Enrique García Centeno, 'don Enrique'.

'La Morenica hoy esboza una sonrisa en su camarín'...

Óscar Rodríguez Martínez, sacerdote en el Complejo Asistencial de León y de la parroquia de Matallana de Torío, rememora en este artículo las vivencias que le han unido al fallecido Enrique García Centeno, 'don Enrique'

leonoticias

Miércoles, 8 de marzo 2017, 18:24

Óscar Rodríguez Martínez, sacerdote en el Complejo Asistencial de León y de la parroquia de Matallana de Torío, rememora en este artículo las vivencias que le han unido al hoy fallecido Enrique García Centeno, 'don Enrique'.

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"La Morenica hoy esboza una sonrisa en su ... camarín, no parece tan triste como otros días. Hoy no ha sido don Enrique quien supervisaba que la vistieran y enjoyaran, para que León la venerase como Señora. Hoy ha sido ella quien le devolvía el favor.

Bien pronto por la mañana picó en el portón de la casa parroquial, llamando a su más fiel devoto. Imagino a Don Enrique abriendo la puerta refunfuñando por lo intempestivo de la hora. Su cara sería un poema, abrir y encontrarse con La Señora.

Rápidamente colocaría con sus temblorosas manos esos pelos respeluciados, que nunca pudo tener en su sitio. Algunos bromeábamos diciéndole que eso sólo pasaba, a los oriundos de Valderas y que el genio tenía que salir por algún lado. Una mueca burlona era distintivo claro de placet, sino te arriesgabas a un pequeño revolcón.

-Ponte el abrigo Enrique, no te resfríes con la fresca.

-Madre a un día de mi cumpleaños.

-Que mejor que hoy, le dirá.

-Pero sin despedirme de los míos, ni de la parroquia ni las cofradías, ni nada de nada, responderá quejoso.

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-Ya lo hago yo por ti. Arriba están impacientes por recibirte. Son tantos años a su servicio y tanto entregado, que quieren conocerte en persona y premiarte con el descanso. Piensa que te queda un último esfuerzo Enrique. Seguro que allí el bacalao no será como el de tu hermana, que los paisajes tendrán un colorido distinto al rojizo de tu tierra, que tendrás que aprender a echar la partida con otros compañeros, y a descansar, sí, que también es un verbo a conjugar. Pero Enrique te recuerdo que el cielo es espacio sin humos, y no puedes llevarte la cajetilla arriba.

-No, si casi ya no fumo, dirá mientras enciende ante ella ese último cigarrillo, apurándole una caladina, antes de apagarlo a medio consumir, como signo de reverenciada obediencia. Posará el paquete de tabaco y pensará que alguna vez tendrá que ser la verdadera.

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-Espera Madre ¿y mi equipaje?

-Te lo ha subido mi hijo. Subió las maletas llenas del cariño de los parroquianos, de los cofrades, de las comunidades y de tantas y tantas personas, que nunca se acordarán de tus apellidos, pero que sabrán que eras y serás siempre, Don Enrique el cura del Mercado, el de los papones.

Cruza al otro lado Hermano, que llevas la mejor guía. Aquella que te mostró día a día, el camino que habías de recorrer con su Hijo en los brazos. Aquella que te enseñó la esperanza y la alegría de saber que Él nunca falla.

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Hasta luego compañero, de los pocos con los que podía lanzarme los trastos a la cabeza y le dejaba que me regañara, incluso cuando no tenía razón. De los que me dejaba que me tirasen de las orejas y con el que podía hablar de todo. Descansa en paz amigo, de la mano del Nazareno y de tu Madre del alma".

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