Mikel Ayestaran
Jerusalén
Domingo, 1 de diciembre 2019, 22:42
Adel Abdul Mahdi cumplió su palabra y después de dos meses de protestas y más de 400 muertos presentó su dimisión al Parlamento de Irak. La Cámara aceptó la renuncia del primer ministro, que conlleva la salida de todo su equipo de gobierno, cuya formación ... había completado hace tan solo un mes, y ahora, según la Constitución, la fuerza política con más escaños debería nominar a un candidato al que el presidente de la República, Barham Saleh, encargará la formación del nuevo Ejecutivo.
Publicidad
Todas las miradas apuntan a Sairún, coalición ganadora en los últimos comicios, que tiene 54 escaños. El problema es que esta fuerza política está bajo el control del imprevisible Muqtada al-Sader. El clérigo chií dio instrucciones de «poner fin a la cuota partidista y sectaria» y decidió «renunciar al derecho» de formar gobierno para «entregárselo a los manifestantes porque el pueblo es el dueño de esa decisión», declaró en rueda de prensa el presidente de la alianza, Nabil al-Tarfi.
Irak se adentra en una nueva fase de incertidumbre política a la espera de conocer ese «candidato del pueblo» al que se refirió Sairún. Los manifestantes recibieron con alegría esta dimisión, que supone una primera victoria de una lucha con la que arremeten contra la corrupción, el desempleo, la falta de servicios y la injerencia del vecino Irán, omnipresente en Irak desde la caída de Sadam Husein.
Abdul Mahdi llegó al poder hace un año en un contexto de optimismo generalizado tras el final de la guerra contra el grupo yihadista Estado Islámico. Economista de formación y con una dilatada trayectoria en las instituciones, se perfilaba como el candidato adecuado para el momento de posguerra, pero no ha sido capaz de cumplir las expectativas y desde hace dos meses se enfrentaba a las protestas más importantes desde la caída del antiguo régimen. La respuesta de las fuerzas de seguridad ha sido brutal y el uso de fuego real para contener las movilizaciones provocó más de 40 muertos el jueves en Nasiriya y Bagdad, un baño de sangre que llevó al primer ministro a arrojar la toalla.
También fue decisivo el sermón pronunciado el viernes por el Gran Ayatolá Sistani, en el que calificó al Gobierno de «incompetente» e instó a los parlamentarios a reconsiderar su apoyo para evitar el «caos» y más muertos. El clérigo, de 89 años, pidió además a acelerar las reformas necesarias en el sistema para celebrar unas nuevas elecciones. Mahdi declaró que «en respuesta» a este llamamiento presentó su renuncia.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.