Estamos pasando por una etapa de nuestra vida que nunca nos hubiéramos imaginado. Y además, de golpe, casi sin avisar. Pienso que, pasadas la Gripe del 18, las dos guerras mundiales y nuestra Guerra Civil, considerábamos que ya estábamos vacunados para contingencias de esta naturaleza. ... Esto a nosotros, civilizados europeos, no nos podía pasar. Pues aquí estamos y esto nos está pasando.
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No se sabe exactamente, pero parece lo más probable que el origen de toda esta historia tiene lugar en China, concretamente en la provincia de Hubei y en especial en la ciudad de Wuhan. Ellos lo han sufrido en primera persona y todavía siguen estando sujetos a bastantes restricciones. Esto, piensan, no ha terminado aún y ya se están preparando para una proxima segunda onda y, obviamente, como en lo comercial China es el centro del mundo y vende sus productos a todos los países habidos y por haber, este virus que nos afecta, también, ha pasado a formar parte de sus «exportaciones». Sin mala intención, por supuesto, pero nos lo han enviado. Y aquí está.
Y ahora tenemos que combatirlo para quitárnoslo de encima. No sabemos muy bien como, porque ni nosotros ni nadie tiene experiencia. Pero lo que si nos aconsejan es que tenemos que estar separados físicamente, que debemos usar mascarillas, que los sanitarios tienen que protegerse a tope (?) y que a los internados hay que aplicarles respiradores y no sé cuántos aparatos más. Pues manos a la obra, si es que podemos y sabemos.
Y aquí llega la gran decepción. No es preciso señalar que es lo que está pasando ya que todos y cada uno sabemos, aproximadamente, de qué va toda esta triste historia.
Pero lo que sí parece estar claro es que no nos hemos preparado convenientemente. Estás cosas, decíamos al principio, son historias de chinos. Pasados unos días el problema se nos acercaba y, por señalar a alguien, ya lo teníamos en Italia. ¡Estos italianos! ¡Qué cosas les pasan! Bueno pues ya está aquí y, desafortunadamente, para quedarse una temporada.
Pero esto no es todo. Ahora resulta que nos damos cuenta que no tenemos de casi nada para atajar primariamente el problema. O, al menos, que no tenemos lo suficiente.
Y corriendo y deprisa nos ponemos a conseguirlo. ¿Y quién es quién tiene de todo eso que nos hace falta? Pues quién va ser, China. ¡Cómo vamos nosotros a fabricar esas nimiedades! Eso que lo fabriquen los chinos. Y, evidentemente, ahora surgen los problemas.
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¿Compramos juntos o cada uno compra lo suyo? Los oportunistas, como siempre, aparecen. Y adquirimos productos defectuosos o no lo suficientemente válidos. O tenemos que esperar días y días para que nos lleguen. No hay ni para lo más imprescindible. Pero nos han dicho que «ya los hemos comprado» y con ello esperan que los efectos ya empiecen a dar resultados inmediatamente. Pero las cifras cantan, incluso las que nos dan como oficiales. Un desastre. Lo cierto es que el problema nace en China y la solución, al menos inicialmente, está también en China. Cosas del destino.
Y ya tenemos los fallecidos entre nosotros. Y qué hacemos, al menos aquí en nuestro León. Enterrarlos o incinerarlos de aquella manera inimaginable. ¡Si supiéramos la verdad ...! Eso sí, desde los «mecanismos hospitalarios», invocando no sé qué precepto legal, se pretende teledirigir a las familias hacia una sola empresa, concretamente Serfunle.
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Los números están ahí y es muy fácil contrastarlos. El resto de empresas, por cierto, leonesas cien por cien, no existimos y, por lo que parece, no debemos tener medios suficientes para hacer frente a la situación.
Solo Serfunle tiene incineradores y solo Serfunle tiene todo lo suficiente: personal, vehículos, etc. Ellos solos, pueden hacerlo todo con garantía. Los demás sobramos. No debemos tener ni el 'know how' suficiente, ni las «patentes internacionales» que nos avalen para inhumar a nuestros propios difuntos. Qué importa lo que tengan que pasar las familias, las colas, las esperas, la atención, etc.
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Y claro, Serfunle es una sociedad semipública. El 49 % de su capital es canadiense, lo que no es obstáculo para que la mayor parte de sus dineros se vayan para el país americano, concretamente para los profesores de la provincia de Ontario, con el objeto de proteger sus pensiones de jubilación. Es lo pactado.
Pues bien. La China nos envía el virus. La China nos vende, pagando, los elementos precisos para atacarlo. Hacemos frente a las facturas de los entierros cuyo mayor importe se va para Canadá. Y me pregunto: en toda esta triste historia, los leoneses, además de dinero que como observamos se va en gran parte para el exterior ¿qué ponemos? Sólo los afectados y los fallecidos. Esos sí son nuestros. El resto se lo llevan los extranjeros, eso sí, con nuestra colaboración.
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[José María Mayo Arias es administrador único de Funerarias Leonesas SA]
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