Miguel Delibes tituló una de sus grandes obras bajo el nombre 'La sombra del ciprés es alargada' y en ella se describe el pesimismo como una sombra que persigue al protagonista a través de su historia. También decía Maquiavelo que entre el amor y el ... miedo era mucho más seguro ser temido que amado. Diez años después, la sombra del miedo que acobardó a muchos dirigentes de la política leonesa se rompe entre algunos y permanece sobre otros. Unos cuantos han querido volver a recordar la pequeña y atrevida figura que marcó una época en la provincia y que aplicó «mano y corazón de hierro» para que hoy, todavía, otros escuchen su nombre como esa sombra que don Mateo enseñó al joven Pedro en la novela de Delibes.
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Todos cuantos estuvieron cerca de Isabel Carrasco la recuerdan como una mujer «muy eficaz y competente; una tecnócrata de la política con gran capacidad», como explica el exalcalde de León, Mario Amilivia. Una política «sin tiempo, muy trabajadora e inteligente» con la que Javier Santiago compartió sus primeros pasos en esta esfera como presidente de Nuevas Generaciones. Era trabajadora y «no perdonaba que no trabajaras», como señala uno de sus vicepresidentes, Lupicinio Rodrigo, que recuerda cómo «no iba a los despachos a tomar café, iba a gestionar y que Dios te pillara confesado si no sabías algo».
Procedía de Lorenzana, de una familia humilde y con una cabeza «privilegiada» a la que Aznar «escogió» y con la que compartía mesa cada mes, tal y como explica Mari Paz Díez, extrabajadora de Isabel en la Junta. «Tenaz, seria, luchadora nata y extrovertida» la describe Ángel Valencia, excomisario jefe de la Policía Nacional, quien pone en valor «que sabía mandar, era enérgica y fuerte y dirigía bien el Partido Popular.
«Cuando te llamaba, te llamaba con número oculto y a las 11 de la noche. Estoy seguro de que a algún consejero le temblaban las piernas»
«Ella no tenía rival aunque tuviera gente en contra. Isabel es irrepetible y quien la quiera imitar se equivoca»
«Era una persona vengativa y cualquier oposición lo tomaba como un acto personal contra ella. Era especialmente suspicaz».
Otros de los hombres que estuvieron cerca de Isabel, como Francisco Saurina, exconcejal del PP, y Fernando de Arvizu, exprocurador popular, también destacan el «personaje complejo, constante, buena opositora y trabajadora con capacidad de organización» de la expresidenta provincial. «Era extremadamente buena en su trabajo y tenía que demostrar que valía más que cualquier hombre y, por supuesto, que cualquier mujer».
Entre los que sufrieron la ira de Isabel estaba Ignacio Tejera, empresario leonés, que tilda de «despiadada con algunos» la actitud de una mujer «con mano y corazón de hierro» que fue dada a mezclar «lo personal con lo institucional». Sin embargo, en lo personal se mostraba «afable, divertida, simpática y con chispa; rápida e inteligente, pero implacable», una figura con la que no valían las medias tintas y con ello logró acaparar el poder político, económico y social, a través de los medios.
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Sobre su carácter, Amilivia ensalza unos rasgos que la hicieron «ser una amenaza para los rivales» con un giro que empezó cuando llegó «desplazada» de Valladolid a León para ser presidenta del PP y de la Diputación. «Su carácter duro, que siempre lo tuvo, desembocó en desquiciarse. Veía enemigos por todos lados». Ese carácter fuerte la convirtió en una persona «muy dura» con su entorno, cuenta Vélez. «La perdían las formas. Era pragmática y resolutiva, al mismo tiempo que te soltaba una brabuconada. Reírse la he visto pocas veces y a algún consejero le temblaban las piernas cuando le llamaba».
«Isabel se enteraba de todo y quería siempre la verdad», sentencia Lupicinio, que reconoce la «mala fama» por un carácter y unas formas «políticamente incorrectas» en las que no le importaba soltar un improperio delante de la gente. «Te ponía a escurrir y eso en política lo pagas». Un carácter frío que también mostraba en las distancias cortas, como cuando recibía un beso o un abrazo y se ponía rígida, cuenta Mari Paz: «Era gordita, luego no; llevaba tacones altos y pantalón hasta el suelo. Tenía un complejo horroroso que no debía tener».
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Sobre su carácter «recio, autoexigente», con una mente «cuadriculada, cartesiana» a la que le gustaban las cosas bien hechas y que no se callaba hablaba Saurina, que recuerda llamadas con gritos en las que le tenía que pedir que dejase su actitud «porque no era sordo». Contudente es De Arvizu para reconocer que a Isabel «era posible quererla», aunque él no vio esa oportunidad con una persona «sin empatía y siempre a la defensiva» a la que le perdía «el afán de quedar siempre por encima de los demás, quizá por ser pequeña de estatura» a la que define como «vengativa y especialmente suspicaz».
Muchos la reconocen como una mujer que se tuvo que «imponer» en un mundo de hombres. A ello hace referencia Mari Carmen Mallo, exdiputada socialista, y pone en valor a una mujer representando una Diputación en un partido donde «los machitos se intentan imponer», algo que está segura a ella le hizo sufrir y tener que demostrar una valía.
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De esa sombra que Isabel Carrasco sigue proyectando en la política leonesa han dado buena cuenta sus allegados. El Partido Popular no ha vuelto a ser lo mismo. El carrasquismo se impuso y «a martillazos» consiguieron unir a la formación en torno a su figura. Fue una etapa de «visceralidad» la que presidió, como explica Luis Aznar, exsenador leonés, en comparación con la calma actual.
