Un simpatizante de Navalni es detenido por antidisturbios en Moscú. AFP

Una UE dividida reabre el diálogo con Rusia con la tensión al límite

Borrell exige en Moscú la liberación del opositor ruso Alexéi Navalni mientras Bruselas cuestiona la oportunidad de una misión con muchos frentes abiertos

salvador arroyo

Corresponsal. Bruselas

Jueves, 4 de febrero 2021, 19:11

¿Salvará Josep Borrell su viaje a Moscú? Esa es la gran incógnita que planea sobre la misión diplomática de dos días que el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad desarrolla en la capital rusa. En su agenda, restablecer ... el diálogo con el régimen de Vladímir Putin. En asuntos generales como la lucha global contra la pandemia o el cambio climático. Y en otros especialmente controvertidos como las acciones expansionistas de Rusia en Ucrania, el acuerdo nuclear de Irán, o el respeto de las libertades y derechos humanos. Y aquí la cuestión más delicada, la que ensombrece todo, es el encarcelamiento del opositor, Alexéi Navalni, y la fuerte represión policial contra sus seguidores en las protestas que tienen lugar por todo el país.

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La oportunidad es discutible. Incluso el propio Borrell admitía el lunes en un debate organizado por la Fundación Robert Schuman de Bruselas el carácter «polémico» de la cita. Aunque la defendió entre vecinos que «siguen siendo estrechamente interdependientes» a pesar de sus tensas relaciones. «No podemos decir que, como no me gustas, me quedo en mi esquina», aseveraba. Que Borrell pueda ir más allá de insistir en la liberación de Navalni a las autoridades rusas, manteniendo incluso una entrevista personal con el opositor, ni se descartaba ni se confirmaba este jueves en la capital comunitaria. Lo desechado expresamente por el propio Borrell era la excarcelación. «No creo que consiga la liberación de Alexéi Navalni», aseguraba en el mismo foro de debate sobre política europea.

El jefe de la diplomacia tiene previsto mantener reuniones con representantes de la sociedad civil rusa, al margen del encuentro institucional clave con el responsable de Exteriores de la Federación, Serguéi Lavrov. «La relación con Rusia es una de las más complejas de la UE. Los acontecimientos recientes sólo sirven para subrayar aún más la necesidad de esta visita», ha venido remarcando el comisario español frente a las críticas que han arreciado en Bruselas.

EN SU CONTEXTO:

  • 144.000 millones de euros. Es la cifra a la que ascendieron en 2019 las importaciones desde Rusia, quinto socio comercial de la UE. La exportación se cifró en 88.000 millones.

  • La pandemia. 13 millones de euros ha destinado Europa para ayudar a los grupos vulnerables de Rusia más afectados por la pandemia. La vacuna 'Sputnik V' va camino de ser un arma geopolítica del Kremlin por el retraso de suministros en la UE.

  • Crisis de Ucrania. Desde marzo de 2014, la UE viene imponiendo de manera progresiva restricciones contra Rusia. 177 personas y 48 entidades han sido sancionadas por «menoscabar o amenazar la integridad territorial, la soberanía y la independencia de Ucrania».

Por lo inoportuno de la cita, los objetivos poco concretos y una agenda que incluso se ha llegado a tildar de poco transparente por algunos grupos políticos en la Eurocámara. A todo ello se añaden una declaración de condena de los Veintisiete que se gestó en la división. En el texto se considera «inaceptable» la sentencia de tres años y medio de cárcel contra el más firme opositor político de Vladímir Putin. Y se acusa al Kremlin de ignorar sus obligaciones internacionales con claro reproche a su deriva autoritaria; por estrechar el «cerco a la oposición, la sociedad civil y las voces independientes».

Eso sí, no pulsa el botón de sanciones contra el régimen. No, de momento. La UE opta por esperar. Podría decirse que guarda esa bala en la recámara para no malograr una misión de Borrell, de la que, en todo caso, se esperan escasos resultados. Llegar a la redacción definitiva del texto de condena fue complejo. Porque entre los Veintisiete existen dos sensibilidades muy marcadas. De un lado, la de los países del Este y las repúblicas bálticas, que exigen una respuesta internacional más contundente contra el Kremlin. Temen que Putin pueda aprovechar el aterrizaje de Borrell para 'vender' normalidad en su relación con la UE cuando ésta aún queda lejos. De otro, una posición más fría y cauta del eje franco-alemán. Paso a paso.

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De momento, sólo condena firme. «Las implicaciones y las posibles medidas adicionales» contra Rusia se posponen hasta la reunión que los ministros de Exteriores tendrán el día 22. Y entonces habrá «un debate». Si hay represalias, la activación quedaría en manos de los líderes, previsiblemente en la discusión sobre las relaciones UE-Rusia que tendrán en la cumbre de marzo. Lo que consiga (o no consiga) Borrell en Moscú también será parte sustancial de esa discusión a Veintisiete.

Diálogo «abierto y franco»

En las últimas horas, Moscú seguía enquistada en la firmeza sobre lo que considera un asunto interno. «No estamos dispuestos a escuchar ningún sermón» (de Borrell sobre Navalni) aseguraba un portavoz del Kremlin el martes, negando la represión contra sus seguidores. Descartada allí la posibilidad de la entrevista personal con el opositor, desde el Kremlin se insistía en la voluntad de «desbloquear» el diálogo «multifacético» con la UE, «incluida la opción de discutir de manera abierta y franca todas las diferencias existentes». Una pequeña ventana entreabierta.

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Una relación convulsa con suspicacias y desinformación

La anexión ilegal de Crimea y la ciudad de Sebastopol en 2014, y sus acciones desestabilizadoras en el este de Ucrania son los desencadenantes de la convulsa relación que la UE mantiene con Rusia. Medidas restrictivas, sanciones y la suspensión de todos los encuentros al más alto nivel así como la escasa (y en ocasiones nula) cooperación en diferentes áreas caracterizan este vínculo histórico que tiene otros muchos frentes abiertos como el de los ciberataques, la desinformación o el intervencionismo en Siria o Libia. Países como Alemania (con gran dependencia del gas ruso) han tenido que colaborar con Moscú, relegando las suspicacias.

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