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El cierre a una historia de más de 40 años se produjo el pasado mes de septiembre. Con el fin del verano, la hora del descanso para Emilio Fidalgo y su mujer, Inma, propietaria del negocio, llegó.
Después de años de dedicación, esfuerzo y trabajo, la pareja cerraba la trapa de su negocio pocos meses después de su reapertura en la nueva ubicación del Mercado del Conde Luna.
Tras años en proceso de aprobación de las obras y el cierre de una parte del mismo mientras reformaban la anterior, la pareja trabajó hasta el final para «seguir apostando» por lo que había sido su casa y parte de su historia.
Pero el descanso no tuvo un buen sabor de boca. Meses antes de su jubilación la pareja decidió ponerse en búsqueda de alguien que les hiciera el relevo. Una «oportunidad de vida» con un negocio ya en marcha en el cual estaban dispuestos a ceder todo lo que sabían incluyendo todos sus conocimientos.
Pero las cosas se fueron complicando con la cuenta atrás. Tras encontrar una familia interesada en continuar con el negocio y seguir apostando por un puesto «de toda la vida» los impedimentos llegaron por parte del Ayuntamiento de León.
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Lucía Gutiérrez
La negativa impuesta por parte de una de las técnicos explicando que se trataba de una concesión y que debía salir a licitación públicamente para la «igualdad de condiciones» dejaba otro de los puestos del mercado cerrado. Una decisión «poco justa» para la pareja que pagó más de ocho millones de pesetas por su traspaso al inicio del funcionamiento del establecimiento.
«El mercado era nuestra vida», indicó Fidalgo muy dolido por una situación que «mata» y «afecta» directamente a sus compañeros. El vacío en los pasillos, la falta de aperturas, los puestos de trabajo obsoletos y un lugar «sin vida» que no progresa con el paso del tiempo.
Después del trabajo y el esfuerzo la pareja tuvo que ver cómo su negocio se cerraba sin posibilidad de relevo a pesar de tenerlo. La negativa por parte de las instituciones, a pesar de haberles prometido soluciones que «nunca llegaron», generó una indignación por la «impotencia» de no poder hacer nada al respecto.
Un referente del turismo que tanto clientes locales como de fuera de la provincia echarán en falta.
El olor a cecina, las porciones de queso para probar o la sonrisa de la pareja al servir a sus clientes son algunos de los recuerdos que sus compañeros echarán en falta en un mercado que «deja morir a quien quiere trabajar».
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