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rafael m. mañueco
Moscú
Lunes, 13 de junio 2022, 19:38
El Ejercito ucraniano admitió este lunes que ha perdido el control de la parte central de Severodonetsk, la última localidad, junto con la vecina Lisichansk, que les queda a las tropas rusas para ultimar la ocupación de toda la provincia de Lugansk. Rusia ya anunció ... a finales de marzo que su objetivo prioritario consistía en arrebatar a Ucrania todo Donbás, lo que implica continuar la ofensiva para hacerse también con Donetsk en su totalidad.
La toma de Severodonetsk supondría un importante avance para las fuerzas rusas, pero Azot, la planta química que alberga y que está ya prácticamente sitiada, amenaza con convertirse en otro foco de resistencia irreductible como fue la acería Azovstal en Mariúpol, para cuyo desalojo hicieron falta dos meses y medio.
El portavoz del Ministerio de Defensa ucraniano, Oleksandr Motuzianik, reconoció este lunes que «el centro de Severodonetsk ha quedado bajo el control del enemigo debido a la gran superioridad que tiene su artillería». Según sus informaciones, «hay en curso encarnizados combates callejeros y los mandos del enemigo no sienten la menor compasión por sus propios soldados, empleando tácticas propias de la II Guerra Mundial», en aparente referencia a los sangrientos asaltos en masa que causaban enormes bajas a las tropas soviéticas en su lucha contra la maquinaría de guerra nazi.
Por su parte, el jefe de la administración de esa zona de Lugansk todavía en manos de Kiev, Serguéi Gaidai, escribió en su canal de Telegram que «las tropas rusas controlan ya el 70% de Severodonetsk». Gaidai sostiene además que en la planta química «se han refugiado alrededor de 500 civiles, incluyendo 40 niños», con lo que parece dibujarse un panorama casi idéntico al infierno de Azovstal.«En una situación de continuos bombardeos, la evacuación masiva de civiles es imposible», afirmó. La factoría está defendida, según fuentes rusas, por unos 400 combatientes ucranianos.
El Estado Mayor de las fuerzas ucranianas aseguró que la artillería rusa «no cesa de bombardear Severodonetsk, Lisichansk y Toshkovka», poblado este último que, una vez tomado, permitiría al Ejército ruso avanzar con la idea de embolsar a las fuerzas ucranianas que defienden Severodonetsk y Lisichansk. La artillería rusa intenta también evitar que lleguen pertrechos y munición a Severodonetsk disparando contra la carretera que parte de Bajmut.
A juicio del experto ucraniano en temas militares, Oleg Zhdánov, «el enemigo se ha vuelto más cauteloso para disminuir sus pérdidas (...) y utilizan la táctica de tierra quemada con una potencia de fuego mucho mayor. Han reunido mucha artillería, reforzaron los ataques aéreos, pero la infantería ataca después de que nuestras líneas han sido bien machacadas». Según Zhdánov, el Ejército ruso «ha destruido ya dos puentes sobre el río Severski Donets, que separa Severodonetsk de Lisichansk, y está bombardeando masivamente el tercer puente», el único que queda para impedir a los militares ucranianos y a los civiles emprender la retirada. El portavoz de la dirección separatista de Lugansk, Eduard Basurin, daba ya este lunes por «atrapadas» a las tropas ucranianas en Severodonetsk, pero Gaidai negó, por ahora, tal circunstancia.
Para darle la vuelta a la situación, Kiev no hace más que repetir a Occidente que necesita muchas más armas que las enviadas hasta la fecha. El asesor de la Presidencia de Ucrania, Mijailo Podoliak, escribió este lunes en Twitter que «seré directo, para poner fin a la guerra y expulsar a Rusia de Ucrania, necesitamos la paridad en armas pesadas». Según sus cálculos, el Ejército ucraniano necesita cuanto antes 1.000 obuses de 155 milímetros, 300 lanzaderas de cohetes múltiples, 500 tanques, 2.000 vehículos blindados y 1.000 drones. Podoliak afirma tener la esperanza de que los ministros de Defensa del Grupo de Ramstein, que se reúne mañana miércoles en Bruselas, acuerde conceder a Kiev la ayuda militar solicitada.
Moscú, sin embargo, lleva exigiendo desde el principio de la invasión a EEUU y a la OTAN que se abstengan de armar a Ucrania. El general ruso y viceprimer ministro, Yuri Borísov, cree que enviar material pesado a las tropas ucranianas no va a resolver nada, salvo «prolongar más el conflicto». Según su opinión, «es poco probable que estas armas puedan influir de alguna manera en la situación (...) solo agravará más las cosas y prolongará el conflicto».
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