tal vez por eso aúna, a su saber teórico y técnico, un celebrado ojo clínico como devenido del Perú chamánico de su cuna...
A todo esto se une, soy testigo, que es un profesional vocacional, entregado y audaz que sabe alumbrar su vida con la potente luz de la familia y la cultura.
Él, encarnación de un alma selecta, en esta ciudad ha investigado, practicado la medicina, creado un instituto de investigación médica en microcirugía, consultado y operado no a muchos pacientes sino a muchas personas, becado y guiado a profesionales médicos jóvenes y creado una Asociación de Amigos del Perú.
Y por todo eso y por más, ahora que los códigos de la sociedad moderna aconsejan contención, sí, ahora que se considera acoso sexual el disparo a quemarropa por ser un disparo a demasiado corta distancia, déjenme saltarme toda línea de corrección política al terminar diciéndoles que sí, que me sumo a ese homenaje de la ciudad, porque lo conozco y, en verdad, el doctor Cosamalón es la hostia... La hostia con miel.
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