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Si alguien podía pensar que el Coronavirus SARS-CoV-2 era un enemigo relativamente sencillo de derrotar era precisamente él. Joven, con apenas una treintena de años a las espaldas, deportista, de constitución atlética, acostumbrado a mil y una batallas en su intenso día ... a día.
Su historia es la evidencia de que el virus no responde a un patrón único y que no tiene un orden establecido cuando se instala en el cuerpo humano. David, que siempre se sintió con fuerza para resistir la cornada de un toro, reconoce ahora que Coronavirus SARS-CoV-2 ha sido como una apisonadora que le ha pasado por encima en tres ocasiones para sorpresa personal y de los propios equipos médicos.
Fue en marzo pasado, hace casi un año, cuando David -nombre no real al preferir mantener el anonimato- achacó a la mala suerte sufrir coronavirus. Entonces le embistió como un Miura y le provocó semanas de dolencias para las que los equipos médicos no encontraban explicación.
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De aquella el Coronavirus SARS-CoV-2 le provocó serios problemas respiratorios acompañados de fiebre y malestar general. La situación se complicó y aparecieron problemas en «los riñones, el hígado, y el estómago» además de un sarpullido en la piel contra el que luchó durante meses.
El proceso, en su conjunto, se extendió durante cerca de medio año. Pastillas a diario y una lucha sin descanso hasta conseguir volver a la normalidad.
Aquel contagio, recuerda hoy, pudo llegar tras una relación personal con una pareja italiana. Estuvieron juntos en febrero y ella también tuvo que enfrentarse a la misma enfermedad.
«Reconozco que me relajé porque me sentía inmune y normalicé todas las relaciones, ni siquiera utilizaba la mascarilla porque los médicos me comentaron que tenía un número importante de anticuerpos», aseguraba más tarde en un reportaje en leonoticias.
Todo parecía normal hasta que a finales del pasado mes de octubre David volvía a sentirse «muy agotado, como si me hubieran dado una paliza. No era normal porque tengo un buen fondo físico. Pero la realidad es que no podía hacer nada de lo que se puede considerar normal para una persona de mi edad. Me costaba hasta levantarme del sofá».
Decidió acudir al médico convencido de que el problema podía ser cualquier otro menos el coronavirus. Y todo bajo una teoría irrefutable: «Soy inmune».
«Cuando me comentaron que era positivo de nuevo me quedé de piedra ¡Yo ya había pasado la covid!», sentenciaba. Más tratamiento y más recuperación. Hasta terminar de superar otro periodo que ahora considera «de crisis». «En esa segunda ocasión no tuve secuelas en órganos como la primera vez, ni tuve nuevos daños en la piel, pero la debilidad muscular que he tenido no es normal, es como si llevara meses en la cama. Era brutal, me ha destrozado en el aspecto físico. La musculatura se me ha quedado en nada, como un bebé», sentencia.
Sufrir en dos ocasiones el ataque del virus parecía suficiente para este leonés hasta este mes de enero. Entonces, juntos después de la Navidad, regresó una fiebre muy leve y algún escalofrío. Nada importante, se suponía.
Claro que esas sensaciones, unidas a las manchas en la piel, obligaban a acudir de nuevo al médico. «Era coronavirus, y por tercera vez». En esta ocasión la incredulidad se entremezcló con una especie de desazón tremenda, absoluta. «Ya no sé ni qué decir, no tengo palabras», sentencia.
No hay pesadilla comparable a lo sucedido, por mucho que en esta ocasión el ataque viral no haya tenido una carga tan elevada. «Parece que al virus le gusta mi cuerpo. Sería como para bromear de no ser por las secuelas que me han quedado», asegura.
David espera que la de ahora haya sido la última experiencia de este tipo. «Ya está bien», añade. Eso sí, lo ocurrido le deja cicatrices que son imborrables.
«Intento relativizar lo sucedido pero es difícil dejar a un lado la neumonía bilateral que me ha quedado latente y la pérdida total de la masa muscular. Por no hablar del cambio de color de la piel de los gemelos, los empeines de los pies y las uñas de los pies. Y a todo eso, la caída del pelo«, concluye.
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