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Imagen de Soraya Luengo, juez del Juzgado de Primera Instancia Nº1 de Güimar. Daniel González
Soraya Luengo, juez leonesa

El camino de ser juez con 26: «Lo más duro es luchar contra ti mismo»

Cuatro días libres al mes durante dos años en los que tuvo que renunciar a la vida que había conocido hasta ese momento

Viernes, 4 de octubre 2024, 08:15

La decisión del comienzo en la preparación de las oposiciones cambia la vida y la rutina de muchos leoneses. Horas de estudio, cancelación de planes y un sacrificio que, en muchas ocasiones, lleva a renuncias de planes sociales que te hacen «alejarte» de tu entorno.

El valor de apostar por un sueño que, con el paso del tiempo, se acaba convirtiendo en un futuro muy presente.

Soraya Luengo nació en La Magdalena, un pequeño pueblo del valle de Luna. Allí estudió en el colegio público La Biesca, que cuenta con menos de 40 alumnos en la actualidad y, más tarde, continuó sus formación académica obligatoria en el IES Ramiro Segundo, en La Robla.

El comienzo de un sueño

Su pasión desde pequeña siempre fue la misma y es por ello que, cuando terminó el bachillerato decidió entrar en el Grado de Derecho de la Universidad de León. Un paso previo al Máster en Abogacía que cursó en la ciudad de Oviedo. «Siempre supe que quería ser juez pero me daba miedo no tener un respaldo», asegura la leonesa.

La reforma de la ley generó que los graduados en derecho no pudiesen ejercer como abogados antes de pasar por el máster. Por ello, y ante el miedo a no poder superar la oposición, decidió ir paso a paso y asegurar el terreno. Cinco días después de finalizar su máster comenzó su preparación para las oposiciones. «Yo sabía que estaba perdiendo el tiempo al hacer algo que realmente no me llenaba, por lo que no esperé más para empezar con lo mío», relata emocionada.

Imágenes de Soraya Luengo durante la entrevista.
Imagen principal - Imágenes de Soraya Luengo durante la entrevista.
Imagen secundaria 1 - Imágenes de Soraya Luengo durante la entrevista.
Imagen secundaria 2 - Imágenes de Soraya Luengo durante la entrevista.

Mañanas, tardes y noches de estudio, un día semanal para el descanso y un sin fin de planes a los que decir que no. Esa fue la rutina que Luengo llevó durante su preparación. «Tenía tan claro lo que quería que solo veía mi objetivo», asegura.

Oposición y desarrollo

Su primer examen llegó el 6 de octubre de 2019, se trataba de un examen tipo test donde la toma de contacto le hizo apostar aún más fuerte por los que venían después.

El 10 de febrero de 2020 llegó la segunda prueba, un examen oral del que salió contenta y con ganas de ir a por todas pero la pandemia llegaría un mes más tarde. «El confinamiento para mí fue una oportunidad para aprovechar todo el tiempo y centrarme», recuerda. Semanas de encierro que, más allá de las obligatorias, se convirtieron en una manera de huir de los planes que «descuadraban» una rutina muy marcada. Dos meses más que se convirtieron en «un mundo» que aprovechar. El 19 de octubre llegó la fecha del examen final, una sensación de satisfacción y miedo que, con el paso de los días, se fue haciendo realidad con un resultado apto para la leonesa.

«Nadie se tiene que comparar porque suspender forma parte del proceso», confiesa. Una carrera de fondo en la que «nadie es ejemplo de nada». El aprendizaje y la pasión por la profesión generó que sus conocimientos jurídicos fuesen cada vez mayores. «Apruebes o no, cuando te presentas a esta oposición tienes un inmenso cúmulo de conceptos», como reconoce la joven.