«Mucha gente no quiere acordarse de ella y fue beneficiada por Isabel, pero no quieren deber ese favor»
«Lo que ocurrió fue una barbaridad inesperada. Ese día, el marido y padre de las asesinas acabó igual que Isabel Carrasco»
«No hablaba con nadie, no decía si tenía un mal día o un buen día y la tenían todos un miedo horroroso»
Rodrigo reconoce que el PP perdió «un líder» que no tenía rival político y al que apoyaba el 90% de la militancia. «En una feria lo mismo te ponía a escurrir, pero la seguías y no dejaba a nadie con un problema». Por ello la ve «irrepetible» y que si alguien pretende imitarla se equivocará porque «desde su muerte, estamos divididos», lamenta. También Ángel Valencia compara aquella época con la actual y señala que ella «iba siempre con la verdad por delante, algo que hoy falta», además de que «sabía mandar y no ha vuelto esa unión». Y es que los populares han perdido el personalismo que impregnó Carrasco, donde era «ella, ella y ella» para dejar paso a una política más «tranquila, calmada y aburrida», como apunta Javier Chamorro, exsecretario general de UPL.
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En este sentido, Saurina cree que ahora las organizaciones provinciales son «meras comparsas que aplauden», algo que no ocurría con Isabel Carrasco y su fuerte carácter. «Era autoritaria, pero no impedía opinar y se impuso a todo el mundo entre validos de cada comarca». Acabó con un PP «conspiranoico» y logró unidad en torno a su figura. «Muchos se beneficiaron de Isabel y hoy la han olvidado porque no quieren deber ese favor». Misma hipótesis presenta Tejera, que destaca la «fidelidad absoluta» que exigía la expresidenta para que todos supieran «quién mandaba y cómo se obedecía».
«Nadie merece ese final, por muchos amigos que se creen», apunta Aznar al recordar el asesinato. Una persona vinculada a la seguridad como Ángel Valencia le preguntó a Isabel si tenía miedo y ella le confesó que a ella no le iba a pasar nada nunca porque quién le iba a hacer algo a ella. Aquí hace un inciso Fernando de Arvizu para lamentar que lograra poner a la gente «al límite» llegándoles a quitar aquello que necesitaban para vivir. «La gente entonces es imprevisible, no hace falta que diga nada más. No es que amara el riesgo por el riesgo, quería imponer su voluntad y laminar cualquier opinión contraria».
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Diferentes políticos en la oposición del Partido Popular coinciden en que ella nunca llevó la guerra entre formaciones al plano personal. Javier Chamorro, de UPL, valora su capacidad de trabajo y un carácter «difícil que inspiraba temor», pero también era «simpática y descarada» y sin vergüenza a callarse nada. «Había una actitud muy servil hacie ella por el enorme poder que tuvo». La recuerda enfadada, pegando voces y gesticulando y lamenta que León no llorase a Isabel e incluso notara «una sensación contraria a tristeza» el día de su asesinato.
En el Partido Socialista, Mari Carmen Mallo siempre fue clara y directa con ella «y eso le gustaba». Daba muchas voces y en alguna ocasión le preguntó si cuando llegaba a casa descansaba, dejaba la mente en blanco y dejaba de buscar enemigos. «Era una mujer muy atormentada». También vio episodios de reproche a sus diputados populares a los que preguntaba por qué la aguantaban. «Machacó a gente innecesariamente con un perfil autoritario, de excesivo control, de aprobación permanente y ver enemigos por todas partes».
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José Pellitero, diputado socialista, vivió con ella una moción de censura que le arrebató la alcaldía de Valdefresno en favor del PP. «Censuraba los plenos cuando había asuntos polémicos y colgaba el cartel de aforo complejo para que no asistiéramos», explica. En las visitas a los pueblos «iba con la chequera» y castigaba a la oposición, pero también a los suyos. «Nos llamamos de todo, pero luego nos saludábamos». De aquella etapa en la Diputación, los trabajadores le han contado cómo Isabel ordenaba frenar el ascensor en el primer piso cuando ella llegaba para que nadie lo usase o que el personal no podía compartir escaleras y pasillos con ella. «Era un sinvivir. Puso un arco de seguridad para saber quién entraba y salía». Además, el «chismorreo» por el retrato de Isabel en el corredor del Palacio de los Guzmanes ya ha desaparecido y pasa casi inadvertida.
Carrasco no se dejaba nada dentro «porque no quería que le salieran úlceras», aseguraba a su entorno. Eligió el miedo para amedrentar a los que quisieron mirarla por encima del hombro, muchos de los que hoy todavía, una década después, viven bajo su alargada sombra y siguen sin pronunciar un nombre que una parte de León borró de su memoria.
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Leonoticias ha contactado para elaborar este reportaje con 40 personas cercana a Isabel Carrasco durante su etapa política en León que se iniciaba en 2004, cuando fue elegida presidenta provincial del PP. Una quincena respondieron afirmativamente a participar en la serie de entrevistas, mientras que el resto declinaron nuestra propuesta. Las excusas aportadas fueron desde el «no tenía mucha relación con ella» o «no tengo mucho que aportar porque es tiempo pasado», hasta que «es el momento de olvidarse de todo» o que les «duele demasiado» recordarlo por el aprecio que la tenían. Un silencio que algunos han afirmado «no es una cuestión de miedo, sino de querer olvidar» o por el mero hecho de preferir «conservar su recuerdo sin hablar porque ha sido una persona muy maltratada en los medios». También han rechazado la invitación porque «de los muertos no se debe hablar» o que «no merece la pena» recordar lo ocurrido ni esa etapa de la política.
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