Digo «supuestamente», porque el Capitolio es uno de los lugares más protegidos del país, sólo a la altura de la Casa Blanca. Y cuando digo más protegido, hablo de un país que tiene fuerzas y cuerpos de seguridad suficientes como para haber impedido con facilidad pasmosa, tanto que se interrumpiera la confirmación por parte del Congreso de los votos del Colegio Electoral, como la irrupción en el Capitolio de los «asaltantes». Pero no se hizo, es decir, la sesión se interrumpió, no por la voluntad de los que protestaban, sino por la voluntad de permitir que lo interrumpieran. Quién interrumpió realmente el proceso y permitió que se generaran unas imágenes cuyo dramatismo pareció desbordar el del 11 de Septiembre con el derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York, es algo que los datos de los que disponemos aún no desvelan.
Mientras escribo esto -literalmente-, apenas a 12 horas de que se iniciaran los hechos, el Congreso ha confirmado la elección de Biden y, 7 minutos más tarde, Donald Trump ha pedido públicamente una transición presidencial «ordenada».
Lo que ayer vimos, en mi opinión, fue un ataque de destrucción masiva perpetrado contra sí mismo por el principal de los populismos mundiales teledirigidos por los spin-doctors, con sus altos conocimientos de sociología de redes y manipulación de masas a través de los medios de comunicación. Los Steve Bannon y los Iván Redondo del mundo tuvieron ayer una escenificación hiper-televisada en directo, de la materialización de sus estrategias de destrucción de las formas y el ser mismo de las democracias liberales.
Alguien -yo intuyo pero no tengo más dato certero del ¿a quién beneficia?-, ha sido, de largo, más listo que ellos. La política triunfó ayer sobre la mercadotecnia destinada a destruir el tejido social mismo de las sociedades. Ayer quienes habitan las «burbujas» de aquellos que sólo escuchan a los suyos y leen a los suyos y hablan con los suyos, salieron de ellas para contemplar ¡juntos! las consecuencias de ese intento de división en dos del cuerpo electoral de un país. Lo que vieron fue devastador para todos, para los que participaron y para los que se inhibieron o contemplaron conmocionados.
Ayer un grupo de radicales, y quién les dejó que mostraran al mundo qué significan realmente sus propuestas, han dado un espectáculo al mundo del que el mundo puede, y debe, aprender.
Ahora vienen los coletazos del viejo régimen. Las horas interminables de comentaristas -como el que escribe esta -eso sí- única columna sobre el tema-. llenarán hasta la náusea las redes y los medios de comunicación en un juego de espejos donde, una vez más, intentarán ofuscar nuestras mentes para que lo que ayer vimos, no fuera lo que vimos, sino la cosa que unos y otros nos cuenten. Y los políticos, nuestros representantes, en su mayoría, seguirán bailando al ritmo que estos les marquen.
Tengo la esperanza que salvo unos pocos. Liderados éstos, por quién ayer dejó que el globo inflado por quienes se enriquecen vendiendo propaganda y desinformación como periodismo, explotara por sí mismo sin que él tuviera que mover un solo dedo.
En mi opinión Trump estará en la toma de posesión de Biden y la transición se realizará sin problemas. Tengo esperanzas, por primera vez desde hace tiempo, sobre el músculo profundo que para la organización social generan las democracias liberales. Creo -y espero- que esta explosión se dará también en España contra un régimen, que puede haber quedado liquidado ayer, consistente en atacar de forma estructurada y planificada a las Instituciones de nuestra democracia con el mero fin de enriquecerse pescando a río revuelto. Hoy no es un buen día para los periodistas-estrella metidos a mega empresarios, ni para los empresarios que compran y venden medios de comunicación y teledirigen a los políticos en reuniones secretas que todos conocemos. Hoy, aquí también, los Roures y los Iván redondo, siguen estando en un lado del tablero, y la soberanía del pueblo que consagran las constituciones -la nuestra en el Artículo 1- en el otro. Pero hoy, el jaque lo hemos dado quienes ostentamos esa soberanía que nos han intentado arrebatar.
[Nicanor Cardeñosa, nació en La Robla y estudió periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, fue corresponsal en Estados Unidos de la COPE y ha trabajado para medios como El País y El Mundo.]
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