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Francisca estrenaba empleo como cocinera cuando apareció la pandemia. Como muchos otros, esta maragata afincada en Navatejera se quedó en la calle con la llegada del coronavirus. Casi un año después, cuenta su historia, pues cree que así puede ayudar a otros que están en ... la misma situación que ella, una de las muchas personas que se sienten olvidadas por las ayudas públicas. «Me despidieron, con un hijo, no tengo ayuda de absolutamente nadie porque estamos los dos solos en la vida», explica. «Ahora mismo no cobro nada. Llevo más de cuatro meses sin ingresos».
«Antes de todo esto había estado más de 15 años de experiencia en el mundo de la hostelería, con todo lo que ello conlleva, porque en ese mundo abusan del trabajador, te hacen un contrato inferior al cargo que puedes tener, pero yo siempre que pudiera llevar un sueldo a casa salir de los apuros aceptaba lo que hubiera», asegura Francisca, que lamenta no poder trabajar: «Ahora no hay nada. Estoy apuntada a todas las bolsas de empleo en Internet, en JobToday, y nada. No encontramos nada».
A las obvias dificultades que el coronavirus presenta a la hora de buscar un empleo, esta maragata comienza a acusar las consecuencias del desgaste psicológico que supone medir cada euro para poder cuadrar las cifras a final de mes: «Yo he batallado mucho en la vida y me he hecho bastante fuerte con todo lo que he tenido que pasar, pero aún así es duro. Es muy duro saber que si te conceden alguna ayuda vas a poder seguir adelante. Es una tensión continua porque te preguntas siempre cómo vas a salir adelante. Es una tesitura del día a día», intenta explica, mientras confiesa que tiene una preocupación a mayores:
«Voy a cumplir 57 años de edad. Estaba en activo, pero yo ya no sé si podré volver a trabajar según están las cosas en León. Además la hostelería es el sector más dañado», afirma preocupada, pues además es asmática, una condición que le limita mucho en tiempos de pandemia respiratoria: «No sé como podré salir adelante, al final, si te conceden una ayuda, vas tirando, pero de los 57 que tengo hasta los 67 que pueda jubilarme hay un buen trecho para vivir solo de ayudas».
Francisca intenta mantenerse positiva, la crisis del 2008 la obligó a emigrar de Astorga a la capital de la provincia, aunque ella muestra especial preocupación por su hijo, que también se ha quedado en paro. Ahora, aunque las cosas parecen mejorar levemente con la aprobación de la Renta Activa de Inserción, Francisca mira al futuro con poco optimismo: «Empezaré a cobrar la RAI en febrero, pero son 450 euros y ya de alquilar se me van 400. No se cuanto tardará está situación en solucionarse», señala, aunque se niega a rendirse: «Yo siempre he tenido que batallar, a mi me da igual limpiar escaleras o lo que haga falta, pero necesito que haya algo, porque de momento, no hay nada».
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