a. cubillas
Viernes, 12 de mayo 2017, 11:03
12 de mayo de 2014. Una fecha escrita con sangre, una fecha que indudablemente ya ha pasado a formar parte de la historia más reciente de León. Hoy se cumplen tres años desde que tres disparos, secos y a traición estremecieran a una ... ciudad entera. Era un lunes soleado, una jornada como otra cualquiera, que se preveía tranquila. Hasta minutos después de las seis de la tarde.
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En ese momento, saltaba la noticia. El 112 alertaba de la presencia de una mujer herida por arma de fuego en una de las pasarelas del río Bernesga. Minutos después y en medio de la confusión, se confirmaba su muerte. También su identidad. Era Isabel Carrasco, la presidenta provincial del PP, la mujer más poderosa e influyente de la provincia.
Cuatro disparos que acabaron con una trabajadora incansable, con una personalidad forjada a base de tesón, sacrificio, carisma y exigencia para con sus colaboradores. Las balas sesgaron, más allá de todo eso, una vida, la de uno de los personajes políticos más destacados en la historia de la provincia leonesa.
La vida de la dama de hierro de León. La reina de su Palacio, la Diputación de León, aquella que moldeó a su imagen y semejanza, donde nada se hacía o se decía sin que llegará a sus oídos. Todo siempre bajo control. Tanto que a su llegada a la institución provincial ordenó una limpieza electrónica para comprobar la existencia de micrófonos.
Tres años después, la huella de Isabel Carrasco se pierde en el tiempo. Cada vez queda menos o prácticamente nada de esta controvertida política que en su día se erigió como eje de la vida política de la provincia, a la que se le acusó de manejar a su antojo una tierra que para otros elevó su notoriedad con su esfuerzo, su tenacidad y su trabajo.
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Tan sólo un cuadro. El mismo que descansa en los pasillos de la Diputación junto a la hilera de imágenes que narran la historia de la institución, aquel que colocó ella misma, en 2012, cuando aún no había terminado la legislatura y lo hizo, sin esperar a que, como venía siendo norma institucional, se situara el de su predecesor en el cargo, Javier García Prieto.
Odio enfermizo
El mismo que abrió las puertas de la Diputación a su ahijada Triana Martínez, esa joven licenciada en Ingeniería de Telecomunicación, que, años después, acabaría convirtiéndose en su verdugo. Porque tras el brutal asesinato de Isabel se esconde una truculenta historia salpicada de afinidades políticas, incluso de simpatía a nivel personal.
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Isabel no quería al enemigo en casa y no dudó en prescindir de Triana. Unos hablan de despido profesional. La mayoría lo califica de personal. Una decisión que, sin embargo, desembocó en un odio profundo, que se convirtió en enfermizo para su madre, Montserrat González. Tanto, que no dudó en comprar un revólver y dispararla hasta en cuatro ocasiones, por la espalda, sin que tuviera oportunidad de defenderse. Tan segura estuvo que lo hizo a plena luz del día. Y quizá, ése, fue su error.
La casualidad quiso que un policía jubilado presenciase la escena sin dudar, ni por un segundo, seguirla, siendo testigo de cómo a escasos metros se encontraba Triana, la misma que recogió el bolso que contenía el arma del crimen, la misma que posteriormente la esperaba en su Mercedes para emprender la huida.
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Pero sus planes fallaron. La actuación del agente impidió a Montserrat entrar en el vehículo. Minutos después, ambas eran detenidas, resolviendo un crimen que hubiera despertado ampollas en León. Al fin de cuentas, Isabel Carrasco acumuló durante a lo largo de su trayectoria profesional y política un importante número de enemigos.
Reclusa de Villanubla
Tres años después y tras un largo proceso judicial, el más mediático de León hasta la fecha, madre e hija comparten celda en el módulo de mujeres de la cárcel de Villanubla. Plenamente integradas a la vida de la prisión, como unas reclusas más, afrontando penas de 22 y 20 años, respectivamente
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No así durante su estancia en Villahierro (León), donde fueron muchos y sonados los escándalos que protagonizaron. Principalmente Montserrat, que no dudó en bailar encima de las mesas del comedor, negarse a las tareas de limpieza y pedir tratos de favor, incluso, desafió las normas teniendo bajos sus órdenes y previo pago a otras reclusas.
Prisión que compartieron, a la distancia, con la tercera mujer implicada en el crimen de Isabel Carrasco. También la más polémica, la que más interrogantes despertó, cuya culpabilidad, para muchos, aún hoy está en entredicho.
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Raquel, en enfermería
Raquel Gago, la tímida agente de la Policía Local, regresó a la prisión de Mansilla de las Mulas el pasado 20 de diciembre tras 684 días en libertad. Lo hacía en calidad de cómplice de asesinato y con una condenada de 14 años, eso sí, defendiendo su inocencia. Por ello, minutos antes de reingresar lanzó un grito de auxilio a la televisiva Ana Rosa Quintana.
Sin embargo, cinco meses después, Raquel sigue en Villahierro. Ahora en el módulo de enfermería, con compañeros como David Oubel, el parricida de Pontevedra que mató con una sierra a sus dos hijas de 4 y 9 años, realizando tareas de apoyo. Ha sido la solución que se ha encontrado desde Instituciones Penitenciarias para un caso que nunca se presentó sencillo.
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Su condición de miembro de los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado obligó durante su primera estancia en Villahierro a su mantenimiento en el módulo de ingresos, a pesar de que esta zona de la prisión está percibida para que un interno no supere las 72 hras. Una alternativa que debía descartarse ante una condena firme. De ahí la decisión de trasladarla a enfermería para evitar su reubicación en otra prisión, que alejaría a Raquel de su círculo más íntimo.
Su única esperanza
Ahora las tres, Montserrat, Triana y Raquel mantienen todas sus esperanzas puestas en el Tribunal Constitucional. Sin embargo, sus posibilidades son escasísimas. Así lo entiende el Fiscal Jefe de León, Emilio Fernández, ajeno ya a un proceso que le mantuvo durante meses en el objetivo de medios locales y nacionales. Hoy, casi dos años después, lo ve en la distancia, consciente de la trascendencia de un juicio al que se le sumaron ingredientes inusuales y extraños que lo elevaron a espectacular.
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Al fin de cuentas, no sólo se puso en tela de juicio la versión del principal testigo el policía jubilado- o se suspendió el proceso por la misteriosa desaparición del letrado de Raquel Gago, la inesperada decisión del magistrado presidente de desviarse de la decisión del jurado popular obligó a acusación pública y particular a interponer recursos, que elevaron el caso hasta el Supremo.
Pero finalmente, la justicia fue justa. Al menos así lo entiende Beatriz Llamas, letrada de la acusación particular, que se mostró ajena al juicio paralelo en el que se intentó criminalizar a la víctima. Hoy se muestra satisfecha de un proceso judicial que, lamentablemente no ha dado paz a la familia de Isabel Carrasco que, tres años después, viven a la sombra de cuanto rodeó este macabro crimen.
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No así el corazón de León, que late sin mirar atrás, con Isabel Carrasco tan sólo en el recuerdo. Hoy muy lejano. Sin ningún acto homenaje en este aniversario de su muerte. Ni tan si quiera en el mundo político. Al fin de cuentas, el pasado no tiene poder sobre el presente.
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