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rafael m. mañueco
Moscú
Sábado, 6 de febrero 2021, 23:14
El principal adversario político del Kremlin, Alexéi Navalni, «está en prisión, cerca de once mil personas detenidas (...), hasta los periodistas son ahora golpeados y encarcelados, la presencia o ausencia de abogados no afecta al resultado de los casos. Este es el resultado de las ... protestas invernales en Rusia y ahora las movilizaciones se han pospuesto hasta la primavera o el verano», escribía el viernes el periodista Antón Orej en la web de la radio Eco de Moscú, uno de los no muchos medios de oposición que quedan en el país.
Efectivamente, el equipo de Navalni ha desconvocado las manifestaciones que había previsto para este domingo debido a la gélida ola de frío polar que acaba de entrar desde el Ártico y para evitar que se desate de nuevo un aluvión de arrestos, brutalidad policial y hasta torturas, según han denunciado los partidarios del líder opositor en Moscú y en algunas regiones de Rusia.
Los detractores del régimen, no obstante, advierten de que las protestas irán aumentando a medida que se acerque el otoño, cuando deberán ser convocadas las elecciones parlamentarias, si continúa la tónica de excluir de las listas a los candidatos críticos con el poder. Los procesos pendientes contra el principal dirigente opositor del país también podrían provocar nuevas manifestaciones.
Parece, no obstante, que el presidente Vladímir Putin va a tener ahora un respiro, al menos en lo relativo a la presión interna. Pero no a la que se está ejerciendo desde el exterior. Washington ha lanzado un ultimátum al Kremlin para que libere a Navalni bajo amenaza de decretar nuevas sanciones y la UE podría aplicar medidas de la misma naturaleza. La viabilidad del gaseoducto Nord Stream-2 para transportar carburante ruso directamente a Alemania podría peligrar.
El Kremlin ya tuvo que afrontar en el invierno de 2011-2012 multitudinarias protestas por el pucherazo en las legislativas y 2019 fue también un año conflictivo para Putin. Su principal adversario consiguió hacer daño a su partido, Rusia Unida, en los comicios de septiembre con el llamado «voto inteligente», consistente en votar al candidato, da igual de qué formación, con más posibilidades de batir al presentado por el Kremlin.
Sin embargo, esta vez, la repulsa que generó el envenenamiento de Navalni, su detención nada más regresar a Rusia tras recibir tratamiento en Alemania y la sentencia a dos años y ocho meses de cárcel dictada el pasado martes de un caso que ya quedó cerrado en 2014 con una condena de prisión condicional o suspendida, ha hecho aflorar una corriente de simpatía y solidaridad hacia Navalni que va más allá de sus habituales partidarios. A las manifestaciones de los pasados 23 y 31 de enero acudieron centenares de miles de personas a lo largo de todo el país.
A juicio del director del Consejo de Política Exterior de Rusia (RSMD), Andréi Kortunov, «el encarcelamiento de Navalni provocará en la sociedad rusa una escisión aún más profunda». Algunos de sus colegas opinan que, no sólo en la sociedad, sino también dentro del sistema de poder la división empezó a cundir cuando la anexión de Crimea y el apoyo a los separatistas del este de Ucrania provocaron una avalancha de sanciones. Aquello complicó la vida en Occidente de muchos altos cargos y magnates, que adquirieron allí inmuebles, negocios, además de enviar a sus familias a vivir o a sus hijos a estudiar.
Otro factor que también partió en dos a la sociedad rusa fue la decisión que el jefe del Kremlin adoptó el año pasado de enmendar la Constitución para eternizarse en el poder. Se daba por hecho que tendría que ceder el mando en 2024, como ya hizo en 2008 con Dmitri Medvédev, pero ahora no tendrá ningún obstáculo si desea continuar hasta 2036. De ahí que muchos crean que Navalni cuenta con apoyos en ciertos sectores del régimen. Sería la alternativa, controlada desde dentro del sistema, para descabalgar a Putin, modificar cardinalmente la política exterior del país y normalizar las relaciones con Occidente.
El politólogo Kirill Shamíev cree que con Navalni en la cárcel Putin no va a acabar con la disidencia. «Si él va a seguir privado de libertad, vendrán otros a encabezar la lucha y puede que de forma más radical, máxime cuando en el horizonte se divisa un empeoramiento de las condiciones de vida y de la economía a causa de la pandemia y de las sanciones internacionales», estima Shamíev.
Claro, el presidente ruso sigue teniendo la sartén por el mango porque controla las Fuerzas de Seguridad, el Ejército y el FSB, los servicios secretos, pero, según Shamíev, «la coerción y la violencia se pueden emplear hasta cierto punto, cuando son excesivas, como estamos viendo ahora, lo que hace es movilizar todavía más a la gente».
Vladímir Guelman, profesor de la Universidad Europea de San Petersburgo, considera que depender en demasía de los uniformados lleva a que éstos adquieran vida propia. «Pueden llegar a la conclusión de que defienden a un líder impopular y decidan ellos mismos echarle del poder. Este escenario se da con frecuencia en los regímenes autoritarios».
El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, defendió ayer su controvertido viaje a Rusia e indicó que los diplomáticos europeos tuvieron contacto con los abogados del líder crítico con el Kremlin Alexéi Navalni. Una de las cuestiones que quería solicitar el Alto Representante de la UE en Moscú fue la liberación del dirigente opositor, aunque se encontró con la dura respuesta del ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, quien alegó que en Espana están encarcelados varios líderes soberanistas catalanes y en otros países de Europa se ha reprimido a sus ciudadanos por salir a la calle a protestar contra las medidas sanitarias a cuenta del coronavirus.
«Los canales diplomáticos deben continuar abiertos, no solo para desactivar crisis o incidentes, sino para tener intercambios directos, enviar mensajes firmes y francos, ahora que las relaciones están lejos de ser satisfactorias», dijo ayer Borrell, que no quiso profundizar en las declaraciones de Levrov. La visita resultó más agitada de lo esperado, ya que coincidiendo con la entrevista, el Ministerio de Exteriores ruso anunció la expulsión del país de tres diplomáticos de Alemania, Polonia y Suicia porque supuestamente habían participado en manifestaciones a favor de Navalni.
El diplomático europeo llegó a Rusia justo después de que la UE condenara el encarcelamiento del líder opositor y marcada por la división dentro de los socios comunitarios sobre la oportunidad del viaje. Borrell dijo que abordará esta visita con los ministros exteriores de los 27 países miembros de la UE el 22 de febrero
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