«Hemos estrangulado los ríos»

Al acto ha acudido el consejero de Fomento, Juan Carlos Suárez-Quiñones, quien ha definido el acto inaugural como «un día especial para la familia de la pesca y de la trucha». El consejero ha destacado la importancia de esta edición «tan especial», en la que se han planteado «numerosas actividades». Para Suárez-Quiñones, es una semana «que hace justicia con la pesca y con los ríos», ya que, según refiere, «no en vano hay quien dice que los mejores ríos del mundo están en Montana y en León».

Asimismo, el concejal de Comercio, Consumo y Fiestas, Pedro Llamas, ha destacado el empuje que supone esta semana para la hostelería. «Este año se ha apoyado especialmente el concurso gastronómico, que es el más antiguo de España, y es uno de los elementos que deben creer los propios hosteleros», apunta. «A veces buscamos cosas fuera cuando tenemos algo aquí claramente diferenciador como es la trucha», añade.

Pregón reivindicativo

Pedro García Trapiello repite como pregonero en este evento, pero se muestra igualmente entusiasmado por ostentar el honor. «Me ha halagado muchísimo que, habiendo dado ya la 'turra' pertinente, tener que repetir en este estrado», alega. «La Semana Internacional de la Trucha ha sido un episodio anual de mucha celebración en este León nuestro y que, además, tiene la voluntad de que se reconozca una potencia truchera y una potencia paisajística excepcional aunque la tenemos últimamente menguada», cuenta.

En su alocución, García Trapiello ha querido, por un lado, recordar los muchos y buenos años de este certamen y, por otro, reivindicar la necesidad de recuperar la riqueza de los ríos leoneses. «Como son 50 años, me he visto obligado a echar la vista atrás hacer un poco de recuerdo melancólico», explica. «En este lapso de 50 años, los ríos de León han perdido su potencia biológica y en muchos casos han perdido hasta su dibujo», lamenta.

Según relata el escritor leonés, «los ríos se han estrangulado en muchos sentidos, se han convertido en zonas de ribera, en canales. Les han suprimido todos los puertos, que eran como pequeñas estaciones de retén de agua donde se sostenía mejor la vida. Han quitado las presas, cegaron los charcales laterales que tenía el río. El soto, que era de una variedad floral y arbustiva muy interesante, ahora es un monoclultivo de chopo, que empobrece toda la microfauna que es muy necesaria y complementaria», detalla.

Otra razón «gravísima», por la que se ha perdido potencial natural en los ríos «es que se sigue vertiendo desde los pueblos, la mierda a los ríos. Esto es intolerable», denuncia.

Para García Trapiello, todas estas razones son las que «han contribuido a que la pesca, que fue legendaria en León, se haya quedado en nada». Y fruto de ello, «se tomó la decisión, el año pasado, que en los tramos libres no se cogieran las capturas», relata. «Vamos a ver si se consigue la recuperación biológica y dentro de unos años sí se pueda llevar la pesca a casa», anhela.

Este pregonero de honor pretende lanzar un mensaje de auxilio. «Voy plantear aquí que en un futuro se puedan renaturalizar los ríos. Es decir, que el río vuelva a tener su expresión, que campe a sus anchas, con su soto de sauces, de fresnos, de alisos, de matorral, para que tenga toda esa vida, porque ese es el principal patrimonio natural que tiene León. Son 25.000 kilómetros de río, los que tiene esta provincia», apunta.

El francés y su frasco misterioso

En la parte del recuerdo, García Trapiello, ha querido hablar sobre su vida como pescador, «de ese entrañable mundo de la pesca que te coloca ante amigos desconocidos, gente de pueblo. O que un día determinado te encuentras a Delibes pescando y te haces amigo de Delibes, que es un paisano más», añora.

En su pregón, el escritor relata una anécdota que conoció en primera persona: «Había un pescador, francés, que era genial. Un paisano que se metía 1.000 kilómetros para venir aquí. Era de los primeros que empezaba a pescar con mosca seca. Él pescaba mucho y capturas muy grandes, y estaba una vez tranquilamente pescando y le vio una pareja de la Guardia Civil. Lo que más sorprendía a los agentes era que cada pieza que cogía la devolvía al río, pero antes sacaba un frasquito spray del bolso y le rociaba en el morro de la trucha. Y la Benemérita dijo ¡Tate! ¡Aquí hemos pillado al francés! Que nos están inoculando bacterias o virus, como hicieron con la filoxera con las viñas en el siglo XIX. Y entonces bajan, le detienen y le llevan al cuartelillo. Claro, el frasco estaba escrito en francés y no entendían nada, y persistían en que aquello tenía que ser una acción malvada, hasta que se dieron cuenta, y pudieron constatar, que se trataba de un antibiótico, porque aquel paisano daba antibiótico para la pequeña herida que le hubiera hecho el anzuelo», relata.

Para García Trapiello, aquello «fue profético, porque hoy a la fuerza, no por imitarle a él, tenemos que pescar sin muerte. Esta es la tragedia de León que ya no se pueden sacar las truchas del río porque las hemos prácticamente agotado», critica.

Recuerdo y reivindicación para un cumpleaños que en la mente de todos está que no sea el último. Pedro García Trapiello advierte que todo «ese patrimonio natural, esa herencia, no es un capital que nos hayan dado nuestros abuelos sino un préstamo que nos hacen nuestros nietos. Y si es así, hay que reintegrárselo íntegro, con los intereses y las mejoras», concluye.