En mitad del océano Pacífico. Ahí estaba, en decenas de paquetes que flotaban sobre el agua, el impresionante alijo de cocaína detectado este miércoles por la policía de Nueva Zelanda que, si hubiera salido al mercado, habría satisfecho la demanda de esta sustancia en el país durante más de «treinta años». La cantidad encontrada pesaba 3,2 toneladas y en circulación habría alcanzado un valor cercano a los 316 millones de dólares (unos 294 traducidos a euros). Se trata del «descubrimiento de drogas ilícitas más importante» realizado por los servicios neozelandeses.
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Los encargados de trasladar la cocaína, que estaba repartida en 81 paquetes, se preocuparon por camuflarla para que no fuera detectada. Sin éxito, en vista del resultado. La droga iba enganchada a una red y cubierta de corchos amarillos, y había sido colocada en un «punto de tránsito flotante» del océano Pacífico, donde los traficantes tendrían que haberla recuperado. «Pensamos que estaba destinada a Australia», ha explicado el jefe de la policía de Nueva Zelanda, Andrew Coster, que ha insistido en que la cantidad encontrada «es más» de lo que el país utilizaría en tres décadas.
El alijo fue interceptado por un barco de la marina cuando la droga se movía a la deriva a cientos de kilómetros al noroeste de Nueva Zelanda. La alianza 'Five eyes' -la red de colaboración en inteligencia que compone este país junto a Australia, Estados Unidos, Canadá y Reino Unido- ayudó con sus informaciones sobre la ubicación a dar con la cocaína dentro de un operativo que, ha reconocido Coster, «asesta un importante golpe financiero a los productores sudamericanos y a los distribuidores». El jefe de la policía, eso sí, ha asumido que aún es pronto para determinar la procedencia de los paquetes.
El hallazgo realizado este miércoles es el mayor de cocaína registrado en Nueva Zelanda donde, no una, sino varias veces, se han encontrado fardos de esta sustancia en sus playas. En el verano de 2019, por ejemplo, apareció casi una veintena de paquetes -por valor de unos 2 millones de euros- en Bethells Beach, al oeste de Auckland. Entonces, los vecinos dieron la voz de alerta.
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