Un cambio total de rutina

La renuncia social a la agenda que conocía hasta el momento y la presión de dejar a un lado las redes sociales para no ver nada, y decir que no a todos los planes, se convirtió en un proceso «muy duro» psicológicamente. En una oposición donde las horas y los días se pasan encerrados con uno mismo «tu mayor enemigo eres tú». Según explica la leonesa, el apoyo familiar y de sus amigos fue fundamental para creer en su capacidad.

«Le tuve que bloquear las historias de Instagram a todos mis amigos». La presión de ver cómo sus amigos no se perdían una fiesta de pueblo se sumaba a sus ganas de querer disfrutarlas, porque «sabía que no podía salir y pasar el domingo cansada». Luengo estableció una rutina de estudio de seis días, a los que se sumaba el domingo como descanso total.

Imágenes de Soraya Luengo durante la entrevista.

El plan lo tenía marcado, aprovechar el tiempo de descanso para ver a sus abuelas. «Tenía amigos de varias zonas y tenía que repartir el tiempo para verles a todos», recuerda cuando habla de su organización.

El día de la verdad

La convivencia con sus padres se volvió un apoyo básico para su día a día. «Me soportaron en mi peor momento», lamenta. El cúmulo de estrés y esfuerzo terminó dando la mejor de las recompensas con el paso del tiempo. Tras meses de sacrificio, el 19 de octubre cambió su vida.

«Ese día tenía una sensación rara, porque estaba cantando los temas y mientras pensaba que lo estaba haciendo bien», recuerda. Una contradicción para sí misma ya que «estaba convencida de que no iba a aprobar».

Con todo el esfuerzo encima de la mesa la salida del Tribunal Supremo fue un momento «único». Sus padres se iban turnando los exámenes debido a la normativa establecida por la Covid-19 donde solo podía acudir un participante por opositor por lo que fue únicamente su madre quien la acompañó en ese momento. «Salí y le dije a mi madre que no sabía, pero que creía que había ido todo bien», explica recordando un momento «imposible» de definir.

Señales del Tribunal

Una sensación que se sumó a un gesto de uno de los miembros del Tribunal. «Me hizo un gesto como de haber hecho un buen examen pero yo no me quería ilusionarme». La primera llamada la recibió su padre, Nori Luengo. La lluvia en la ciudad de León no le impidió disfrutar de la noticia y comunicárselo inmediatamente a su abuela.

«Siempre me cuenta que llegó a casa y movió el paraguas avisando de que todo había ido bien», relata casi 4 años después de dar la noticia. La segunda llamada la tenía clara. Horas de preparación, dudas y estudio generaron que el vínculo creado con su preparador pasase a ser un apoyo fundamental durante y después del proceso. «Estoy agradecida de por vida con él y es como si fuese parte de mi familia».

Emoción y orgullo que pasó a ser llamada tras llamada con cada uno de sus seres queridos. Pero la Covid-19 no dejó que todo fuese tan dulce como Luengo querría. Lo más duro, según confiesa Luengo, fue la «emoción contenida» con sus abuelas porque «no podía abrazarlas».

La recompensa al esfuerzo

Los días fueron pasando y la noticia parecía empezar a ser realidad. Durante los primeros meses tras la finalización del proceso Luengo confiesa «no recordar nada». «Estaba como en una nube, fue algo increíble, una experiencia única».

Tras años de esa noticia actualmente Soraya Luengo Celadilla es la juez del Juzgado de Primera Instancia Instrucción número 1 de Güímar. Un largo camino de sacrificio que ha llevado a una plena satisfacción laboral. «Las cosas al final llegan y merece tanto la pena que cuando lo has conseguido olvidas todo lo malo del proceso», aconseja. El mayor momento de felicidad, según ha revelado, fue ver la cara de sus padres llenas de orgullo. «Mi padre me dijo que ya se podía jubilar, porque para él ya estaba el trabajo hecho», confiesa emocionada.

Un punto a parte en un camino lleno de lucha, constancia y sacrificio en el que, a pesar de su edad, nunca tuvo límites para ir a por todo lo que tenía en mente desde que era una niña.

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