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Estado en el que quedó el tejado de la nave central de la Catedral de León tras el incendio de la cubierta. Agencias | Vídeo: Noelia Brandón

55 años de la noche que conmovió a León

El 29 de mayo de 1966, la Catedral de León sufría un incendio provocado por un rayo que chocó contra el crucero del templo y cuya chispa acabó devorando toda la cubierta de madera | «Era prácticamente una antorcha envuelta en humo», recuerdan los que vivieron aquella jornada: «La gente decía que se caía la catedral» | El aviso de Laurentino Vega y la intervención de Andrés Seoane cambiaron el destino de la seo leonesa | 50.000 tejas y varios kilos de hierro, así como un cheque de tres millones, entregados por el gobierno franquista para sufragar gastos, permitieron su recuperación en apenas un mes

Sábado, 29 de mayo 2021, 09:13

Diéguez marcaba un gol en la Puentecilla que daba la victoria a la Cultural por 1-0 ante el Cartagena, y que obligaría a ir al desempate en el campo del Plus Ultra, en Madrid. Era una tarde de tormenta de 1966 en la que muchos leoneses había acudido al campo.

Tales eran los rayos y la lluvia, que el conocido Antonio González de Lama, que había acudido a la Catedral de León aquella jornada, ante la persistencia de los rayos buscó refugio en el desaparecido Café Exprés, en la calle Nueva -ahora, Mariano Domínguez Berrueta-.

A unos cuantos metros de aquel estadio, en la capilla de la Catedral de León, se oficiaba la misa del Domingo de Pentecostés, un 29 de mayo. Era por la tarde y allí el grupo de fieles se resguardaba del tremendo chaparrón que caía sobre León. Fue entonces cuando un ruido rompió el silencio de oración, pero no alteró la celebración religiosa.

Eras las 18:30 horas. Uno de los relámpagos logró esquivar el nuevo pararrayos instalado en el templo mayor diocesano y alcanzó la techumbre en la zona del crucero. Esto sirvió de detonante para, poco a poco, y ante la gran cantidad de madera que ocupaba la cubierta, empezar a expandir la chispa por el resto.

«La catedral era una antorcha»

No fue hasta dos horas después, a las 20:30 horas, cuando el farmacéutico Laurentino Vega, de la botica Gordón, a escasos metros de la Pulchra Leonina, vio como el fuego ya asomaba en lo alto de la iglesia. Él fue el encargado de dar la voz de alarma y comunicarlo al capellán del obispo Almarcha, a través de su sobrina, para que Primo Lucio Panera recibiera la noticia. «La catedral está ardiendo, hay fuego en la catedral, tenéis que venir inmediatamente para aquí». El propio capellán trasladó al obispo la noticia y salieron al balcón del Palacio Episcopal, donde vieron cómo «las llamas empezaban a subir, todo el humo ocupaba la frontal. Se veían las llamas y la vimos arder en media hora. Se extendió muy rápido por toda la nave central».

Galería. El fuego ilumina el techo de la catedral

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Galería. El fuego ilumina el techo de la catedral Agencias

La primera reacción de Almarcha, a sus 78 años, y según las crónicas, fue la emoción y pedir ayuda al cielo: «Dios mío, salva a la catedral porque se nos hunde». Mientras, en el terreno, las primeras indicaciones llegaron del mismo que dio la voz de alarma. Laurentino conocía los entresijos de la seo debido a su buena relación con el clero y fue el encargado de guiar a los primeros bomberos que llegaron al lugar. «Preguntaron cómo se podía subir al techo y mi padre estaba por allí y les indicó el camino para poder acceder a la cubierta y atacar el fuego desde la parte de arriba», asegura su hijo Roberto, quien recuerda cómo su padre recibía posteriormente el reconocimiento del Ayuntamiento de León y cómo fue nombrado bombero honorífico por su actuación aquella tarde.

Laurentino Vega, el avisador

Un par de documentos recuerdan el valor que tuvo un trabajador leonés, farmacéutico, que vivía a escasos metros de la Catedral de León y que conocía al dedillo los entresijos de la seo leonesa.

Existen dos reconocimientos a Laurentino Vega, propietario de la Farmacia Gordón, en el que se destaca su papel por ser la voz de alarma del incendio y el primero en guiar a los bomberos para que pudieran acceder al tejado del templo.

