La matanza por terroristas yihadistas de más de un centenar de ciudadanos franceses, civiles y en su mayoría entregados a última hora del viernes a disfrutar del tiempo libre en una sala de conciertos es un hecho capital en la historia política y social de ... la exitosa V República. Y aún está pendiente de un dato que sabremos muy pronto, tal vez hoy mismo: si los activistas islamistas son o no franceses
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Sea cual sea la respuesta, será mala, incómoda y confirmará el extendido temor de que está en peligro el admirable modelo francés: régimen estrictamente laico que permite todas las religiones y convive con sus expresiones políticas, como las tendencias cristiano-demócratas, a condición de que sean oficiosas y sobreentendidas
Si los asesinos son nacionales, la tragedia alcanzará el valor de una especie de 'guerrilla civil' y si son foráneos venidos para ejecutar la tarea con complicidades locales, para empezar se anotará un gran fracaso de los servicios de seguridad, muy perjudicados porque supuestamente el país estaba blindado ante la próxima llegada de grandes personalidades extranjeras para participar en la Conferencia sobre el cambio climático de diciembre.
El islam republicano y patriótico
El ambiente social y su inclusión en él del 'factor musulmán' se ha enrarecido mucho en los últimos años, incluso si se acepta que la integración de la mayoría aritmética de los musulmanes en la sociedad es vista como un éxito, estadísticamente probado, y resultado de un proceso de años que, de hecho, ya está en su tercera generación.
Ha habido y hay musulmanes en los gobiernos, en la producción artística y en la economía, matrimonios mixtos frecuentes y normalidad, pero el hecho religioso -la visible ausencia de ateos entre los musulmanes- emerge una y otra vez con un perfil difícil y no es siempre cómodo el diálogo, permanente, entre el gobierno, laico por definición, y las instituciones religiosas musulmanas, empezando por la Gran Mezquita de París.
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Con todo, se atisba una agravación visible del clima de conflicto, que tuvo ya en enero pasado una advertencia trágica con el ataque contra el semanario satírico-político-provocador 'Charlie-Hebdo', un didáctico precedente y un aviso de que la situación era explosiva. No se valoró, y hoy es útil recordarlo, que entre las doce víctimas de entonces había dos árabes: Mustafa Ourrad, corrector de estilo del semanario, y el policía Ahmed Merabet, el primero en llegar al lugar y tiroteado y rematado en el suelo por uno de los atacantes, también árabes.
El ISIL y la 'guerra santa'
El calendario de la visible confusión musulmana y el fracaso de su mayoritaria versión sunní a la hora de conciliar política y religión tiene casi una fecha clara: marzo de 2015 con la súbita proclamación del ISIL, un 'Califato' ultraortodoxo con base en amplias áreas de Siria e Iraq, ambos Estados enfangados en graves crisis nacionales. Hay, en teoría, un 'califa' con sede en Raqqa y de nombre Abubakr al-Bagdadi, antiguo militante de la facción del jordano Musaf al-Zarqaui, eliminado por los americanos en Baquba (Iraq) en 2005, y que se separó de al-Qaeda -al margen del pretendido 'Califato', anótenlo- y está en marcha una guerra abierta y transfronteriza contra una coalición de Occidente y de gobiernos árabes tildados de serviles o desviacionistas.
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Al-Bagdadí es hoy el hombre más buscado -mucho más que el médico egipcio Ayman al-Zahawiri, el sucesor oficial de Bin-Laden- por los servicios norteamericanos, pero su eventual muerte o captura no resolverá tampoco el problema creado con la aparición de la entidad islámico-califal en suelo árabe, un lugar físico relativamente seguro, ordenado a su manera, con importantes recursos financieros, medios de información y una impresionante implantación en Internet, su verdadero territorio 'soberano', por transnacional.
Lo indispensable en este contexto es la entrada de una victoriosa coalición de musulmanes -y a ser posible sunníes- en Raqqa, tras liberar el tercio de Irak y de Siria en manos de los terroristas de al-Bagdadí. La sucesivas eliminaciones físicas de los jefes, con Bin Laden en cabeza, no ha resuelto nada y reducir la insurgencia integrista musulmana a una dimensión policial y militar es un error mayúsculo.
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Un programa de mínimos
La crisis, pues, como ha teorizado a la perfección Joseph Nye, es interna, propia y musulmana en su dimensión primordialmente árabe sunní y más o menos reducido geográficamente al territorio donde hoy coexisten Siria e Irak. Es muy notable y nunca debe ser ignorado que el Irán shií no da un solo problema en este sentido, es el país más organizado de la vasta región y con grandes expectativas de desarrollo material, concluido el programa de sanciones tras la firma del acuerdo nuclear y disponiendo de una educada clase política y empresarial.
Occidente debería contar con un factor clave: el islamismo político pacífico, que lo hay y es muy influyente o determinante en varios países, desde Marruecos hasta Jordania y cuya liquidación total en Egipto, donde había ganado limpiamente la elección legislativa y presidencial, por el golpe militar de 2012 ha sido perdonada por un Occidente torpe y ciego.
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París, en esta hora trágica, debería sopesar si ha sido moral, política y estratégicamente correcta su decisión de apoyar a fondo al nuevo y antidemocrático régimen egipcio vendiéndole dos fantásticos portaaeronaves y aviones de última generación, del mismo modo que en Washington y en Europa deberían repensar si está ayudando al combate antiterrorismo islámico la ceguera de permitir a Israel la ilegal ocupación de partes de Cisjordania, colonizada y la pretendida soberanía israelí sobre Jerusalén-este, sede del tercer lugar más sagrado del Islam. La ONU lo denuncia y respalda la razón palestina, pero nada se mueve sobre el terreno.
El combate contra el infame islamo-terrrorismo es, pues, poliédrico, nada simple y lo que sucede si no tiene justificación alguna (porque la muerte de inocentes es el peor de los delitos) tiene, en cambio, algunas explicaciones, casi todas históricas, todavía relacionables con la descolonización y, desde luego, con el relevo generacional y la visualización del combate político y sus peores expresiones, como las inicuas ejecuciones, vía Internet.
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