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Miembros de Hamás desfilan por el sur de la Franja rodeados de civiles tras hacerse efectivo el alto el fuego. Reuters
Gaza ya no vigila el cielo

Gaza ya no vigila el cielo

Miles de palestinos regresan al norte de la Franja sin sentir terror por el zumbido de los drones ni verse impelidos a «huir en cuanto veíamos un caza israelí»

M. Pérez

Domingo, 19 de enero 2025, 19:30

Gaza ya no mira al cielo en busca de drones armados ni escucha en busca del sonido de los helicópteros de combate. Desde poco después de las 10.30 hora local, los habitantes de la Franja disfrutan de sus primeros momentos de pánico apaciguado. De calma. Quizá no de paz, porque los territorios ocupados siguen siendo un espacio donde todo recuerda a la guerra. Y donde se acumulan muchas, demasiadas, armas.

El alto el fuego no ha resuelto la miseria, pero ha traído a este rincón el silencio de los morteros y los misiles. «Nunca pensé que vería este momento. Yo, y todos, estábamos demasiado acostumbrado a la muerte, a los sonidos de los disparos y a huir en cuanto veías la aviación israelí», explica Yonah, un extransportista que sueña con volver a Gaza City y encontrar otra furgoneta de reparto. «No sé si quedarán comercios en pie, pero es hora de que empezemos a trabajar en la reconstrucción».

«Qué bonito es el cielo sin aviones», describe un refugiado a un medio nacional. «El sonido de los drones no lo sacaremos de la cabeza nunca. Ha sido una constante y nunca sabías si te estaría enfocando«, admite otro todavía con cierto terror. A Amoz, de 47 años, lo que le martirizaba de verdad eran las imágenes que vio en las redes del campamento de Abasan al-Kabira ardiendo tras un bombardeo que dejó casi treinta muertos. Cada noche durante semanas cuenta que ha revivido esas escenas cuando se echaba a dormir en su tienda de lona junto a su mujer y sus tres hijos. »Todo ahí podía arder sobre nosotros«, dice.

La guerra entre Israel y Hamás ha costado casi 47.000 vidas, Pero las útimas antes de una tregua suelen ser especialmente atroces. Durante las dos horas que se ha retrasado la declaración de alto el fuego (el primer ministro Netanyahu ha rechazado decretarla hasta tener en sus manos la lista de Hamás con las tres primeras rehenes que liberaría), la artillería y los drones del ejército han continuado cosechando tragedias. Según el alto mando, han sido desmantelados varios «objetivos terroristas» y el salo de la refiega se ha elevado a 15 fallecidos y una veintena heridos. «Cuántos mártires han muerto en dos horas», lamentaba un palestino en las redes sociales.

El legado de la guerra también ha dejado un número por encima de los 110.000 heridos, inasumible para una región con la Sanidad rota y sangrante. El propio secretario de Estado saliente, Antony Blinken, se ha referido al drama gazatí y destacado cómo no hay nadie en la Franja que no haya perdido a un allegado. A partir de ahora, el enviado a Oriente Medio por Donald Trump, Steve Witkoff, cree que pasará varias semanas en Gaza para controlar que el acuerdo de paz no descarrilla por parte de Hamás o de Israel. Netanyahu definió este sábado la primera fase como un «alto el fuego temporal» mientras se negocia la siguiente etapa. El equipo de Trump ha garantizado que todos los cautivos serán liberados.

El día después

Apenas hay planes para el día después. Un residente dice a los periodistas que se conforma con encontrar alguna habitación habitable en su casa del norte, y tener la suerte de que no haya en las cercanías cadáveres enterrados bajo los escombros. Al menos, quedan por localizar 11.000 desaparecidos durante el conflicto.

Esta semana, un analista israelí se preguntaba cómo se puede levantar Gaza de las cenizas cuando el 90% de los hogares han sido reducidos a ruinas o sufren daños graves, imposibles de reparar por una población mayoritariamente empobrecida. Una propuesta del equipo de Donald Trump, el presidente de EE UU desde este lunes, 20 de enero, plantea llevarse a una parte de los desplazados (entre 1,5 y 2 millones) fuera de la Franja y alojarlos en otros países hasta que se reconstruyan los edificios. Sin embargo, no parece una iniciativa con visos de prosperar ante el rechazo internacional a una nueva crisis masiva de refugiados y la propia negativa de muchos gazatíes a marcharse por temor a que luego el Gobierno no les deje regresar.

En la mitad norte, el 70% de las localidades ha sido devastada y se asemejan a la superficie lunar allí donde han caído las bombas de 200 kilogramos de la fuerza aérea israelí. Las bombas. Quedarse a la intemperie, en tiendas de lona desprovistas de servicios o una mínima higiene no es una opción a largo plazo. Pero los explosivos son otro peligro.

Las autoridades han avisado por megafonía a los ciudadanos, y sobre todo a los que se desplazan al norte, que extremen las precauciones, no se introduzcan entre amasijos de escombros ni toquen nada que pudiera ocultar una trampa-bomba o un artefacto sin detonar. Los hay a miles después de quince meses de bombardeos aéreos continuos con cazas y drones, y de encarnizados combates urbanos donde se gasta toda la munición disponible.

El retorno a casa de miles de refugiados ha comenzado incluso horas antes de las 8.30 horas, el momento previsto para ejecutar el alto el fuego. Quieren llegar cuanto antes a sus lugares de origen para descubrir si todo o algo está intacto o para reagruparse con allegados. El ejército les ha comunicado que no se acerquen a las posiciones militares para evitar incidentes.

Algunos vídeos que se están viralizando en esta jornada que un sector de palestinos denomina de «la victoria» se observa a familias abrazándose, gente gritando de júbilo, niños expresando una alegría como nunca han sentido desde hace más de un año y mujeres repartiendo dulces. La noche no se hace día porque «hay tantos mártires que llorar», pero sí se parece a un lento amanecer. También es posible ver a milicianos de Hamás. Muchos, un auténtico aluvión de individuos armados encaramados a furgonetas o a pie que celebran una suerte de «desfile triunfal» cerca de Rafah. Entienden que la tregua es un éxito de la resistencia islamista.

Son agasajados por muchos cíviles. Un ensayista de Jerusalén concluye que todas estas ceremonias de fortaleza demuestran que Hamás nunca ha perdido el control. Y se pregunta de dónde han salido esas numerosas camionetas blancas en las que recorren jubilosos las calles si Israel se ha empleado a fondo en destruir sus infraestructuras y reventar sus túneles.

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