De hecho, el parque de bomberos nombró 'bombero de honor' a Laurentino por su diligente actuación.

Pronto empezaron a llegar las autoridades, encabezadas por el gobernador civil, Luis Ameijide Aguilar, y el alcalde, José María Martínez, que se personaron inmediatamente. También se acercaron sacerdotes y muchos curiosos, entre ellos el cronista oficial actual, Máximo Cayón, que acompañó a su padre para elaborar una crónica. «Estuve en la calle la Paloma. Todo estaba acordonado y había bomberos, militares llegados de la base de la Virgen del Camino, de otras provincias y fuerzas de seguridad que no dejaban pasar». «Ardía toda la techumbre, desde el ábside hasta el hastial de la fachada principal, ofreciendo un aspecto desolador», rezaba el Boletín de la Diócesis de aquella noche.

Al frente de todos ellos se situó el que la historia ha situado como el auténtico «salvador de la catedral». El arquitecto Andrés Seoane, que conocía a la perfección los elementos que conformaban la Catedral de Santa María de León, se puso al frente de «toda la parafernalia, donde todos querían mandar» y recibió el encargo del gobernador para llevar la voz cantante. «Subió arriba y vio que la piedra era toba, volcánica, que aguanta el fuego pero no el agua, y apagarlo con mangueras provocaría que subiera el peso y reventaran las bóvedas. El agua debía caer muy suave, había que ir a los remates, con piedra de Boñar, caliza, y eso fue lo que ordenó», recuerda su hijo, Andrés Seoane, quien apunta a esa buena coordinación y la dirección de su padre como lo que logró salvar el templo. «Había que hacer caso al maestro, aunque sea un burro -ironiza-, y eso fue lo que pasó». Esta figura también la recuerda Lucio Panera. «En contra del criterio y el protocolo de bomberos, pidió echar el agua menos posible porque sino se podía caer todo, porque la catedral es el equilibrio perfecto». También ayudó «la negligencia» de décadas anteriores, que habían dejado escombros de anteriores restauraciones en el entretecho y sirvió «de colchón» para absorber el calor y que no se recalentaran las bóvedas ni el plomo de las vidrieras, que hubiera hecho saltar por los aires el cristal.

Noticias a Franco

El rumor de que la 'pulchra' se caía empezó a recorrer la ciudad. El motivo de esa confusión lo generaron los pinjantes, sujetados por madera, y que empezaron a desplomarse contra el suelo de la nave central, pero sólo se trataban de recursos decorativos que no formaban parte de la estructura.

Galería. Trabajo de los bomberos en la cubierta de la Catedral de León. Archivo

La noticia llegó hasta la Anunciatura y al mismísimo director general de Bellas Artes, Gratiniano Nieto; pero también alministro de Turismo, Fraga Iribarne, quien comunicó al propio Francisco Franco, quien presenciaba la final de la Copa del Generalísimo en Madrid, que la catedral se había quemado sin víctimas mortales y que se había salvado todo el patrimonio.

Comienza la reconstrucción

Tras la pronta y diligente intervención, capitaneada por Seoane, tocó ponerse manos a la obra en la reconstrucción.

Lo primero que hubo que colocar fue unas plataformas con castilletes que permitieran ir subiendo las nuevas piezas hasta el tejado. De ellas se encargó la fundición Rogelio Fernández, ubicada en Puente Castro, en cuanto al hierro; y las tejas, hasta 50.000, fueron cosa de las tejeras que había cerca del seminario y que recogieron de la carretera Asturias.

«El coste total fue en torno a los seis o siete millones de pesetas. A los dos días, el propio Fraga acudió a León y entregó en mano al obispo Almarcha un cheque de tres millones para su rehabilitación», afirma el capellán Lucio.

Para los trabajos también fue necesario adquirir una gran lona que cubriera la cubierta, ante las nuevas tormentas que se avecinaban, y nuevas bombas de achique que canalizaran el agua hacia pozos cercanos.

La reconstrucción fue tan efectiva que una semana después se celebraron los primeros oficios de acción de gracias y en un mes la Catedral de León volvía a abrir sus puertas para mostrar de nuevo su belleza al mundo. «Esto hubiera sido una debacle mundial. La catedral es una joya de la arquitectura, pero no solo en España. Es una joya de la arquitectura universal».

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