Víctor del Fueyo es el preciso ejemplo de cómo te cambia la vida sin tener en principio esa expectativa. Y es que ni él mismo podría haber imaginado que iba a pasar de tatuar piel de cerdo en el sótano de su casa al templo ... del tatuaje en Nueva York.
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Este leonés ha conseguido llegar a ser residente en el Bang Bang Tattoo, uno de los estudios referentes en la ciudad, donde acuden a ilustrarse la piel celebrities como Rihanna, Haley y Justin Bieber o jugadores de la NBA.
El estudio desarrolla su actividad entre el lujo, el arte y el diseño del SoHo, el barrio de Manahattan referente en el arte. Según explica Víctor, en el gran espacio que es Bang Bang Tattoo, cada artista cuenta con su propia sala en la que desarrolla su propio arte, por lo que es posible encontrar multitud de estilos en una sola instalación.
«El Bang Bang es como una marca. La gente viene porque quiere llevar un Bang Bang», explica Víctor. Es habitual que, si el cliente no tiene una idea concreta de lo que quiere, simplemente quiere un Bang Bang; llegan al estudio, hojean el trabajo de cada artista y se deciden por uno. Así le pasó a Boateng, jugador del Olympique de Lyon, que eligió a Víctor para que le tatuase uno de sus diseños.
«Hay gente allí que busca mi arte, mis diseños. Definiría mi estilo como gráfico con una base en el realismo y en el abstracto», puntualiza Víctor, quien aclara que él trabaja con la idea del cliente, pero no hace reproducciones exactas, sino que siempre genera un nuevo diseño. «El último se ha basado en el 'Ángel caído'».
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Después de casi dos años en Nueva York, Víctor y su mujer Yaiza, viven en su propia piel ese mantra del sueño americano que dice que con esfuerzo todo es posible. Lo cierto es que la historia cumple con todos esos ingredientes. Llegaron con el dinero justo para alquilar un piso, que ronda de media los 3.000 dólares y ahora «después de mucha paciencia» viven en el piso 49 de un edificio desde el que se contemplan todos los rascacielos.
Un camino en el que la pandemia les pilló recién aterrizados y cuando su vida en Nueva York comenzaba a despegar. «Fue complicado porque llegas con sueños y expectativas y se truncó todo justo cuando empezaba a tener flujo de trabajo».
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Un mercado del tatuaje competitivo, y más en el Bang Bang Tattoo, meca del realismo y microrrealismo, donde Víctor ha sabido identificarse con un estilo propio que comenzó a desarrollar desde la etapa en la que cursó sus estudios en la escuela de arte de León. «Ya de pequeño me gustaba el dibujo porque me enseñó mi abuelo, y con el tatuaje comencé en el sótano de mi casa practicando en piel de cerdo y haciendo mis trabajos».
En León, el estudio leonés Last Port situado en la plaza Torres de Omaña fue donde Víctor curtió un estilo que más tarde le llevaría a recorrer el mundo por multitud de convenciones de tatuajes, lo que le daría finalmente la oportunidad de dar el gran salto profesional que ahora vive en Nueva York.
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Fruto de la participación en esas citas internacionales, cuenta con ocho premios que ha conseguido por sus tatuajes realizados en Holanda, Bélgica, Inglaterra… entre los que destaca el primer premio por un tatuaje en Black and grey en Lorrach.
En la era postcovid, Víctor ha vuelto a retomar su camino de éxito a miles de kilómetros de su casa, de donde le separa un océano, en su caso, de tinta.
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