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Hay periodistas y periodistas. Los que pasan de puntillas por la profesión, y por la vida, y aquellos que dejan la huella en el camino, un reflejo de su estilo, de su hacer, y por encima de todo ello, de su compromiso.
Antonio Núñez, ... bañezano feliz, irónico, amante de la libertad, apasionado de la máquina de escribir, obsesionado con la verdad, explorador de realidades y retratista de cuanto aparecía en su entorno, se ha ido demasiado pronto, como si tuviera una misión más importante que cumplir al otro lado.
Ácido, directo, siempre tuvo un bisturí en su mano y, lo que es más importante, jamás puso su rodilla en tierra, y mira que le animaron a hacerlo un día... y otro... y otro más.
Se ha ido con 67 años, cuando su figura inquebrantable podría servir de ejemplo a las nuevas generaciones de informadores, atrapados hoy entre las redes sociales y las notas de prensa.
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A Núñez siempre le gustó la información, y solo la información, una 'rara avis' en una profesión retorcida por el paso del tiempo y seriamente dañada por las últimas crisis.
Desde el Diario de León dejó una huella imborrable. Siempre tuvo con el decano una relación difícil porque no en pocas ocasiones el periódico caminaba en una dirección y la profesión, su profesión, avanzaba en sentido opuesto.
Fue despedido por defender los derechos laborales y recuperado más tarde por Martínez Carrión en una especie de mensaje hacia dentro de la casa y hacia los lectores: ha vuelto el látigo del periodismo, el tipo que no se casa con nadie... ha vuelto el periodista, en definitiva.
Fue una etapa brillante en la que su tino y su hábil forma para destripar el entorno marcaron época. «Nada es eterno», sentenció en más de una ocasión. Y ni siquiera esos buenos tiempos lo fueron. No encontró la continuidad deseada y su fina pluma se quedó en retazos quizá porque dejarle fuera de la escena así, sin contemplaciones, sería un exceso de desvergüenza.
Núñez fue a la profesión lo que el alma al cuerpo o el viento a una tarde de primavera en medio del campo. Era un tipo imprescindible. Sus crónicas en El País dejaban ver aquellas piezas creadas con tiempo y sabiduría que, desde el kiosco, ponían los pelos de punta a los lectores.
Se ha ido Antonio Núñez. Y la profesión se queda huérfana, más huérfana.
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