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COLPISA/AFP
París
Martes, 4 de febrero 2020, 17:30
El Consejo Constitucional, máximo órgano jurídico en Francia, comenzó este martes a estudiar la demanda de un hombre que solicita un cambio en la ley para permitir que le sea concedido el perdón a su padre, guillotinado en 1957 por haber matado a un policía ... durante un robo a mano armada. La ley francesa, que abolió la pena de muerte en 1981, prohíbe la «rehabilitación judicial» de los condenados al máximo castigo.
Gérard Fesch se presentó ante el Consejo Constitucional para solicitar un cambio en la ley vigente que permita un perdón «simbólico» póstumo para su padre, Jacques Fesch, quien en prisión se convirtió en un católico devoto. Lo que hace esta solicitud aún más extraordinaria es que Gérard no conoció a su padre, puesto que su madre lo abandonó poco después de su nacimiento y fue criado en diferentes familias de acogida.
Fesch padre, que era hijo de un banquero, fue condenado a muerte el 6 de abril de 1957 y ejecutado el 1 de octubre de ese mismo año, con 27 años, y más de tres pasados en prisión. Durante su medio año como huésped en el corredor de la muerte, abrazó la religión como una forma dramática de arrepentimiento, que los católicos franceses actualmente consideran digna de una beatificación.
Patrice Spinosi, uno de los abogados de Gérard Fesch, afirmó que es «manifiestamente anticonstitucional» que una persona ejecutada no pueda ser rehabilitada, cuando cualquier otro criminal condenado tiene el derecho a hacerlo. El jurista señaló que espera una decisión «vigorosa» y «humana» por parte del órgano constitucional. El Consejo debe emitir su fallo el próximo 28 de febrero.
Gérard, músico jubilado de 65 años, lleva aún el apellido Droniou, pero en 1994, cuando tenía 40, un amigo le contó que había leído en el semanario 'L'Express' la historia de un hombre que había sido guillotinado, al cual la Iglesia católica quería beatificar, y era padre de un hijo llamado Gérard que tuvo con una mujer de nombre Thérèse, quien durante el juicio a su amante declaró como su apellido Troniou. Posteriormente, a los 10 años Gérard adoptó el apellido Droniou para borrar las trazas del escándalo.
Aquel niño abandonado descubrió que era hijo de un padre asesino, guillotinado. Es difícil «asimilarlo», afirma Gérard Fesch. «Podría haberme detenido allí, (...) pero me doy cuenta de que él se interesa por mi existencia», y que no era «un delincuente reincidente» ni un «golfo».
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