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J.C. / M.T.
Sábado, 26 de marzo 2016, 10:12
El letrado que ejerce la defensa de la policía local Raquel Gago en el juicio por el crimen de Isabel Carrasco, Fermín Guerrero, sería «un gran cofrade de Genarín». Lo asegura Maximino Barthe, abad de la cofradía de este putero, caótico, pendenciero y personaje único ... de la historia de León.
Genarín espera paciente el momento de volver a recorrer las calles de la capital. En la madrugada del Jueves Santo al Viernes Santo reivirá en procesión, seguido por una masa de 30.000 fieles («Creemos que la cifra de asistentes será la misma que la del pasado año», se recuerda desde su cofradía), sus andanzas por el casco histórico de la ciudad y llegará hasta la muralla, en la calle de Los Cubos, en la que encontró la muerte.
Antes, como manda la tradición, la decena de seises se citará en La Pintona y allí departirán entre licores hasta el nombramiento «de los nuevos cofrades que se sumarán a los 140 actuales».
Barthe recuerda que entre esos cofrades podría encontrarse perfectamente el letrado Fermín Guerrero e incluso advierte que «aún tiene tiempo» para llegar a la cita. Alli, si acude, se le recibirá «con los brazos abiertos».
Los personajes que rodean la vida de Genarín forma parte de una saga que tiene la 'vida loca' por bandera. Lo dicen los versos que siempre han rodeado al pellejero.
'Chivaba martes y sábados
allá a la atardecida
con una pupila tuerta
nacida en la Sobarriba
a quien llamaban la Anselma
puta de cuarenta quintas'
Los seises de la cofradía de Genarín insisten en que este personaje deja ver «la otra cara» del tiempo santo y aplauden a quien se suma «a una tradición llena de historia y que esta vez además conmemora los 30 años de la muerte de Pérez Herrero, el último discípulo de Genarín». «Herrero, al que recuerdo con su sombrero y su pajarita, siempre está presente», sentencia Maximino Barthe.
La historia
Genaro Blanco Blanco (apellidos comunes en los huérfanos de León, en honor a la Virgen Blanca), llamado Genarín, inseparable de su orujo, las mujeres, los burdeles, el tute y la 'garrafina', fue todo un personaje en los ambientes más bohemios del León de principios del siglo XX.
En la madrugada anterior del Jueves al Viernes Santo, mientras realizaba sus necesidades perentorias en la base del tercer cubo de la muralla de León, a la altura de la calle de Las Carreras, fue atropellado por el primer camión de basura de la ciudad, 'la bonifacia' (llamado así en honor a Bonifacio Rodríguez, concejal por aquel entonces).
Se especula que pudiera haber muerto al salvar a unos niños de ser atropellados por el camión que le causó la muerte, sobre la base de que en la noticia sobre su muerte se hace referencia a unos niños que estuvieron a punto de ser atropellados.
Tras su muerte, un grupo de cuatro personas (los llamados evangelistas) decidió que esa figura tan singular no podía perderse en el limbo del olvido. Los nombres de estas personas forman ya parte de la historia: Nicolás Pérez "Porreto" (árbitro de fútbol), Eulogio "el gafas" (Taxista de profesión, coplero de devoción), Luis Rico (hombre de buena familia que dilapidó su fortuna en juergas con sus amigos) y Francisco Pérez Herrero (poeta).
Los milagros
Como parte de la leyenda, se le atribuyen a Genarín cuatro milagros. Entre ellos la redención de la prostituta que lo encontró muerto, que, según la tradición, dejó la prostitución y se volvió a su Lugo natal.
Además un gol de la Cultural Leonesa, que llevaba muy mala temporada hasta que los evangelistas de Genarín decidieron bendecir el campo de juego del estadio de la Cultural, al parecer con orujo, la noche anterior. El partido del día siguiente no empieza bien, por lo que uno de los evangelistas se quejó a Genarín, tras lo cual, al sacar el portero contrario el balón, este entró en su propia portería.
Un enfermo de riñón sufrió un terrible dolor mientras pasaba cerca de las murallas, necesitando hacer sus necesidades en el mismo cubo de la muralla donde años atrás había muerto Genarín. En ese momento sintió un gran alivio tras lo cual vio que había meado una piedra del tamaño de una nuez, solucionándosele sus problemas de riñón.
Y por último un individuo se dedicaba a robar las ofrendas (el orujo, el queso, el pan y la naranja) que los devotos, a través del «hermano colgador», dejan cada año en la hornacina de la muralla. EL ladrón escalaba la muralla y las robaba, hasta que Genarín le hizo resbalar y el hombre se rompió la cadera.
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