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Mikel AYestaran
Jerusalén
Lunes, 21 de octubre 2019, 22:41
La retirada de Estados Unidos del norte de Siria tuvo el sabor de los tomates y la fruta podrida que los kurdos lanzaron a los blindados como despedida. Una salida por la puerta trasera la víspera del final de las 120 horas de alto el ... fuego pactadas por Washington y Ankara, el plazo dado a las milicias kurdas para replegarse a una distancia de 30 kilómetros de la frontera. «Si se completa la retirada, la operación militar terminará», afirmó el ministro turco de Defensa, Hulusi Akar, quien recordó que la tregua acababa a las diez de la noche del lunes. En esta jornada clave, todas las miradas están puestas en Sochi, donde Recep Tayyip Erdogan y Vladímir Putin discutirán el futuro de la operación 'Manantial de paz', que ya deja más de cien civiles muertos a ambos lados de la frontera y 300.000 sirios desplazados.
Los soldados estadounidenses cumplieron las órdenes de Donald Trump y una larga caravana con más de cien vehículos cruzó la frontera hacia una nueva misión en Irak. Todo lo que rodea a esta retirada está marcado hasta el último instante por la improvisación y mientras los soldados abandonaban el país y a sus exaliados kurdos, el secretario de Defensa, Mark Esper, indicó que «tenemos tropas en localidades del noreste de Siria situadas cerca de los campos petroleros. (Estas) tropas no están en la fase actual de retirada», un mensaje que puede indicar su intención de conservar fuerzas en lugares tan importantes desde el punto de vista energético.
Con EE UU de salida, es Rusia quien maneja los tiempos y el reparto de zonas de influencia en esta parte de Siria y la cumbre entre Erdogan y Putin marcará las nuevas reglas. El asesor del presidente ruso, Yuri Ushakov, recordó que para Moscú lo más importante es «la estabilidad a largo plazo de Siria y la región» y que «eso sólo es posible con el restablecimiento de la integridad territorial de Siria». Un mensaje directo para un Erdogan que aspira a establecer una 'zona de seguridad' de 30 kilómetros para alejar a los kurdos, realojar allí a dos millones de refugiados sirios y en la que pretende establecer puestos de observación, un plan criticado de forma inmediata por Irán, aliado del Gobierno de Damasco, porque supondría un ataque a la «integridad territorial de Siria».
Cuando acabe la tregua de cinco días, el plan inmediato de Ankara pasa por establecer una primera fase de la 'zona de seguridad' entre las ciudades fronterizas de Tal Abyad y la de Ras al-Ain, de la que salieron las fuerzas kurdas durante el fin de semana. En caso de querer ampliarla, el líder islamista necesitaría el visto bueno de Moscú y Damasco, cuyas tropas ya se han desplegado sobre partes del terreno que aspira a controlar Erdogan. El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, insistió en la necesidad de recuperar el diálogo entre Turquía y Siria y se ofreció a mediar para «facilitar» el reencuentro entre vecinos.
Lavrov puso sobre la mesa el Pacto de Adana de 1998 como base del futuro diálogo, un acuerdo turco-sirio diseñado para contener al PKK, que durante años tuvo la protección de Hafez el-Asad, y contempla la entrada de fuerzas turcas hasta un máximo de cinco kilómetros en suelo sirio. El plan ruso se completa con la «inclusión de todas las estructuras de los kurdos en la legalidad de Siria en la Constitución», incluidas las formaciones armadas, con lo que «no habrá desde este territorio ninguna amenaza a la seguridad de Turquía u otros países», afirmó Lavrov. Rusia repite en el norte de Siria la misma estrategia para acabar con la guerra empleada en el sur hace un año.
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