colpisa
Viernes, 18 de marzo 2016, 18:29
Salah Abdeslam, el terrorista más buscado por los atentados de París, nació en Bruselas y tiene actualmente 26 años de edad. El terrorista llevaba una vida de juerguista marcada por pequeños robos, antes de volverse yihadista en tiempo récord en Molenbeek, un barrio popular de ... la capital belga.
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La foto de este joven moreno con el pelo engominado y sus características ha circulado durante meses por toda Europa. El terrorista fue quien alquiló el Volkswagen Polo empleado por una de las células terroristas que atacaron la sala de conciertos Bataclan, donde murieron 89 de las 130 personas fallecidas en la matanza del 13 de noviembre.
Abdeslam habría sido trasladado desde París hasta Bruselas por dos personas que fueron arrestadas y acusadas de "asesinato terrorista y participación en actividades de una organización terrorista".
Dos amigos de Abdeslam aseguraron una semana después de la masacre a la estadounidense 'ABC News' que éste les llamó cuatro días después de los ataques y les dijo que estaba escondido en Bruselas pero que intentaba desesperadamente llegar a territorio del autodenominado Estado Islámico en Siria.
La Policía emitió tras la masacre una orden de arresto internacional para el joven de 26 años. Su hermano Mohamed pidió entonces públicamente a Abdeslam que se entregara voluntariamente a la Policía, ya que creía que no estaba muy lejos.
El yihadista fue sometido a un control por gendarmes franceses junto a la frontera belga en otro coche en el que viajaba con dos individuos horas después de la cadena de atentados. Los agentes, tras verificar las identidades de todos, los dejaron marchar.
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Tras unos meses sin nuevas noticias del yihadista fugado, el ministro belga de Justicia, Koen Geens, admitió en diciembre que el principal sospechoso de los atentados de París en orden de búsqueda podría encontrarse dos días después del ataque en una vivienda en Molenbeek, donde finalmente ha sido detenido.
Según la Fiscalía belga, Abdeslam habría conseguido escapar en el último momento de la redada que la Policía efectuó el martes pasado a un apartamento del barrio de Forest (Bruselas), donde los agentes encontraron restos de su ADN, lo que puso definitivamente a las fuerzas policiales tras su pista.
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"Bebedores, fumadores, pero no radicalizados"
Como sus hermanos, Mohamed y Brahim, Salah vivía con sus padres y su hermana en un bonito edificio cercano al Ayuntamiento. Era una familia unida, "abierta y liberal, no muy religiosa", recuerda Olivier Martins, ex abogado de Brahim.
Salah y Brahim tuvieron una juventud normal. "Les gustaba el fútbol, iban a discotecas, volvían con chicas", cuenta Jamal, educador y amigo de los hermanos Abdeslam. "Bebedores, fumadores, pero no radicalizados", completa Youssef, otro de sus conocidos.
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Y un día, según Jamal, llegaron "las malas compañías, en un mal momento". Entre sus amigos estaba Abdelhamid Abaaoud, quien se convertiría luego en uno de los yihadistas belgas más notorios y en el presunto cerebro de los atentados de París. Después de un robo en 2010 coincidieron en la cárcel.
Salah trabajó como técnico en la STIB, la empresa de transporte público de Bruselas. En marzo de 2013 abrió un bar con su hermano, "Les Béguines", en la planta baja de un edificio de ladrillos rojos de Molenbeek. Brahim era el propietario; Salah, el gerente.
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Detrás del mostrador no sólo se bebía cerveza. "Muchos fumaban droga" también, dijo uno de los parroquianos, Abdel. "Con Brahim, apenas entrabas trataba de venderte algo", recuerda.
El hallazgo, a mediados de agosto, de porros a medio consumir en los ceniceros durante un control de las autoridades terminó por provocar el cierre del bar a partir del 5 de noviembre. ¿Señal de que algo se preparaba? Los hermanos ya habían traspasado el negocio el 30 de septiembre.
En los últimos meses "ya no bebían y rezaban un poco más que de costumbre", dijo otro hermano, Mohamed, detenido en Bruselas al día siguiente de los ataques pero liberado luego sin cargos.
Discursos del Estado Islámico
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En el bar, desde hacía un tiempo algunos clientes notaron que se consultaba más internet: "Cada vez que entrabamos en el café, había discursos del Estado Islámico, es decir llamados a la guerra", dijo uno de ellos.
Brahim, el dueño, también miraba videos del grupo yihadista. "A veces, cuando se enojaba, decía que haría estallar todo", aseguró otro cliente al canal francés France 2.
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