El 'león de Panjshir'

El nombre 'Panjhsir' no deja a nadie indiferente. Se traduce como 'cinco leones' y allí, entre las montañas del Hindu Kush, se forjó la resistencia más feroz contra el Ejército Rojo durante la ocupación soviética y después frente a los talibanes en los noventa. El responsable de convertir el valle en un cementerio de chatarra soviética y de frenar el avance islamista fue el comandante Ahmad Sha Massoud, apodado como el 'león del Panjshir' y elevado a la categoría de héroe nacional tras ser asesinado por Al-Qaida en 2001, pocos días antes del 11S.

Señalado como uno de los 'señores de la guerra' por su papel en la guerra civil afgana, su recuerdo no despierta las mismas simpatías, especialmente entre los miembros de las etnias pastún y hazara. Massoud pasa de héroe a asesino en función de la zona. Pero en el Panjshir no hay fisuras y entre los principales candidatos a la presidencia tampoco. Todos tratan de demostrar lo cerca que estuvieron de él.

Los restos de Massoud descansan en un mausoleo levantado en el corazón del distrito de Bazarak, que es parte de un complejo con hotel y restaurante que recibe miles de visitas. Desde la tumba se divisa un paisaje idílico de un verde siempre fresco, se escucha la fuerza del río golpeando las rocas y se distinguen restos de tanques, baterías antiaéreas y vehículos blindados soviéticos, que han pasado a formar parte del entorno. En la provincia viven unas 200.000 personas y cuenta con veinte bases militares.

La clave ahora, como antes, es saber si las tropas del Emirato serán capaces de imponer su ley más allá de Dalang Sang, el puesto de control situado en la entrada natural al valle. El joven Ahmad, hijo del 'león del Panjshir', recurrió a 'The Washington Post' para anunciar en un artículo de opinión que «estoy preparado para seguir los pasos de mi padre junto a muyahidines (guerreros santos) dispuestos a echar a los talibanes». Aprovechó también para pedir apoyo militar a EE UU, Francia y Reino Unido porque «no podremos resistir sin la ayuda de Occidente».

Fuentes de Inteligencia calculan que la milicia puede estar formada por unos 2.000 hombres y contarían con «municiones y armas que hemos ido adquiriendo desde el asesinato de mi padre porque sabíamos que este día iba a llegar», según palabras del propio Massoud. «EE UU aún puede ser un gran arsenal de la democracia», fue el mensaje final lanzado en el diario estadounidense a una Casa Blanca que solo piensa en salir cuanto antes del país y cerrar dos décadas de guerra.

Ahmad tiene 32 años, su aspecto físico recuerda mucho al de su progenitor y siempre se cubre con el mismo pakol que el líder tayiko, pero una cosa es la imagen y otra es saber si este joven educado en Reino Unido, de donde regresó en 2016, tiene la capacidad de ponerse al frente de una guerrilla en mitad del avispero afgano. «No tengo muy claro que un joven mimado y educado en Occidente puede liderar a los muyahidines y demostrar liderazgo, sin mucho apoyo externo. Está luchando contra los talibanes y esto no es una broma», opina Mohanad Hage Ali, analista del centro de estudios estratégico Malcolm H. Kerr Carnegie Middle East Center.

El segundo gran pilar de esta resistencia es el vicepresidente del Gobierno de Ashraf Ghani y exresponsable de Inteligencia del país, Amrullah Saleh. Veterano de la guerra santa contra la URSS, en la que fue uno de los lugartenientes de Massoud, se autoproclamó presidente legítimo del país tras la huida de Ghani e instó al pueblo a tomar las armas y hacer frente a los islamistas.

En mitad del llamamiento, otro cabecilla del Panjshir que también estuvo junto a Massoud en los años de la yihad, Abdula Abdula, puso en marcha unas conversaciones con los líderes locales para buscar una salida dialogada que ayude a la «paz y estabilidad de Afganistán». Abdula lideraba la negociación con los talibanes en el anterior gobierno y ahora trata de consolidar puentes con unos islamistas que insisten en que buscan un «gobierno integrador». Saleem Mehsud, periodista especializado en el conflicto afgano, piensa que «la reunión organizada por Abdula con los comandantes del Panjshir abre las puertas a que la crisis se resuelva sin violencia».