La UE se abre al diálogo para rebajar la tensión con Polonia

Y, como era previsible, destapó divisiones internas y confirmó lo evidente, que no existe una salida directa para esta crisis. Ante todos sus colegas Morawiecki tuvo la oportunidad de explicar el caso. Y antes de la reunión se encargó de buscar cierta comprensión a golpe de bilaterales. El primer ministro polaco mantuvo reuniones con Angela Merkel, Emmanuel Macron y Pedro Sánchez, entre otros. Y Alemania, Francia y España se posicionaron a favor del diálogo. El líder galo defendió la necesidad de «encontrar una solución compatible con los principios y reglas comunes».

Merkel, en el que presumiblemente será su último Consejo_Europeo (el 107 ni más ni menos), apeló a la búsqueda de «nuevas formas de unión» (para resolver el contencioso) porque «una cascada de disputas legales» ante el TJUE «no es la solución». En su análisis fue al meollo del asunto. La colisión entre esos dos conceptos sobre la UE: más unión o más soberanía nacional. Incluso dejó entrever que el tema debería formar parte de la serie de debates Sobre el Futuro de Europa. Sánchez también se sumó a las voces que reclamaban «una vía constructiva y de diálogo» que saque a la UE «de esta situación tan compleja y difícil».

Y todo mientras la Eurocámara continúa apretando. Prepara una demanda por inacción contra la Comisión_Europea, que 'amenaza', pero se resiste a dar el paso para bloquear los fondos a Varsovia (y Budapest) por saltarse los estándares del Estado de Derecho. Este jueves su presidente, David Sassoli, (ausente en la reunión de alto nivel aunque sí se distribuyó su declaración) defendía que «la Democracia, la libertad y el Estado de Derecho no se negocian».

Un mensaje directo a la yugular que coincidía con una declaración aprobada por mayoría incuestionable (502 votos a favor, 153 en contra y 16 abstenciones) en el pleno de Estrasburgo. En la misma se califica de «ilegítimo» al Constitucional polaco y se insiste en guardar la chequera con gobiernos que «vulneren de forma flagrante, deliberada y sistemática los valores comunes».

La base del problema es precisamente esa, que la elección y destitución a dedo de jueces y magistrados deslegitima para Bruselas al Constitucional. Y ahí volvió a hincar el diente Ursula von der Leyen, que pidió a los ejecutivos que se mojasen. Y considerando templadas las apuestas por el diálogo de Berlín, París o Madrid, hubo líderes que fueron más allá. Mark Rutte entró en la sede del Consejo Europeo viendo «muy difícil» que Polonia pueda acceder al Fondo de Recuperación (36.000 millones tiene asignados por esta vía) «si no resuelve el problema». El luxemburgués Xavier Bettel pedía «ser duros» pero, al mismo tiempo, también subrayaba que la retirada de fondos debía ser «el último recurso».

Y contra todos ellos el pilar de Visegrado. «¿Polonia? El mejor país de Europa», se arrancó Viktor Orban antes de considerar «ridícula» la posibilidad de imponer sanciones. «Tiene razón», subrayaba el húngaro, también en la diana por derivas autoritarias. Para él, «una caza de brujas». Ni que decir tiene que Morawiecki entró en la sede del Consejo igual que salió el martes del hemiciclo de Estrasburgo: defendiendo sus razones y rechazando «chantajes».