Secciones
Servicios
Destacamos
Salvador Arroyo
Bruselas
Martes, 9 de febrero 2021, 20:14
Lo evidente. La relación con Rusia ha tocado fondo tras el polémico viaje a Moscú de Josep Borrell. Lo previsible. La UE se prepara para activar un nuevo paquete de sanciones como respuesta a la humillación –congelar los bienes de algunos de los ... oligarcas del país en suelo europeo se planteó como una herramienta efectiva–. Y el reto. Reconstruir toda una estrategia diplomática priorizando a la sociedad civil sin cerrar otros canales de diálogo por esa «estrecha interdependencia» económica o por esos proyectos controvertidos como el gasoducto Nord Stream 2 alemán.
Ese es el esquema más básico de lo que este martes se dijo en un pleno del Parlamento Europeo en el que el Alto Representante de la UE para Política Exterior tuvo que rendir cuentas de su fallida misión a la capital rusa. Lo hizo con un torrente de términos que dibujaban su frustración (desconfianza, decepción, parálisis, preocupación, «pilares básicos que ceden»). Pero también con un vehemente llamamiento a la unidad para frustrar «los intentos de Rusia, una y otra vez, de dividirnos. No lo han conseguido. No podemos caer en la trampa».
A partir de ahí, la narración de ese polémico episodio de su agenda diplomática. De cómo el alto diplomático europeo fue consciente de que asumía «riesgos» en vísperas del viaje. De los «intercambios tensos» que marcaron su entrevista con el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, cuando le requirió la liberad del opositor Alexéi Navalni. Y de esa rueda de prensa en la que estalló todo. Luego (o al mismo tiempo) llegó la declaración como 'persona non grata' de tres diplomáticos occidentales, que los países directamente afectados (Alemania, Polonia y Suecia) respondieron con la expulsión de otros tantos funcionarios rusos.
Noticia Relacionada
«No me hice muchas ilusiones. Esta visita acarreaba riesgos manifiestos que yo asumí porque nosotros hemos gestionado el asunto Navalni. Pero quería tomar el pulso allí. Y estoy más preocupado después de este viaje (...) Rusia esta degenerando por una ruta autoritaria. No tiene miramientos para oprimir a la oposición». Una conclusión que necesitaba confirmar sobre el terreno. Primero de cara a la reunión de ministros de Exteriores del próximo día 22, en la que propondrá «acciones robustas contra la desinformación, ciberataques y amenazas híbridas». Aquí también se desarrollará el debate de las sanciones. Que se resolverá previsiblemente en la cumbre de líderes de marzo, en la que las relaciones con el Kremlin tendrán un lugar destacado en la agenda.
«Tenía que contrastar si estaban interesados en realizar un intento serio por un diálogo más constructivo. Y la respuesta es que no están dispuestos; no si seguimos poniendo sobre el tapete la situación de los derechos humanos y las libertades en el país. Pero eso está en nuestro ADN». Irrenunciable.
Pese al fiasco, Borrell defendió su viaje. «Exigir la libertad de Navalni en Moscú mientras está encarcelado es una forma de demostrar que la política exterior no sólo se hace emitiendo comunicados» desde su oficina en el edificio Berlaymont de Bruselas. «Era importante demostrar nuestras preocupaciones en persona, en el lugar y el momento adecuado».
Por descontado que su dimisión no estaba contemplada como potencial vía de escape para sortear la avalancha de críticas que ha recibido el catalán los últimos días. Más de setenta eurodiputados, principalmente del Este y el centro de Europa (en torno al 10% del total) se la habían requerido en una carta demoledora que hicieron llegar a Ursula von der Leyen el lunes. Artificio político. La alemana respaldó plenamente a su comisario. Y en la Eurocámara, los populares 'compraron' el llamamiento de Borrell a «unirnos y defender nuestros intereses y valores», exigiendo además la activación de sanciones.
Socialistas y Verdes dejaron entrever que la posición negociadora del español es débil por los intereses particulares de Alemania o Francia. «Hay que dejar de colaborar con Putin, seguir pensando en sanciones, en la paralización del pozo gasístico», exigió Sergey Lagodinsky (Verdes). Y en las filas liberales se le sacó «tarjeta amarilla», se le emplazó a «intentar domar al oso cuando esté preparado» y su líder, Dacian Ciolos, no dudó en decirle que cayó «en una trampa mediática tendida por el régimen de Putin».
Medio centenar de intervenciones en una sesión plenaria que Borrell cerró recordando a los eurodiputados más críticos que en los últimos años se habían realizado un total de diecinueve «viajes oficiales» a ese país desde distintos Estados miembros. «Hubiera sido menos arriesgado hacer declaraciones desde mi despacho». Y se preguntó : «Si todo el mundo puede ir a Rusia menos su Alto Representante, entonces ¿para qué lo tienen?».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.