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Ivia Ugalde.
Jueves, 24 de diciembre 2020
El proceso de salida de la Unión Europea ha tenido a lo largo de estos años diversos actores, pero los auténticos artífices del acuerdo han sido:
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha sido en esta recta final una pieza decisiva ... por su papel de mediadora con Reino Unido cuando la cuerda parecía estar a punto de romperse. La exministra de Defensa alemana ha sido el rostro amable que ha atemperado los ánimos de Londres y prueba de ello han sido sus llamadas telefónicas al primer ministro, Boris Johnson, así como la cena que mantuvieron en Bruselas el pasado 9 de diciembre con sus respectivos jefes negociadores para intentar acercar posturas y limar asperezas en las cuestiones más espinosas de las conversaciones.
Aunque en la UE es conocida por su radiante sonrisa, no por ello carece de firmeza y de convicciones claras, pese a que en estas últimas semanas su postura conciliadora con Londres le haya llevado a granjearse las críticas de algunos líderes europeos como Macron. En cualquier caso, a este mujer fuerte de 62 años, doctora en Medicina, madre de siete hijos, exitosa jinete de doma y una de las políticas alemanas con más experiencia, se le debe que el Gobierno británico no haya arrojado la toalla y haya accedido a fijar nuevas prórrogas para evitar caer en el caos de un Brexit sin acuerdo.
Durante estos meses más duros de diálogo con la parte británica, Von der Leyen ha sabido dar muestras del carácter y la perseverancia que siempre la han caracterizado. Prueba de ello es que ha llegado a lo más alto de la UE echando mano de una voluntad de hierro, una energía prácticamente inagotable y una dosis importante de entereza para abrirse el camino en las primeras filas de la política con sus propias manos.
Con la llegada de Boris Johnson a Downing Street tras el fracaso de su predecesora, Theresa May, en las negociaciones del 'brexit', eran muchos los que creían que Reino Unido se abocaría bajo su mando a una salida sin acuerdo. Y, ciertamente, el primer ministro británico no lo ha puesto nada fácil con su postura un tanto inflexible y su manifiesta despreocupación a una marcha abrupta, como cuando hace apenas un par de semanas aseguró que un divorcio a la brava sería «una solución maravillosa» porque así «seríamos capaces de hacer exactamente lo que quisiéramos a partir del 1 de enero». Así lo dijo, con total serenidad ante las cámaras, mientras tiraba la pelota al tejado de Bruselas al advertir de que solo una oferta «realmente buena» de la UE les haría repensarse su postura.
Nacido en Nueva York hace 56 años, si algo ha definido a Johnson es su carácter excéntrico y sus ambiciones, de las que ya hacía gala siendo niño cuando en cierta ocasión, según relatan su biógrafos, dijo que quería ser «rey del mundo». Periodista, alcalde de Londres de 2008 a 2016 y exministro de Exteriores ha sabido escalar en el mundo de la política con su carácter afable y cómico, que le han granjeado una gran popularidad. Sin embargo, en la negociación del Brexit sustituyó esas dotes por un marcado carácter proteccionista.
Cómo Barnier, Johnson también fue víctima del coronavirus a finales de marzo. Pero a pesar de haber estado hospitalizado siguió al tanto del transcurso de las conversaciones con Bruselas, al tiempo que mantuvo todo lo posible su agenda como primer ministro. El mandatario, visto en la UE como la bestia negra de las negociaciones, ha sido muy criticado por los defensores británicos del europeísmo por haber conducido al país a la salida de la UE. No en vano, este ha sido el gran objetivo que ha perseguido de forma incansable desde que se convirtió en uno de los mayores abanderados de la ruptura en el referéndum de 2016.
Desde que tomó posesión en mayo de 2016 como jefe negociador de la UE para el 'brexit', Michel Barnier ha sido un rostro casi omnipresente en todas las reuniones y arduas negociaciones que se han llevado a cabo con la parte británica. En estos últimos cuatro años y medio su agenda ha sido frenética. No solo ha viajado a las 27 capitales europeas para preparar las condiciones del divorcio sino que ha celebrado múltiples encuentros tanto en Bruselas como en Londres con sus contendientes, además de rendir cuentas ante los líderes europeos dela Comisión y el Consejo Europeo en cada paso.
Nombrado por Jean-Claude Juncker, exjefe del Ejecutivo comunitario, a Barnier siempre le ha precedido la fama de hombre pragmático y hecho a sí mismo, además de su avalada experiencia tras haber sido comisario de Mercado Interior en plena crisis económica y ministro francés de Exteriores, Medioambiente y Agricultura. Cuando fue designado para liderar a un equipo de una treintena de expertos de la Unión para llevar a buen puerto la salida de Reino Unido era visto por la prensa sensacionalista británica como el «enemigo» de Reino Unido, «azote de la City» de Londres e incluso llegó a ser catalogado como «el hombre más peligroso de la UE». Sin embargo, durante todo este tiempo ha sido dosificar su firmeza con una hábil gestión negociadora, en la que ha sabido hacer concesiones sin saltarse las principales líneas rojas.
Aun así, a Barnier, de 69 años, se le ha identificado estos últimos meses como una de las voces más duras en la negociación. No en vano, su postura ha sido muy próxima a la del presidente francés, Emmanuel Macron, quien sostuvo que no valía lograr un pacto con Londres «a cualquier precio» y menos aún sacrificando los principios fundamentales de la UE.
Homólogo de Barnier por la parte británica, David Frost, de 55 años, ha sido el gran representante del Gobierno de Reino Unido en la complicada negociación del Brexit. Este diplomático del norte de Inglaterra que trabajó en la Embajada en Bruselas y fue embajador en Dinamarca, se ha presentado a lo largo de estos meses ante la parte europea con la que le ha tocado lidiar como un ejemplo del desencanto con la Unión. Prueba de ello es que en 1993 comenzó su andadura con una actitud en favor del club comunitario y, veintitrés años después, fue uno de los defensores del voto por la salida británica.
Lobista de la asociación del whiskey escocés, Frost fue catapultado por Johnson al papel de negociador tras escribir un par de artículos 'probrexit'. «A los británicos lo que les va es la evolución de las formas políticas y sociales en un espacio próximo y no esta especie de mal revolución de diseño abstracto continental con una autoridad investida en un lugar foráneo con sus lenguas extranjeras», dijo en una de sus reflexiones en las que cita a dos figuras, el laborista Clement Attlee y el Tory Winston Churchill, de los cuales dice que ya vieron los riesgos de esta unión pero no se atrevieron en su día a oponerse a ella.
Su postura como 'brexitiano' convencido la ha dejado plasmada en cada una de las reuniones con Bruselas, en las que ha defendido con uñas y dientes los intereses británicos y ha sido parco a la hora de ofrecer concesiones. Este papel que ha jugado hasta el último minuto le ha hecho ganarse la total confianza de Johnson. Además, ha sido promovido a futuro presidente del Consejo Nacional de Seguridad, aunque no tiene experiencia, y ascendido a los lores. Un logro nada desdeñable para alguien sin gran prestigio entre sus colegas de la diplomacia.
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