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Bashar Al Assad. EFE
Bashar, el rostro omnipresente que desaparece

Bashar, el rostro omnipresente que desaparece

Al Assad, de 59 años, llegó al poder en 2000, alcanzó la consideración de presidente modelo del mundo árabe y terminó señalado por la ONU por delitos de tortura y exterminio

Domingo, 8 de diciembre 2024, 11:27

Lo primero que sorprendía era su altura, casi dos metros. Después su voz, entre baja y recortada. Y por último, su traje gris impecable. En octubre de 2007 Siria no ocupaba apenas espacio en los medios. Las esperanzas de cambio generadas por la llegada del presidente al poder en 2000 se habían estancado y la guerra abierta en Irak eclipsaba al resto de conflictos en la región.

Tras una espera de una semana en Damasco, este enviado especial tuvo acceso al Palacio del Pueblo junto a una delegación de periodistas extranjeros para entrevistar al presidente. Los temas domésticos sirios eran una especie de gran tabú en un país hermético donde se ejercía un fuerte control sobre la información, así que el asunto estrella del encuentro fue la crisis entre israelíes y palestinos, un conflicto en el que Assad insistió en que «no hay posibilidades de paz con el Israel actual, así que estamos listos para la guerra», y en el que calificó a España como «nuestro principal aliado para la paz en la zona».

Una entrevista de una hora, sin temas farragosos y con tono muy cordial. Imposible pensar entonces que cuatro años después Siria se iba a sumir en una guerra con mayúsculas, tan sangrienta como la del vecino Irak, con la implicación directa de las grandes potencias mundiales y regionales y con una doble vertiente política y religiosa. Imposible pensar en que Assad, quien se paseaba por los países europeos como presidente modelo del mundo árabe, iba a ser tachado de «asesino» o «animal» por los políticos que antes le agasajaban.

Un presidente al que los opositores acusaban de ser el responsable máximo de una guerra que desangró al país desde 2011 y que ha desaparecido de la escena tras la sorpresiva operación de los grupos opositores que han ido tomando ciudad tras ciudad sin encontrar resistencia. Trece años después, la persona cuyo rostro era omnipresente en calles, oficinas, comercios y billetes, ha desaparecido sin dar la cara.

Bashar, de 59 años, llegó a la presidencia en julio de 2000 tras la muerte de su padre, Hafez Al Assad (apodado el 'León de Damasco' ya que Assad se traduce como 'león' en árabe), que había gobernado Siria durante tres décadas. Creció a la sombra de su hermano Basel, quien estaba llamado a heredar el cetro de poder de la familia. Tras estudiar Oftalmología en Damasco viajó en 1992 a Londres para completar su especialización. En la capital británica conoció a la que más tarde se convertiría en su esposa, Asma, con la que tiene tres hijos que se llaman Hafez, Zein y Karim.

Sus estudios en el extranjero apenas duraron dos años, ya que en 1994 Basel falleció en un accidente de tráfico y Bashar tuvo que regresar de urgencia a Damasco. Fue el primer giro radical en su vida y le obligó a iniciar su formación de futuro presidente, que se certificó tras obtener un 97% de votos positivos en un referéndum nacional celebrado un mes después de la muerte de Hafez. El éxito se repitió siete años más tarde en otra consulta en la que rozó el cien por cien del apoyo popular en las urnas y en 2014 renovó el mandato hasta 2021… Finalmente ha cumplido 24 años en el poder, los último gracias al apoyo firme de Rusia e Irán. Y pese a que había conseguido reconducir sus relaciones con el mundo árabe, sobre su espalda pesan los informes de la Comisión de la ONU encargada de investigar los crímenes de guerra en Siria que le señalan como máximo responsable de actos de «exterminio, asesinato, violación, tortura, desaparición forzada y otras actividades inhumanas sobre miles de personas».

Blindado por la familia

El círculo que rodea Assad empieza por la propia familia. El régimen es como una cebolla con capas infinitas que cubren un núcleo duro central formado por los Al Assad, los Majlouf (familia de Anisa, madre de Bashar) y los Chaliche (familia política de una de sus tías), clanes que controlan la Inteligencia y economía de Siria y cuyos integrantes forman parte de las listas de sanciones individuales elaborada por la comunidad internacional.

Si a esto se le suma el apoyo de la jefatura militar, formada mayoritariamente por generales alauíes (secta derivada del Islam chií), y el respaldo sin fisuras de la jerarquía de los distintos grupos religiosos minoritarios, se completa en líneas generales el puzle de los apoyos internos que sostenían al régimen, pero que se han evaporado en apenas once días, lo que ha dejado a la vista que el sistema se sostenía con hilos. Una coraza de intereses con cinco décadas de historia que se ha roto en cuanto ha desaparecido el sustento de Irán a Rusia.

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