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Corresponsal. Roma
Miércoles, 16 de junio 2021, 18:45
«El covid me ha destruido la vida». Paolo pide limosna en la calle de un barrio residencial de Roma delante de un cartel en el que informa a los transeúntes de que está dispuesto a aceptar cualquier tipo de empleo. «Yo iba tirando con ... trabajillos. Estaba unos meses de camarero, otros de albañil y, a veces, me quedaba algún tiempo en el paro. Pero nunca me había visto así. Con el confinamiento dejé de trabajar, me gasté los ahorros y, al final, me he visto obligado a pedir por la calle para salir adelante», explica este hombre de unos 40 años que, pese a los reveses que la vida le ha reparado estos últimos meses, no pierde la esperanza. «A ver si la cosa mejora y puedo encontrar algún trabajo este verano».
Paolo es uno más del millón de nuevos pobres que deja la pandemia de coronavirus en Italia. Según el informe presentado este miércoles por el Instituto de estadística oficial (Istat), en 2020 había 5,6 millones de personas en el país en situación de pobreza absoluta: suponen el 9,4% de la población total, un aumento respecto al 7,7% del año anterior. Es el dato más alto desde 2005, cuando el Istat inició estos estudios, en los que se considera que la pobreza absoluta está marcada por la incapacidad para comprar una serie de bienes y servicios imprescindibles en un estilo de vida mínimamente aceptable. El umbral varía en función de dónde se reside y del número de miembros del núcleo familiar. Para un adulto que vive solo, por ejemplo, varía de los 840 euros mensuales en una zona metropolitana del norte a los 570 en un municipio rural del sur.
Aunque el porcentaje de familias con dificultades económicas sigue siendo más alto en el sur que en el norte, donde se encuentran las regiones más ricas e industrializadas, el crecimiento de la pobreza durante 2020 ha sido mayor en la parte septentrional del país. «Vemos que las medidas como la renta mínima de ciudadanía, la renta de emergencia y otras ayudas han funcionado bien en las regiones meridionales, mientras que en el norte, donde se ha tenido que recurrir más a las prestaciones de desempleo debido a los paros motivados por el covid, no se han registrado los mismos efectos», explica Federico Polidoro, dirigente del Istat. «Las ayudas públicas ofrecidas durante el 2020 para afrontar las consecuencias de la pandemia han permitido que la situación no sea todavía peor, aunque permanece un nivel de pobreza estructural agravado por la crisis del covid».
El empeoramiento de la situación económica lo ha percibido claramente Caritas, que registra desde que hizo irrupción el coronavirus un significativo aumento en las solicitudes de ayuda. «Entre marzo de 2020 y marzo de 2021 hemos ofrecido algún tipo de sostén a unos dos millones de personas. Una de cada cuatro no había venido nunca a nuestros centros», explica Nunzia De Capite, socióloga de Caritas Italia. «Se trata de familias con niños pequeños en las que un solo miembro trabajaba, de núcleos familiares con un solo adulto o de personas solas de menos de 45 años. Todos tienen en común que sufrían la precariedad laboral o tenían contratos en negro. Con el confinamiento y la pandemia han visto cómo empeoraba rápidamente una situación que ya era antes difícil», cuenta De Capite.
El informe del Istat muestra que conforme mayor es el nivel de estudios menor es la difusión de la pobreza. Ésta afecta solo al 4,4% de quienes acabaron el instituto, mientras que aumenta hasta el 10,9% entre aquellos que dejaron la escuela a los 14 años de edad. Los niños que crecen en estas familias tienen muchas más posibilidades de acabar ellos mismos presos de la miseria cuando lleguen a adultos. «El nivel de pobreza absoluta que registra el estudio también tiene en cuenta los consumos energéticos y aquellos ligados a la educación. Es una situación que debería preocuparnos, porque se produce una transmisión de la pobreza de una generación a otra», advierte Polidoro. El Istat registra en 2020 2,6 millones de familias bajo el umbral de la pobreza absoluta y 1,3 millones de menores de edad en esta situación.
De Capita considera que puede tener un efecto positivo a la hora de romper la cadena familiar de la pobreza la iniciativa del Gobierno de Mario Draghi de mantener abiertos algunos colegios durante el verano. De esta manera los niños y adolescentes podrán recuperar los contenidos y relaciones sociales perdidas durante los meses de confinamiento. «Las horas de clases y de actividades lúdicas a las que los chicos no han tenido acceso debido a la pandemia pueden tener consecuencias tremendas cuando sean adultos en su nivel de renta. Hay que promover las actividades de recuperación en los colegios porque son vitales sobre todo para las familias pobres», advierte la socióloga de Caritas.
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