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Los primeros evacuados de la acería llegaron este martes a Zaporiyia desde Mariúpol, asediada casi desde el comienzo de la guerra. EFE
Zaporiyia recibe a los evacuados de Azovstal

Zaporiyia recibe a los evacuados de Azovstal

Apenas un centenar de personas, la mayoría ancianos, mujeres y niños, logra abandonar la planta siderúrgica de Mariúpol tras dos meses de asedio ruso

mikel ayestaran

Enviado especial. Zaporiyia

Martes, 3 de mayo 2022, 22:05

Después de dos meses en el infierno de la planta metalúrgica de Azovstal, 101 civiles de Mariúpol han vuelto a la vida. Lo hicieron gracias a la reanudación de las evacuaciones que lideran Naciones Unidas y la Cruz Roja Internacional. Este martes llegaron hasta Zaporiyia después de un viaje de 48 horas para recorrer los 200 kilómetros que les separaban de esta ciudad bajo control de Ucrania. Una historia con final feliz en mitad de uno de los episodios más sangrientos de esta guerra: la batalla de Mariúpol.

«Lo peor era que no se podía casi respirar. La sensación de ahogo era permanente, solo comparable con la incertidumbre de no saber qué iba a ser de nosotros», recuerda Liana, de 44 años, que se metió en uno de los búnqueres del enorme complejo metalúrgico el 24 de febrero y no salió hasta el 1 de mayo. «Los hombres del Batallón Azov nos dijeron que había un acuerdo para una salida segura y nos pusimos en marcha de manera inmediata. Fuera nos esperaban los rusos. Es imposible calcular el número de personas que queda dentro, es un laberinto de refugios», explica Liliana emocionada al verse alejada de los combates.

La ONU calificó el proceso de «exitoso» y el CICR aseguró que en total lograron sacar de forma segura 159 personas, entre ellas 101 de la planta de Azovstal que «han visto la luz del sol tras dos meses» bajo tierra y otras 58 que se han unido al convoy en Manhush, a las afueras de Mariúpol. El organismo internacional esperaba que fuesen aún más, por lo que pidió a Kiev y Moscú acuerdos urgentes para llegar a las personas que siguen bajo tierra.

Valentina, de 70 años, respira con calma y mira a su alrededor aturdida. Forma parte de quienes han estado estos dos meses en la acería y se emociona al recordar el momento en el que «un reportero llegó hasta nosotros y nos dijo que se negociaba una evacuación. Nos trajo además pañales para los bebés y algo de comida. Desde que escuchamos esas palabras se nos abrió una puerta a la esperanza», afirma con lágrimas en los ojos. La comida y el agua fueron agotándose con el paso de los días y «se reservaba siempre la mejor parte de las raciones para los pequeños». En el refugio en el que ha estado Valentina llegaron a convivir 72 personas. «Algunos intentaron escapar y nunca más supimos de ellos», sostiene.

Sin noticia de sus hijos

Entre los recién llegados se ven sobre todo mujeres, niños y ancianos. No hay hombres y supervivientes como Valentina, por ejemplo, desconocen el paradero de sus hijos. El aparcamiento de un supermercado a las afueras de Zaporiyia se ha convertido en el punto de llegada para los ucranianos que escapan de las zonas ocupadas. El centro comercial opera con normalidad, pero donde antes aparcaban los clientes ahora hay una gran carpa donde se sirven comidas y se ubican puestos de atención de las agencias de la ONU, el CICR o Médicos Sin Fronteras (MSF).

Tras las evacuaciones del fin de semana, cuando salieron un centenar de personas, el proceso se detuvo el lunes y estallaron de nuevo los combates. Esta planta es el último foco de resistencia armada en Mariúpol y Rusia quiere sofocarlo para proclamar victoria y dar continuidad a la zona ucraniana que ocupa en Crimea y el Dombás.

El acuerdo permite a los civiles de Azovstal salir de sus refugios, luego tuvieron «que ir a un campo ruso donde nos interrogaron, revisaron nuestros teléfonos, nos tomaron las huellas… Una especie de filtro. A nosotros nos amenazaron y nos dijeron que estábamos fichados y que más nos valía abandonar Ucrania porque cuando conquistaran todo el país nos matarían», apunta Tatiana, «joven anciana de 40 años», como quiere que la presentemos. Tras la identificación y el visto bueno, deben elegir la zona a la que serán dirigidos. La mayoría optó por Zaporiyia, a donde llegaron resguardados por los organismos internacionales. «En el camino vimos a mucha gente andando, pero los rusos no permiten que suba nadie que no haya pasado antes por sus campos», relata.

Rusia retoma el asalto a la acería

Con fuego de artillería y bombardeos desde el aire, el Ejército ruso cargaba este martes a media tarde (una vez más) contra el ya ruinoso complejo siderúrgico de Azovstal, en lo que las autoridades ucranianas consideraron como la antesala del asalto definitivo al último reducto de resistencia en Mariúpol.

Moscú no ahondó en si esa era su estrategia. Limitó las acometidas a una acción supuestamente quirúrgica contra «posiciones de tiro» que los combatientes ucranianos del batallón Azov habrían fijado «utilizando» la tregua de los últimos días. Con la guerra focalizada en el este y sur del país, otro ataque en la misma región de Donetsk provocaba la muerte de al menos diez personas y quince heridos. El Ejército ruso golpeó una vez más (ya lo hizo el 13 de marzo) la planta química de Avdiivka.

Macron y Johnson

Y mientras, la actividad diplomática continúa estancada. Emmanuel Macron volvía a hablar este martes por teléfono con Vladímir Putin. La primera vez que lo hacía desde su reelección como presidente de Francia. Más de dos horas de diálogo del que trascendió una exigencia y un reproche de Moscú. El líder ruso, según un comunicado del Kremlin, exigió poner fin al rearme occidental de Kiev y recriminó a su interlocutor que «se estén ignorando los crímenes de guerra de Ucrania». El Elíseo no hizo comentarios. Boris Johnson se convertía este martes en el primer líder que intervenía de manera virtual ante el parlamento ucraniano. Reino Unido ha comprometido 375 millones de dólares más en ayudas a Kiev.

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