rafael m. mañueco
Moscú
Miércoles, 2 de junio 2021, 18:11
El Consejo de la Federación (Cámara Alta del Parlamento ruso) aprobó este miércoles por unanimidad la salida de Rusia del Tratado de Cielos Abiertos, un acuerdo vigente desde 2002. Fue suscrito por una treintena de países: Estados Unidos, Rusia, Canadá, Turquía, casi toda la Unión ... Europea, incluida España. Fue un esfuerzo de transparencia con el objetivo de permitir sobrevuelos de vigilancia aérea de cara a obtener información sobre instalaciones militares y desplazamientos de tropas y navíos. Estados Unidos lo abandonó en noviembre del año pasado. Ahora solamente hace falta la firma del presidente Vladímir Putin para que Rusia deje también de formar parte del tratado.
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De esta forma desaparecerá un mecanismo más de control de armamentos junto a acuerdos ya enterrados como el ABM (Misiles Antibalísticos) o el Tratado de Fuerzas Nucleares Intermedias (INF). Solamente sobrevive el START, de reducción de armas ofensivas nucleares de largo alcance, cuya vigencia fue prolongada in extremis el pasado mes de febrero para un periodo de cinco años.
Esta nueva vuelta de tuerca al sistema de seguridad global se produce en un contexto endiablado, mientras aumenta la confrontación militar entre Rusia y Occidente, no solamente en el este de Europa, atizada por la situación en Ucrania, sino también en el Ártico, en donde Moscú aumenta día a día su número de bases, efectivos y armamentos.
34 países -Estados Unidos, Rusia, Canadá, Turquía y casi toda la Unión Europea, incluida España- firmaron en 2002 un pacto que constituía uno de los pilares fundamentales para el fomento de la confianza y seguridad y generó una evolución muy positiva en la construcción de un espacio geoestratégico más seguro.
El Kremlin refuerza su poder militar. Moscú ha anunciado la creación antes de que finalice 2021 de veinte unidades de tropas adicionales en la parte occidental del país para hacer frente al «aumento de fuerzas de la OTAN en la zona». Trabaja también la modernización de su sistema de misiles.
Washington anunció el abandono del Tratado de Cielos Abiertos en mayo del año pasado debido a los «incumplimientos reiterados» de Moscú. Lo hizo el entonces presidente Donald Trump. «Se supone que el Tratado de Cielos Abiertos debía contribuir a la seguridad internacional, pero se ha retorcido y pervertido en su interpretación y ahora está al servicio de objetivos rusos que van en contra de esa seguridad», manifestó su secretario de Estado Mike Pompeo. Denunció en particular que
«Rusia impide supervisar desde el aire sus maniobras militares y no permite los vuelos sobre regiones donde podría tener desplegadas armas nucleares capaces de alcanzar fácilmente Europa».
Efectivamente, el Ministerio de Defensa ruso vetó los aviones aliados sobrevolar amplias zonas de Kaliningrado, la antigua Prusia Oriental, de Crimea y observar la frontera de Rusia con Osetia del Sur y Abjasia, territorios que pertenecieron en el pasado Georgia, pero ahora son prácticamente protectorados de Rusia, ya que tiene allí desplegado su Ejército.
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Pompeo también recriminó a Moscú el uso de las imágenes obtenidas tras los vuelos de Cielos Abiertos «para sostener una doctrina rusa nueva y agresiva que busca atacar infraestructuras críticas en Estados Unidos y Europa con munición convencional de precisión». A juicio de Pompeo, Rusia podría también estar utilizado los sobrevuelos «para identificar infraestructuras vulnerables a ciberataques». The New York Times escribía entonces que a Trump le sorprendió que un avión militar ruso sobrevolara su club de golf de Bedminster (Nueva Jersey). Pero Rusia siempre ha negado todas las acusaciones, culpabiliza a Washington de que se haya malogrado el Tratado de Cielos Abiertos por abandonarlo «unilateralmente».
El mismo reproche le hizo Putin a Trump en julio de 2019, cuando saltó por los aires el INF. Tras haber pasado por la aprobación de las dos Cámaras del Parlamento ruso, el jefe del Kremlin ratificó la salida de su país del INF. De aquel importante acuerdo de desarme atómico se salió previamente Estados Unidos al considerar que Rusia lo incumplía. El mismo argumento esgrimido ahora en relación con el Tratado de Cielos Abiertos. Lo cierto es que el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú recibió de Putin el encargo de adaptar los misiles de crucero «Kalibr», de rango intermedio y cuyo empleo en Siria se hace desde navíos de guerra, a su utilización con base en tierra, algo que el INF prohibía.
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Las Fuerzas Armadas rusas están además inmersas en un proceso de modernización de su arsenal con los nuevos cohetes 'Kinzhal', 'Avangard', 'Sarmat' y el dispositivo submarino no tripulado 'Poseidón'. Son armas que Putin calificó de «invencibles» en su discurso anual ante los parlamentarios en 2018. Pero Moscú acusó a Washington de violar el INF antes que nadie por iniciar un programa para el desarrollo de misiles de corto y medio alcance en una factoría militar situada en Arizona.
El INF (Intermediate-Range Nuclear Forces), rubricado en Washington el 8 de diciembre de 1987 por los presidentes soviético y norteamericano, Mijaíl Gorbachov y Ronald Reagan, fue el primer acuerdo importante de desarme nuclear. Estipulaba la eliminación de todos los misiles de alcance corto (500-1000 kilómetros) y medio (1000-5500 kilómetros) de emplazamiento fijo en tierra, estuvieran o no provistos de cabeza atómica.
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El objetivo del tratado era proteger a Europa de un ataque desde la URSS con este tipo de armamentos y a los soviéticos de los cohetes desplegados en el Viejo Continente por la OTAN. El acuerdo, no obstante, no fue extensible a los cohetes con base en navíos de guerra o en bombarderos (mar y aire), lo que, según denunciaba entonces Moscú, favorecía más a los americanos que a los soviéticos.
El sentimiento de agravio que Moscú exhibe por tanto desencuentro con Estados Unidos y la OTAN está llevando a un reforzamiento sin precedentes de su potencial militar en Siria, África, el Ártico y, cada vez más, en la frontera con los países de la Alianza. El lunes, Shoigú anunció la creación, antes de que finalice 2021, de 20 unidades de tropas adicionales en la parte occidental del país para hacer frente al «aumento de fuerzas de la OTAN en la zona». Según el ministro de Defensa ruso, «las acciones de nuestros colegas occidentales destruyen el sistema de seguridad mundial y nos obligan a tomar medidas de respuesta».
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