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rafael m. mañueco
Corresponsal. Moscú
Jueves, 3 de febrero 2022, 11:59
Las incesantes idas y venidas de altos dirigentes, encuentros y llamadas telefónicas para tratar de evitar una guerra en Ucrania logran, al menos, una suavización de las soflamas y amenazas que inquietan al mundo entero durante semanas. En Washington ya no están seguros de que ... el presidente ruso, Vladímir Putin, tenga decidido atacar Ucrania mientras que el comienzo de los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín consigue aplacar los ánimos. Es cierto que la decisión de su homólogo norteamericano, Joe Biden, de enviar un contingente adicional de tropas a los países del Este de Europa no ha gustado nada en Moscú, cuyo ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, llegó este jueves a Bielorrusia para supervisar los preparativos de unas nuevas maniobras conjuntas. Pero el hecho de que la portavoz de Biden, Jen Psaki, haya anunciado que la Casa Blanca ya no usará el término «inminente» para referirse a una hipotética invasión ha rebajado las expectativas de que la guerra esté a la vuelta de la esquina.
Con todo, las espadas siguen en alto y también los cruces de acusaciones. Peskov recriminó este jueves a EE UU de estar «aumentando la tensión», en lugar de reducirla. Según sus palabras, el reposicionamiento de varios miles de soldados americanos en Polonia, Alemania y Rumanía, además de poner en alerta a 8.500 efectivos para un eventual despliegue rápido, «pone de manifiesto que nuestras preocupaciones están justificadas y nos obligarán a tomar medidas para garantizar nuestros intereses en materia de seguridad».
Pero, inmediatamente después, Psaki explicó que la razón de que hayan renunciado a calificar de «inminente» el ataque que se supone que Rusia desencadenará echando mano de los más de 100.000 hombres que tiene destacados cerca de la frontera ucraniana se debe a que «se dio un mensaje que no teníamos intención de dar, que sabíamos que el presidente Putin había tomado la decisión» de invadir el país vecino, añadió la portavoz. Pero luego admitió que la rectificación se debe a que realmente se ignora si se lo está pensando todavía o ha dado marcha atrás.
Mientras, Shoigú llegó este jueves a Bielorrusia, país que comparte una amplia frontera con Ucrania, para comprobar de primera mano cómo va allí el despliegue de fuerzas rusas de cara a los ejercicios que tendrán lugar durante febrero. «Estas maniobras demostrarán el grado de preparación de la defensa antiaérea para que tomen nota de ellos quienes deben saberlo», aseguró al ser recibido por el presidente bielorruso, Alexánder Lukashenko.
Éste, por su parte, dijo después en una entrega de cartas credenciales que «hemos llegado a la actual situación de confrontación por culpa de quienes destruyeron la arquitectura mundial de seguridad a base de aumentar la militarización de Europa». El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg llamó este jueves a Rusia y Bielorrusia a la moderación y calificó las maniobras que preparan como el «mayor despliegue militar desde la Guerra Fría».
Tras el incesante paso por Kiev de diversos dirigentes occidentales, este jueves fue el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien visitó al líder ucraniano, Volodímir Zelenski. La reunión duró más de tres horas y versó sobre asuntos bilaterales pero, sobre todo, sobre las tensiones con Rusia. Erdogan se ha postulado como mediador y pretende conseguir que Putin se reúna con Zelenski en Turquía. Antes, el otomano tiene previsto mantener un encuentro con el jefe del Kremlin para discutir tal posibilidad.
Quien también anda inmerso en todo tipo de contactos para propiciar una nueva reunión de jefes de Estado del Grupo de Normandía (Alemania, Francia, Rusia y Ucrania) es el presidente francés, Emmanuel Macron. Este jueves habló al respecto por teléfono con Putin y Zelenski a fin de acelerar la aplicación de los acuerdos de Minsk de 2015 y lograr así acabar con el problema de Donbass, cuyo control debería recuperar Kiev una vez conceda Donetsk y Lugansk un régimen autonómico.
MERCEDES GALLEGO | Corresponsal. Nueva York
La guerra de acusaciones entre EE UU y Rusia subió este jueves de volumen cuando Washington acusó a Moscú de estar preparando todo un montaje, con actores incluidos, para recrear una provocación ucraniana que justifique la invasión. El plan no podía ser más retorcido. Según la inteligencia americana, consiste en trasladar cadáveres a la escena y llevar actores que lloren a los muertos después de una presunta explosión, para que lo recojan las cámaras de televisión. El falso ataque se cometería en suelo ruso o contra ucranianos de habla rusa en Ucrania del Este. Con esas imágenes los separatistas de la región de Donbass pedirían la intervención rusa.
Aunque ha sido aprobado «a altos niveles», Washington espera que nunca se ponga en práctica, precisamente porque al ventilarlo en público anticipadamente cree abortarlo. «Es una de las muchas opciones que están barajando», precisó el consejero adjunto de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jon Finer.
Para proteger la seguridad de sus fuentes de inteligencia, la Casa Blanca no ha mostrado ningún documento ni prueba que apoye la acusación, pero el Gobierno británico dice que concuerda con su propio análisis, por lo que lo considera «creíble y extremadamente preocupante», dijo una fuente de Downing Street a 'The New York Times'. Los expertos también creen que cuadra con la campaña de desinformación que ve en las redes sociales desde noviembre.
¿Cuán avanzado estaba el plan? Al parecer la inteligencia estadounidense habría escuchado a la rusa decir que ya tenía los cadáveres, había contratado a los actores y discutía cómo debía aparecer en las imágenes equipo militar proporcionado por la OTAN o Ucrania. La Casa Blanca lo habría incluido en el material informativo que distribuyó este jueves entre los senadores, a sabiendas de que no tardaría en filtrarse. Prueba de ello es que no dudó en confirmarlo, algo que no se hace con material clasificado.
Nadie sabe lo que pasa por la cabeza de Vladímir Putin, al que se considera la única mente decisiva de las acciones rusas, pero muchos creen que intentará no ofender a China, posponiendo cualquier intervención hasta que acaben las Olimpiadas el día 20. Hasta entonces, puede que ni él mismo sepa lo que va a ocurrir. EE UU cree que este trabajo de publicar los posibles 'pretextos' para una invasión logrará que los aliados rechacen unánimemente cualquier excusa, por lo que aprovecha el tiempo de gracia para buscar cohesión diplomática.
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