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Salvador Arroyo
Bruselas
Viernes, 25 de junio 2021, 19:21
Se intuía una patada hacia adelante. Y es lo que acabó sucediendo. El debate sobre Rusia que ocupó a los líderes europeos hasta altas horas de la madrugada del viernes terminó con el pinchazo de la propuesta franco-alemana de restablecer los contactos bilaterales al ... más alto nivel con el Kremlin. No habrá cumbre de líderes europeos con Vladímir Putin, al menos a medio plazo. La UE no mete una marcha más larga de momento, aunque habrá nuevas evaluaciones. Esa puerta seguirá cerrada. Aunque los líderes invitan a la Comisión Europea y al Alto representante de Exteriores, Josep Borrell, a «desarrollar opciones concretas» para un diálogo con Rusia en los asuntos en los que existe interdependencia o interés común.
Berlín y París vieron así cómo sucumbía su plan de dar un paso más allá y sentarse cara a cara con el líder ruso (en un formato similar a la histórica cita de Ginebra con Joe Biden y que, por cierto, fue respaldada sin voces críticas por la propia UE). Pero ni Angela Merkel ni Emmanuel Macron encontraron en sus colegas la reacción de apoyo unánime que necesitaban para desarrollar una estrategia que, por cierto, presentaron por sorpresa horas antes del Consejo Europeo. Y eso ya generó malestar.
«No se trata de una especie de recompensa... Incluso durante la Guerra Fría hubo un diálogo», defendía la canciller germana tras el fracaso en Bruselas. Aunque insistió en la necesidad de mantener un «canal de comunicación abierto» con Moscú que permita una única voz. Pero tanto los países Bálticos como Polonia y otros occidentales como Suecia e incluso Países Bajos (cuyo primer ministro Mark Rutte ya advirtió claramente que no se sentaría con Putin) dejaron claro que no iban a ceder. Las diferencias sobre cómo encauzar la relación con Rusia se advertían muy difíciles de consensuar en el momento más bajo del vínculo bilateral.
Así que se mantienen las sanciones (y se anuncian nuevas). Y los cinco principios rectores como guía. O, lo que es lo mismo, que «Moscú haga lo que le corresponde para garantizar la plena aplicación de los Acuerdos de Minsk (la solución al conflicto con Bielorrusia). Exploraremos formatos y condicionalidades del diálogo», subrayaba ayer el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.
Donde sí hubo un mayor consenso fue en el rechazo a la ley homófoba del Parlamento húngaro. Viktor Orban se sintió aislado, aunque no hizo ningún gesto que permitiera advertir que podía recular. En «debate largo, emocional y apasionado» en el que solo encontró cierta tibieza por parte de Polonia y Eslovenia, que asumirá el 1 de julio la presidencia de la UE. «La mayoría tuvimos muy claro que la ley de Hungría va en contra de nuestros valores», subrayaba Ursula von der Leyen al término del Consejo.
Aunque la presidenta de la Comisión Europea no quiso ahondar sobre las 'invitaciones' que Orban recibió para abandonar la UE. Algunas directas, como la que le lanzó Mark Rutte durante el debate. Y otras más envolventes pero de fácil comprensión. «No puedes ser miembro de la UE si no respetas y aceptas los valores de la UE. Nadie obliga a nadie a ser miembro, todos hemos dicho que queríamos unirnos y que estábamos de acuerdo con esos valores», defendía el primer ministro portugués, António Costa. «Hay diez millones de buenas razones para que Hungría siga siendo parte de la UE», mediaba, por su parte, la alemana a su lado.
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