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Ella era libre. Tanto que, en un primer momento, cuesta imaginar ese grado de libertad en una España de la que han pasado ya casi noventa años y no pocos esfuerzos entre medias por acabar con el libre albedrío, con el poder elegir y con la libertad en su sentido más amplio.
Pero se puede decir que ella, Julita Mateos, era libre. Y ejercía como tal, porque de poco vale ser cualquier cosa en la vida si no se lleva el dicho al hecho. Ella era libre en ejercicio.
La vida leonesa, como aquella España de 1934, también era diferente. La Región Leonesa, al igual que Julita Mateos, no solo era un concepto más o menos romántico o histórico sino que ejercía como región española abarcando de Villablino a Béjar.
Tanto es así que ella, que era libre y de Bermillo de Sayago, en la comarca zamorana del mismo nombre, fue nombrada Miss Región Leonesa en aquel 34 revolucionario en el que no creía en el amor, montaba en bicicleta, quería estudiar Medicina y pasaba las horas entre el Café París de Zamora y el Casino Radical Independiente.
La Revista Estampa, referente de la prensa del momento, se lanzó a aquella Región Leonesa para encontrar a su 'miss', que en aquellos días de abril era el cotilleo premium de las tres provincias. «En aquella plaza Mayor, amplia, majestuosa, de Salamanca, en que al anochecer se reúne toda la juventud salmantina girando en los soportales [...] no se habla más que de Julita Mateos», reza el reportaje a doble página, en el que viajaron «De Salamanca a Zamora, en busca de la sayaguesita».
Aquel número 328 de la revista madrileña, dirigida por Luis Montiel, desgrana los perfiles de las diferentes 'muchachitas' españolas (huelga decir que en la prensa de la época no faltan calificativos y tópicos que hoy serían -o deberían ser- impensables) que se presentan al concurso de belleza.
En la entrevista, en la que redactor y fotógrafo pasan un día con Julita (tras lograr dar con ella en el Café París de Zamora) se traza el perfil de una mujer segura de sí misma, consciente de su leonesía e intelectualmente inquieta.
Tras coger el coche de línea cada mañana en Bermillo de Sayago, la candidata recorre la ciudad del Duero en jornadas donde no falta la actividad. «Soy sayaguesa, amo mucho a mi tierra y el viernes me presentan en el teatro ataviada con una manta zamorana», comenta al periodista, dejando claro que la vida del pueblo, donde reside con su abuela Clotilde, poco tiene que ver con el trajín zamorano.
No tarda la joven en declararse radical socialista independiente y admiradora de Marcelino Domingo, algo que en Bermillo no ven con buenos ojos. «Es un pueblo bastante grande, un tanto de derechas; de modo que yo soy entre la gente un demonio, me llaman comunista. Nada hay de eso, sin embargo», confiesa en el Café París.
El día es intenso. Estudiando cuarto de Bachillerato («aunque va por libre y no asiste a las clases»), Julita se definde como una muchacha moderna, interesada por las ideas sociales con la esperanza de, en un futuro, estudiar Medicina. «Vengo de mañanita y en seguida llego a este café. Descanso y ordeno los apuntes de mis estudios. De aquí, como voy a hacerlo ahora, me dirijo a la peluquería a que me ondulen el pelo...».
Más allá de los que le llaman 'comunista', todos coinciden en llamarla relámpago, como defiende su profesora de música, de la que toma clases de piano.
Miss Región Leonesa quería ser cirujana.
- ¿No teme usted la disección?, le pregunta el redactor.
- ¡Con tal de que no me corten a mí...!, responde ella.
Ella es radical en su libertad y comparte paseos en bicicleta con su amiga Rufa. La amistad está por encima de que Rufa «es de las derechas». Ellas se quieren, sí, pero es Julita la que acude al Casino Radical Socialista a leer los periódicos «más izquierdistas de Madrid».
Antes, en la peluquería, no duda en dejarle claro al encargado que no se sobrepase quedándose un mechón de su pelo. «No creo en esas tonterías del amor, no tengo intenciones de enamorarme jamás», sentencia.
La tarde va cayendo y es hora de tomar un 'cocktail'. «Me gusta infinitamente el arte nuevo, sobre todo la pintura. Estuve en Madrid dos años, en la Residencia de Señoritas de la señora Maeztu; allí dan una educación sin prejuicios y yo estaba allí encantada», recuerda Julita.
Finalmente, el 27 de mayo la revista Ahora daba a conocer que la sevillana y residente en Madrid María Eugenia Enríquez fue coronada como Miss España 1934 «en una brillantísima fiesta celebrada en el Círculo de Bellas Artes». Allí proclamaron también a Josefina Ferrer (Miss Murcia) como 'La cara más bonita' y a Suceso Aguilar (Miss Aragón) como el 'Cuerpo más escultural'.
El jurado, formado solo por hombres, estuvo compuesto por Pedro Rico, alcalde de Madrid; Mariano Benlliure y Emiliano Banal, escultores, Eduardo Zamacols y Alfonso Hernández-Cata, escritores; Julio Molnes, Elias Salaverría y José Bermejo, pintores; Salvador Bartolozzi, dibujante; Luis Barrena, vicepresidente del Círculo de Bellas Artes; José Francés, crítico de arte y académico; y Leopoldo Bejarano, redactor jefe de Ahora.
Julita no conquistó el título, pero pudo ser libre, algo que ya era y mucho antes de todo el glamur del concurso.
No faltan los anuncios de diferentes productos cosméticos y de belleza para la mujer en este número de la Revista Estampa.
Desde cremas a tratamientos, los espacios publicitarios están lejos de entrar en los cánones actuales, utilizando un lenguaje en ocasiones demasiado directo, tratando siempre al género femenino desde el punto de vista de la belleza por encima de los demás.
En esta edición de Miss España, Castilla La Vieja y la Región Leonesa iban cada una por su lado, lejos de lo que muchas décadas después marcaría el mapa autonómico.
Rosita Díaz Hernández era una joven de Valladolid que, en aquel 1934, representó a Castilla La Vieja en el certamen de belleza. Procedente de Nueva York y de padres españoles, Rosita cuenta cómo sus amigas se confabulaban para que los 'novios' que le salían no cuajasen nunca, en un relato propio de otros tiempos.
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