joana serra
Berlín
Miércoles, 16 de marzo 2022, 17:59
Polonia asumió el liderazgo del flanco este europeo con el arriesgado viaje en tren de su cúpula política a un Kiev bajo las bombas y la propuesta, en presencia del presidente Volodímir Zelenski, de mandar una fuerza de paz de la OTAN a Ucrania. Fueron ... dos muestras de valor, tanto en lo físico como en lo político, a las que Bruselas y Alemania han respondido recordando ya la inviabilidad, cuando menos, de una actuación que para la Alianza Atlántica puede ser más peligrosa aún que el propósito de Varsovia –ya abortado-- de donar sus MiG-29 a Kiev.
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Fue Jaroslaw Kaczynski, viceprimer ministro polaco y líder del ultraconservador partido Ley y Justicia (PiS), quien dio un giro a la valerosa misión encabezada por el jefe de su Gobierno, Mateusz Morawiecki, más su homólogo checo, Pietr Fiala, y el esloveno, Janez Jansa. A las imágenes de la reunión mantenida con Zelenski, difundidas vía Telegram por el Gobierno de Kiev, seguía una comparecencia destinada a plasmar la solidaridad y el apoyo de estos socios europeos del este. Kaczynzki, hermano gemelo del fallecido presidente Lech Kaczynski y representante del legado político de aquel, sugirió ahí la idea de una «tropa de paz» de la OTAN, algo para lo que -reconoció- se precisaría de un «marco amplio», distinto al existente en la Alianza.
Fue una comparecencia pasada la medianoche en la capital ucraniana,tras un viaje de más de doce horas en tren en un país ensangrentado por la invasión rusa que empezó veinte días atrás. Mientras Morawiecki respaldaba la aspiración de Ucrania a un rápido proceso de reconocimiento como candidato a ingresar en la UE, el hombre fuerte del PiS amplificaba con la mención a la OTAN el desafío que, de por sí, ese viaje suponía para Bruselas.
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Según fuentes polacas, a Kiev asistían «en representación de facto» de la UE y con el consenso del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y la de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen. Bruselas matizó que simplemente estaban «al tanto» de un viaje que, según Michel, «implicaba riesgos de seguridad».
A ese matiz de Bruselas, emitido el martes ya mientras Morawiecki y sus acompañantes estaban aún en ruta a Kiev, siguieron este martes un claro rechazo a la propuesta de Kaczynski sobre una tropa de paz de la OTAN. Estados Unidos, Francia y Alemania están de acuerdo en que no puede haber presencia de soldados de la Alianza en Ucrania, recordó elcanciller Olaf Scholz, a través de un portavoz. El secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, ha expresado casi a diario su no rotundo a cualquier maniobra que implique «entrar» en Ucrania, incluido dictar una zona de exclusión aérea como reclama Kiev.
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«Queridos ciudadanos de España, de Francia, de Austria o de Italia: «es su confort más importante que las lágrimas y la sangre de los niños ucranianos?», escribía en su cuenta en Twitter Morawiecki, de regreso de Ucrania pero presumiblemente aún bajo el impacto de lo vivido en esa misión. Con ello pretendía llamar a los socios europeos a abandonar el sofá o comprometerse con algo más que con suministros de armas.
La perspectiva de Varsovia es muy distinta a la exhibición de timideces y compromisos a medias mostrado en la cumbre informal de Versalles, hace una semana. El pronunciamiento de Países Bajos contra cualquier «atajo» para el ingreso de Ucrania en la UE no era la posición de un único socio, sino la mayoritaria entre los 27. A las imágenes versallescas de la cumbre de los 27, seguían las de Morawiecki y Kaczynski viajando en tren, en la misma ruta que hacen a diario miles de ucranianos para salir de su país.
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Polonia, con la mayor frontera con Ucrania entre los socios de la UE, es también el país que más refugiados ha recibido desde el inicio de la invasión -1,8 millones, de los tres millones de desplazados por este conflicto-. En su territorio vivían ya un millón de ciudadanos de origen ucraniano, lo que le señala como país predestinado a acogerlos.
Mientras en Alemania, adonde han llegado unos 150.000 refugiados, empiezan a escucharse lamentos de autoridades regionales que se dicen «desbordadas» para alojarlos, Polonia se ha convertido en país de acogida aparentemente compartida con generosidad por instituciones, poderes locales o nacionales, así como ciudadanos de toda condición.
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Nada que ver con el rechazo a los refugiados que caracterizó a ese país durante la crisis migratoria de 2015 ni tampoco, más recientemente, con la actuación de sus autoridades frente a la llamada «guerra híbrida» lanzada desde Bielorrusia, al impulsar a miles de refugiados sirios y de otras regiones en conflicto sobre sus fronteras. Polonia bloqueó entonces toda posibilidad de ingreso en elpaís a decenas de miles de esos desplazados, atrapados en tierra de nadie y a temperaturas nocturnas gélidas.
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