La catástrofe de la DANA sigue dejando historias de solidaridad que atraviesan autovías y colapsan los pueblos afectados para echar una mano.
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Roberto Redondo, leonés, lleva siete años viviendo en Valencia. Una ciudad que le ha ayudado a potenciar su trabajo en la industria audiovisual y donde ha encontrado una nueva familia.
En su rutina diaria, Roberto acudía a clases de pádel y al gimnasio en la localidad de Massanassa, uno de los municipios ubicados a las afueras de Valencia que sufrió grandes daños ocasionados por la DANA.
El joven leonés recuerda a la perfección el martes 29 de noviembre. La radio sonaba en su trabajo y ahí escuchó por primera vez la alerta roja. Un aviso de los periodistas que sonaban al otro lado y que avisaban de intensas lluvias en la comunidad. Recuerda mirar al cielo y ver un día «nada normal».
Un cielo negro repleto de truenos y sin ninguna gota. Las horas fueron pasando y había lluvias intermitentes pero eso no les impidió finalizar su trabajo. Sus clases de pádel en la localidad cercana se cancelaron minutos antes por el comienzo de las lluvias y porque no contaban con pistas interiores donde poder realizar la actividad.
«Fue lo que me salvó», confiesa emocionado el joven. Tras el comunicado de su profesor volvió a casa. El tráfico era muy intenso porque había muchos vehículos intentando regresar a sus hogares y se retrasó una hora y media más de lo que habitualmente tarda. Tras llegar a casa, a las 20:00 horas, recibió el mensaje de alerta. Un sonido «estremecedor» que dejó helados a todos sus compañeros de piso . Era un ruido «muy fuerte» que asemejaba incluso a una guerra. Todos los móviles comenzaron a sonar pero era tarde, su Whatsapp ya tenía conversaciones con sus compañeros en los que el agua había cubierto su coche e incluso, algunos se encontraban bajo riesgo subidos a los vehículos. En pocos minutos sus vidas cambiaron sin poder hacer nada.
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Carreteras cortadas, falta de luz y ayudas que tardaron días en llegar. Redondo y sus amigos tenían claro que la ayuda era necesaria desde el primer momento y por ello se pusieron en marcha. Cargados con palas, botas y previsiones atravesaron diariamente la autovía para llegar a Masanasa, donde compañeros de su trabajo tenían sus hogares.
Una hora y media de camino les llevaba a colaborar en tareas de limpieza. Zonas con marcas de más de 2,70 metros dejaban una estampa llena de desolación y rabia.
El fin de semana el pueblo estaba lleno de voluntarios, comida que se repartía en diferentes puntos y tareas de limpieza en las que todos los que llegaban a estos puntos participaban.
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Pero el inicio de semana fue más «flojo». El comienzo de muchos trabajos generó que los voluntarios bajasen su número, aún siendo muchos los que colaboran en el lugar.
En los últimos dos días, el leonés ya se ha podido trasladar en coche con sus amigos quedando en una rotonda a las afueras de la ciudad para no colapsar la carretera y molestar lo menos posible a los servicios de emergencia que trabajan en el lugar.
Los primeros días fue un «caos total». Y, aunque el avance va poco a poco, se nota el trabajo de la gente que se acerca hasta el lugar. Voluntarios con 4x4 han conseguido quitar decenas de vehículos de las calles y, aunque sigue siendo «muy duro» estar en el lugar, la «crispación» va disminuyendo debido a que la gente decide luchar por intentar seguir adelante.
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Desde su empresa le han permitido estar una semana ayudando en labores de limpieza a pesar de haber perdido 10 sedes localizadas en los terrenos devastados. Municipios que, en su mayoría, vivían del trabajo desarrollado en los polígonos que han quedado arrasados por la DANA.
Después de siete años viviendo en Valencia confiesa conmocionado que nunca antes vivió algo así. A pesar de contar con inundaciones anuales «nadie se esperaba esto». Muchos de los habitantes de estas localidades acostumbraban a sacar sus vehículos a las calles porque los aparcamientos solían ser el punto donde se concentraba el agua.
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Pero no en las cantidades que se acumularon el pasado martes. Al sacar los vehículos a las calles y ser arrastrados por el agua se colapsaron las vías y aumentó la problemática.
«No va a ser un trabajo de dos días», confiesa el joven que seguirá mano a mano con sus compañeros para luchar por una ciudad que le regaló un nuevo futuro.
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