mercedes gallego
Corresponsal. Nueva York
Jueves, 7 de noviembre 2019, 22:27
El histórico duelo entre EE UU y Cuba vivió este jueves un nuevo capítulo en la Asamblea General de la ONU, donde el mundo se puso del lado de la isla caribeña, que enfrenta un recrudecimiento de la crisis por el embate estadounidense y la ... debacle venezolana. Fue también una oportunidad para el Gobierno de Donald Trump de poner a prueba las lealtades internacionales que está cultivando con alianzas personales.
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Por primera vez en la historia, Brasil rompió la tradición de solidaridad latinoamericana para votar con EE UU en contra de la resolución sobre la «Necesidad de acabar con el embargo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos contra Cuba». Hasta ahora Washington solo contaba con Israel para estos avatares, pero el gobierno de ultraderecha que preside Jair Bolsonaro, un admirador de Trump que ha alabado públicamente las represiones de Ejecutivos de izquierda en Latinoamérica, no dudó en sumarse a los norteamericanos con un contundente no. Fueron los dos únicos votos en contra de la resolución 187-3-2.
Desde que Cuba empezó a buscar en 1991 el apoyo de la ONU al fin del embargo, sólo un país latinoamericano -Paraguay, en 1993- se había alineado con EE UU para oponerse. En contraste, el Gobierno de Barack Obama hizo historia al abstenerse en 2016, el año del deshielo en el que visitó Cuba y reabrió las relaciones con la isla.
La iniciativa que el año pasado no contó con ninguna abstención tuvo este año dos. Una fue de Colombia, donde el político de derecha Iván Duque, alineado con Trump, ganó el año pasado las elecciones. La otra llegó de Ucrania, a cuyo presidente Volodimir Zelensky Trump ha chantajeado reteniendo ayuda militar para que se comprometiese investigar por corrupción a Hunter Biden, hijo del ex vicepresidente que aspira a enfrentar a él en las urnas.
En contraste, los 187 países restantes que integran la Asamblea General de la ONU, el órgano de gobierno más democrático de la organización que carece de colmillos, votaron abrumadoramente en favor de terminar el embargo que asfixia económicamente a la isla desde 1960. Indignada, la embajadora estadounidense Kelly Craft insistió en que su país «tiene derecho a elegir los países con los que comercia» y protestó por la decisión «casi unánime» de que la comunidad internacional «continúe retando ese derecho».
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Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores cubano, Bruno Rodríguez, que se desplazó a Nueva York para la ocasión, relató el costo humano que está teniendo el endurecimiento del embargo y advirtió que «Estados Unidos no tiene la menor autoridad moral para criticar a Cuba ni a ningún otro país en cuestión de derechos humanos».
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