Salían de blanco -casi todos-. Luciendo esos trajes de aquel día, aún cercano, que recuerdan como muy especial. Por eso el brillo en sus ojos, las caras de felicidad y algo de nervios por aquello de ser la primera vez.
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Lució el sol en un cielo azul inmaculado para recibir a la sagrada forma y celebrar el Corpus Christi por las calles de León.
Llegaron desde todas las parroquias de la ciudad. Con estandartes, varas y algunos pasos, los barrios se personaron ante la Catedral de León para acoger la misa estacional y dar testimonio público de la veneración a la Santísima Eucaristía.
El obispo de León presidió el cortejo que fue rápido y en el que se pudieron ver tallas como Santa Marta, la Virgen de la Alegría, Jesús Divino Obrero o a Santo Tomás de Canterbury.
Junto a ellos, decenas de niños y niñas con sus trajes de Primera Comunión daban fe en una procesión por las calles del Barrio Romántico y Santa Marina. Tirando pétalos a su paso, y recogiéndolos después del suelo, iban avanzando acompañados de sus padres, que inmortalizaban el recuerdo.
Encabezado por la cruz procesional de la Catedral y las cruces parroquiales y ciriales, el recorrido concluía de nuevo en el punto de origen, donde el obispo impartía la bendición con centenares de personas acudiendo al acto.
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