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Paula Rosas
París
Martes, 19 de mayo 2020, 20:45
Cada uno por sus razones, cada uno desde sus posiciones, pero ambos con la convicción de que esta crisis es mucho más que una simple gripe estacional. Emmanuel Macron y Angela Merkel han sabido ver más allá de sus diferencias para tomar conciencia de que ... lo que está en juego es la supervivencia de la Unión porque, en el fondo, no será el coronavirus el que acabe con Europa, sino la falta de solidaridad.
Ante la parálisis europea, Francia y Alemania han vuelto a tomar la iniciativa para afrontar la que Merkel describió el lunes como la mayor crisis a la que se ha enfrentado la UE en su historia. Tras el 'shock' del Brexit del que, cuatro años después, aún no hemos conseguido desenfangarnos, las palabras de la canciller alemana toman una nueva dimensión. Y es que la salida británica del club no ha conseguido desintegrar los lazos que crean el tejido europeo, mientras que la falta de respuesta conjunta a la pandemia está horadando la cohesión.
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La iniciativa común presentada el lunes es fruto de semanas de intercambios para conseguir acercar las posiciones de dos vecinos y socios clave, que suponen el 40% del PIB europeo y más de un tercio de su población, y cuyas relaciones llevaban meses en horas bajas. Desde su elección en 2017, Macron tuvo prisa por avanzar con ambición y velocidad en la reforma de Europa. Necesitaba a Merkel, pero la canciller se encontraba entonces en la recta final tras cuatro largos mandatos, y atada a un gobierno de coalición. No era el mejor momento para aventuras políticas.
Merkel sigue estando a un paso de la salida, pero en julio Alemania asume la presidencia de la UE, y la canciller quiere dejar huella, aseguran desde el entorno del Elíseo. Su popularidad dentro del país por su alabada gestión de la crisis del coronavirus también le permite en estos momentos asumir ciertos riesgos políticos. La canciller, europeísta convencida, ha sabido estar a la altura de los retos en el pasado, como durante la crisis migratoria. Como entonces, su giro ahora de 180 grados para aceptar mutualizar la deuda futura europea, pone de manifiesto el carácter «excepcional de la crisis», un momento, como dijo el lunes la canciller, en el que «luchamos por ideas», y son necesarias «propuestas valientes».
El coronavirus en cifras
Sara I. Belled óscar Chamorro
Macron, por su parte, ha sabido volver a engrasar el eje franco-alemán, auténtico motor de la Unión y sin el cual nada puede salir adelante. Ha renunciado al término 'coronabono', que producía auténtica alergia a países como Holanda o los frugales países nórdicos, y a que el fondo de reconstrucción sea dotado de una cantidad mayor, como numerosos analistas consideran necesario para que sea realmente efectivo.
Pero ha sabido convencer a Alemania de que, cuando las economías más afectadas por el Covid-19 entran en la UCI, la factura no pueden pagarla solo los enfermos y debe ser la UE quien pida dinero prestado en nombre de todos para ayudar solo a algunos, lo que supone ya de por sí un pequeño triunfo. Un tanto que no le viene mal a nivel interno. Aparcadas o directamente abandonadas las reformas domésticas que servían de espina dorsal de su programa, y sin haber conseguido tampoco reformar gran cosa en el plano comunitario, Macron salva al menos alguno de sus galones europeos.
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Aún está por ver si los socios más reacios aceptarán el plan franco-alemán, una iniciativa que se presenta como clave para hacer avanzar Europa. «Quedarnos parados –reconoció sin embargo el propio presidente francés el lunes– supondría asumir el riesgo de que otros la harán recular». Y tanto para Merkel como para Macron, ese es un virus contra el que merece la pena luchar.
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