Mikel Casal

Viktor Orbán, el tigre que admira a Chuck Norris

El primer ministro de Hungría cumple diez años en el poder acusado de restringir los derechos humanos y de crear un sistema totalitario

Lunes, 25 de mayo 2020, 09:50

El hombre fuerte de Hungría conduce rumbo al centro de entrenamiento de un escuadrón de élite contra el terrorismo. En el asiento del copiloto va Chuck Norris, el veterano actor de 'Rangers de Texas'. «Yo soy un 'street fighter' (luchador de la calle)», le ... dice Viktor Orbán al excampeón de kárate en un inglés fluido. «Yo no pertenezco a la élite, vengo de un pueblo». Nacido en 1963, el pequeño Viktor vivió sus primeros años con su abuelo, un excombatiente de la II Guerra Mundial en el Frente Oriental cuando la Unión Soviética aniquiló al ejército húngaro que luchaba en las huestes de Hitler. Con diez años, se mudó a Felcsút, un pueblo a 50 kilómetros de la capital. Creció sin agua corriente, asegura Paul Lendvai, en su ensayo 'Orbán: el hombre fuerte de Hungría'. Alguna vez ha admitido que fue «un niño propenso a la violencia».

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Cuando Orbán, que jamás sonríe en público, abrazó sin protocolos a Norris no ocultó su entusiasmo. Ambos comparten la fe cristiana y la simpatía por Donald Trump. La serie del vaquero que cuida una peligrosa frontera con los puños y las armas comenzó a emitirse cuando la Unión Soviética abandonaba Hungría tras la caída del telón de acero. Orbán no era un niño entonces, tenía ya casi 30 años, pero allí encontró una epifanía: luchar contra el otro, el invasor.

A lo largo de más de 200 de kilómetros ha instalado vallas electrificadas con concertinas y sofisticadas cámaras para evitar el paso de los migrantes de países musulmanes que llegan a las fronteras de Hungría. «Las políticas de Orbán significan un retroceso tremendo en cuanto a derechos humanos», asegura Carlos de las Heras, portavoz de Amnistía Internacional para Europa. «Fomentan la persecución de refugiados y minorías, incluso las sexuales, expuestos a la hostilidad, la discriminación y la intolerancia».

Bajo el yugo soviético, Orbán se declara anticomunista al salir del servicio militar, funda la Alianza de Jóvenes Demócratas (Fidesz) que no admitía a mayores de 35 años, y se gradúa en Derecho en la Universidad Eötvös Loránd de Budapest, según la información consular. Mientras tanto trabaja en la fundación de George Soros, otro húngaro célebre, que lo beca para estudiar en Oxford (hoy acusa al antiguo mentor de injerencia y ha aprobado una ley 'anti-Soros' que bloquea los fondos a las ONG). Al cuarto mes de estancia en Reino Unido, regresa a su país por instinto político.

Padre de cinco hijos y casado desde que era estudiante, Orbán no exhibe lujos, viste con trajes modestos y prefiere las mochilas. «Una de sus preferidas tenía el logo del Mundial de Fútbol de 2006», dice András Dési, escritor y periodista independiente en Budapest que colabora con Reporteros Sin Fronteras. «Orbán interpreta el papel del pastor pobre que logró hacer todo lo que se propuso. Pero no se le puede subestimar. Sabe sentir el alma de la gente ordinaria. Ningún rey ni político en Hungría ha tenido tanta atención y notoriedad internacional como él».

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En 1998, con 35 años, se convierte en el primer ministro más joven de aquella incipiente democracia. Inicia reformas liberales en el plano económico pero pierde la reelección cuatro años después. Le ganan los socialistas.

Para este jugador de fútbol que prefiere el regate antes que pasar el balón a otros de su equipo, el desalojo del poder es una sorpresa y un duro golpe del que saca unas cuantas lecciones. Al regresar al cargo de primer ministro en 2010 modifica la Constitución para eliminar la separación de los poderes públicos y la independencia judicial, subordina al Banco Central a su liderazgo, entremezcla la tradición cristiana con el Estado y limita el derecho a huelga en este país de casi 10 millones de habitantes. Sin pausa, finaliza un proceso metódico similar al de otros mandatarios que han creado un sistema totalitario después de ganar unas elecciones libres.

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Contra la Prensa

En paralelo, acalla a los medios de comunicación a través del acoso y la compra de las cabeceras críticas y rediseña los distritos electorales según su intención de voto para ganar por mayoría absoluta el Parlamento (133 escaños de 199). «Lo único que aprecia es el poder», dice Dési, quien fue editor y reportero del diario 'Népszabadság', cerrado en 2016. «Orbán ha sido descrito como un tigre, un depredador que no sólo derrota a sus enemigos políticos, sino que los destruye, los aplasta. Siempre busca pelea y señala enemigos de Hungría, a la que pretende defender. Finge ser el líder de una guerra».

Ahora con una década ininterrumpida como líder absoluto, su Gobierno ha recibido algunos varapalos judiciales de la Unión Europea, que sin embargo mantiene una posición tibia hacia Orbán y le financia con 5.000 millones de euros al año. Esta semana, por ejemplo, el máximo tribunal europeo ha declarado que sus políticas en la frontera son «ilegales». Como respuesta, él, marcando un perfil cada vez más cristiano y nacionalista, ha respondido con una ley que impide el reconocimiento de las personas transgénero.

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Con la pandemia ha declarado el estado de excepción. «Se ha dado una carta blanca para restringir los derechos, aunque no la necesitaba», dice De las Heras. Poco antes de dar un golpe en la mesa con este decreto se reunió con Santiago Abascal en Roma. También tiene fotos con Putin, Salvini o Netanyahu. «El 90% de los comentarios sobre mí son negativos», se presenta con orgullo ante Norris en ese encuentro ocurrido hace un par de años y documentado por orden suya para compartirla en su red social.

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