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Esperanza, cambio, ilusión, colectivo, proceso, apoyo mutuo, transformación, añoranza. Son algunas de las palabras con las que definen el 15-M algunos de los llamados 'indignados' de León que un lejano 15 de mayo de 2011 decidieron salir a las calles y hacer de las plazas un espacio «público y abierto al debate, a la reflexión y a la expresión libre de ideas para experimentar la democracia real».
Este 2021 se cumplen diez años de aquel domingo en el que se inició un proceso «desde el colectivo y para el colectivo» y que en León tuvo su epicentro en la plaza Botines. Una de las personas que participó en la organización de lo que en un inicio era una manifestación bajo el lema 'Democracia real ya' recuerda la «sorpresa y alegría» que sintió cuando más de 1.000 personas acudieron a la concentración del centenar previsto inicialmente.
Y es que la crisis de 2008, la desafección ciudadana hacia la política en plena campaña electoral y el hastío de una generación que se enfrentaba a un futuro incierto y sin visos de mejora movilizó a miles y miles de personas que decidieron 'tomar las calles'.
Siguiendo el ejemplo de lo que estaba ocurriendo en la Puerta del Sol, como semillas el día 17 las tiendas de campaña brotaron en Botines, iniciando una de las acampadas más largas del país en la que, sobre todo universitarios, comenzaron a organizarse en asambleas.
«Recuerdo la ilusión y la esperanza de aquellos días, queríamos ver qué nos unía, hablar, debatir, poner sobre la mesa cuestiones que nos afectaban como ciudadanos, injusticias, y no solo discutir sobre ello, sino buscar soluciones entre todos. Queríamos aportar, aprender y dar voz a las personas», explica uno de aquellos 'indignados', que también recuerda «cómo nos expresábamos a través de lo artístico como forma de libertad».
Emocionada, otra de las participantes asegura que esos días «fueron importantes, imprescindibles y maravillosos, que con una sola voz todos dijéramos 'hasta aquí, queremos un cambio'» y concluye: «Llevamos en nuestros corazones ese momento en el que aprendimos a ser y hacer colectivo, sin líderes, sin prejuicios y dispuestos a aportar lo mejor de cada uno».
El movimiento, que desde su origen fue entendido como «un proceso y no un fin en sí mismo», acabó germinando en la sociedad. Entre los participantes, opiniones diversas sobre lo conseguido. «Claro que faltaron cosas por lograr», comenta una de ellas, pero mantiene que «fue un movimiento de miles y miles de personas necesario y que caló muy hondo en los que formamos parte de él».
Una de las primeras relaciones que se tiende a establecer es la del 15-M con la aparición de Podemos. Algunos acusan a la formación morada de «aprovecharse» del movimiento para entrar en el sistema y perpetuarlo. Sin embargo, los 'indignados' piden ir más allá de esta «visión simplista» porque consideran que «vincular el 15-M solo con Podemos es no ver todo lo que cambió en España».
Su líder en Castilla y León, Pablo Fernández, asegura que «nadie puede aprovecharse del 15-M» y defiende que en su partido «nunca hemos querido arrogar que somos herederos del 15-M, pero lo que es indiscutible es que fue un punto y aparte en el escenario político de nuestro país».
Además, cree que «el espíritu» de los eslóganes de 'No nos representan' o 'Haz política porque si no la harán por ti', protagonistas en aquellos días, «está presente en Podemos». Fernández, que vivió el mes de mayo de 2011 a caballo entre León y Madrid, recuerda aquellos días como jornadas «muy emocionantes, con mucho bullicio, mucha ilusión y ganas de cambiar las cosas» y un momento que supuso «un punto de inflexión que provocó la muerte del bipartidismo político en este país».
Otros aseguran que los mecanismos para la toma de decisiones que allí se fraguaron, la reflexión común y el aprendizaje colectivo acabaron calando en el tejido político. «Los partidos tradicionales tuvieron que replantearse su estructura, la militancia en partidos y sindicatos creció, nacieron movimientos sociales como Stop Desahucios, se formaron las Marchas por la Dignidad y se crearon sinergias y lazos que se mantienen».
Muchas cosas han cambiado desde aquel 15 de mayo de 2011. La irrupción de nuevas fuerzas en el escenario político español y una pandemia cuyos efectos todavía son imposibles de cuantificar reavivan para algunos esa necesidad de volver a tomar las calles.
«Es importante buscar lo que nos une, lo que nos conecta, alzar la voz y hacer una democracia desde las necesidades de los ciudadanos y recordar el poder del colectivo», apuntan.
Y es que, aunque no creen que con la actual crisis sanitaria un movimiento de las mismas características sea posible ni viable, sí apuestan por recuperar aquellos «espacios públicos y abiertos de debate, de reflexión, diálogo y solidaridad» que un lejano 15 de mayo de hace diez años nacieron en las plazas.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
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