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Pablo M. Díez
Hiroshima
Domingo, 21 de mayo 2023, 20:43
Hace casi ocho décadas fue Hiroshima y hoy es Ucrania. En un escenario tan simbólico como esta ciudad japonesa, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, comparó ayer la devastación que causó la primera bomba atómica de la historia con la que sufre su país por ... la guerra con Rusia. «Aunque no provocadas por armas nucleares, las ruinas de Ucrania son similares a las que he visto en el Museo de la Paz de Hiroshima», señaló en su discurso antes de responder durante media hora a las preguntas de los periodistas.
Contestando a la primera de ellas sobre la cuestión más candente del día, negó la toma de Bajmut por parte de las tropas rusas, que parecía haber dado por hecho un rato antes al reconocer que «ya no queda nada allí» y «solo está en nuestros corazones». Corrigiendo sus declaraciones anteriores, Zelenski aseguró que «la ciudad no ha sido ocupada por Rusia» y que «no hay dos o tres interpretaciones para estas palabras», ya que las fuerzas ucranianas «siguen llevando a cabo una misión muy importante» en Bajmut.
Visiblemente cansado por su largo viaje desde Ucrania con escala en Yeda para participar en la cumbre de la Liga Árabe, Zelenski se mostró «muy contento» de haber asistido en persona al G-7, que incluye a las democracias más avanzadas, Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá, más la Unión Europea. Desde que llegó el sábado a Hiroshima, tuvo una agenda maratoniana y se reunió bilateralmente con los mandatarios de sus miembros oficiales y con casi todos los invitados, entre los que figuraban otras potencias como Corea del Sur y Australia y representantes del llamado Sur Global como la India, Brasil, Indonesia y Vietnam.
De todos ellos, el único con quien Zelenski no se entrevistó en persona fue con el presidente de Brasil, Lula da Silva, quien le ha acusado de ser «tan responsable de la guerra como Putin». Con este precedente, su encuentro habría supuesto una sorpresa, pero finalmente no se produjo. «He estado con líderes que antes no habían dado ningún paso y me he reunido con casi todos, pero cada uno tiene su propia agenda», contestó de forma evasiva cuando fue preguntado por qué no se había visto en privado con Lula. Ante la insistencia de los periodistas por si sentía defraudado por ello, replicó con ironía que «puede que yo le haya decepcionado».
Ahondando en este desencuentro con Lula, Zelenski dejó claro que «no tengo reuniones accidentales porque estamos en guerra y todas las entrevistas son importantes, pero no para insistir sino para que nos entiendan porque Rusia lleva mucho tiempo jugando con la desinformación».
En líneas generales, se declaró «satisfecho y muy agradecido» a Japón y al G-7 por haberle dado la oportunidad de venir a Hiroshima para «seguir presionando diplomáticamente a Rusia porque, con su invasión de nuestro territorio nacional, está violando la Carta de la ONU y todas las leyes internacionales». Ataviado con su ya habitual uniforme militar, justificó su presencia porque «como acudían otros países, tenía que venir en persona para desbloquear algunos asuntos importantes».
Haciendo otra analogía con el horror de la bomba atómica, alertó de la ocupación rusa de la central nuclear de Zaporiyia y recordó el accidente de Chernóbil en 1986. «Solo tengo lágrimas en los ojos. ¿Cómo puedes hacerlo esto a los niños?», se preguntó sobre las espeluznantes imágenes que documentan la bomba atómica sobre Hiroshima en el Museo de la Paz. De todas ellas, una de las que más le había impactado, según dijo, fue la famosa foto de la sombra humana en unas escaleras de piedra, al parecer de alguien que se habría volatilizado por la explosión. Una sombra que, en su opinión, es la misma que Putin quiere imponer sobre Ucrania.
Para impedirlo, Zelenski se marcha del G-7 no solo con el envío de los cazabombarderos F-16 de algunos países europeos, sino también con «armas de alta calidad proporcionadas por todos, especialmente de artillería». Este refuerzo le servirá a Kiev para llevar a cabo su esperada contraofensiva con el fin de recuperar los territorios anexionados por Moscú. «Cuando empecemos, Rusia lo notará», desafió sobre el estrado del centro de convenciones contiguo al Museo de la Paz.
Intentando evitar que la contienda escale aún más, el presidente de EE UU, Joe Biden, insistió en que Zelenski le ha asegurado que no utilizará dichos aviones para atacar territorio ruso. Pero eso no calmará la ira de Moscú, que ya ha advertido de los «riesgos colosales» que entraña esa operación. No será la única: la Casa Blanca anunció su trigésimo octavo paquete de ayuda militar a Kiev, este por valor de 350 millones de euros. «No dudaremos en seguir apoyando a Ucrania hasta alcanzar una paz justa», prometió Biden.
Por su parte, el anfitrión del G-7, Japón, entregará a Kiev cien camiones militares y 30.000 raciones de campaña para sus soldados. Y esa es otra de las ironías de esta cumbre de Hiroshima, la ciudad de la paz donde acabó la Segunda Guerra Mundial: que, en nombre de la defensa de Ucrania, puede estar alimentando la Tercera Guerra Mundial.
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