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El programa matinal estampa gráficos a media pantalla aunque nadie haga mucho caso a la televisión. Ahí está, encendida pero sin sonido. Un grupo de amigos de avanzada edad comentan la jornada en una mesa junto a la entrada, y otro más allá se apura ... para pagar la consumición. Hay otro, que antes no estaba, que tras ver que la charla con el dueño del bar ha llegado a su fin mete baza. «Tenemos que cumplir, esto no se soluciona rompiendo sillas, mira a lo que hemos llegado por esos chavales», defiende antes de que se vayan los periodistas.
Leo pone cañas en el PB, uno de esos bares que empiezan en una calle y terminan en otra. La terraza, en la que la media de edad baja, la tiene en la plaza de las Cortes Leonesas. Pero no son pocos los que prefieren entrar por el Burgo.
El gerente del bar está al tanto del anuncio de Mañueco. La hostelería tendrá que cerrar el viernes a consecuencia de la pandemia. A pesar de la mascarilla, Leo Cadenas no esconde la sensación que tiene al otro lado de la barra. «La noticia la puedes encajar como todo el mundo, que de esta ya nos mandan cerrar definitivamente. Después de tres meses en los que estuvimos cerrados, ahora también toca cerrar», comenta. «Prácticamente estamos trabajando al mínimo, no llegamos a un 20% de lo del año pasado, ahora la poca gente que hay se acumula en la terraza, pero dentro nada de nada de nada, si ahora nos cierran marcharemos a tomar por saco, a pedir».
En su caso hay otra opción en el horizonte: seguir el camino que muchos han tomado empujados por una pandemia que se ceba con los bares. «Si nos cierran me jubilaré, qué voy a hacer».
Para Leo la hostelería «es la culpable de todo cuando la realidad es que es lo que mejor está». Junto al Bar PB la frutería se llena de vecinos en este martes laborable. Toca llenar la despensa después del lunes festivo.
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Allí donde empieza la calle Ancha, Manuel recibe en la barra del Victoria. La estampa no se parece mucho a la que podría ser habitual un año atrás. «No creo que los locales, después de quince días, puedan aguantar. Si después la gente sale a cuentagotas no va a haber manera de seguir, los bares están alargando la agonía», explica.
En el Victoria la resignación no oculta el hartazgo. «Nos han dado tantos palos y nos tienen tan abajo que no sé si podremos salir», apunta Manuel.
En su caso, la cafetería hace malabares entre los ERTE y reducir horas. «Se busca poder aguantar un poco los puestos de trabajo y no mandarles a casa, también tienen familias».
A escasos metros de Santo Domingo, el Converxo combina la barra con el servicio de comidas, ahora también a domicilio. «Parece que somos los culpables de todo, que aquí por lo visto se contagia la gente, pero no se tiene en cuenta a los que estamos haciéndolo bien», explica el encargado.
En el caso del Converxo, la facturación supone un 50% de lo de hace un año. «Si nos cierran facturaremos cero, seguiremos teniendo los mismos gastos y los números salen negativos por todos los lados».
La hostelería leonesa sigue hoy sirviendo cafés, cañas y comidas haciendo de tripas corazón en un panorama que tiene fácil resumen. «¿Qué te voy a decir? Que menuda vergüenza, nada más». Manuel vuelve al trabajo. Toca servir las primeras cañas en este mediodía de noticias amargas.
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